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Por Eva Pascual (@evapascualcoach)-.
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Por Olga Sosa-.
¡Hola! Soy Olga Sosa, interiorista, monitora sociocultural, escaparatista y diseñadora de muñecas customizadas. Quiero compartir con todos ustedes, mediante la oportunidad que...
En esta edición de MASNOSOTRAS hemos querido visibilizar como funciona el sistema VIOGEN (Seguimiento integral en los casos de Violencia de Género), de la mano de su responsable Provincial el teniente Andrés Paredes y de Olga Martín, guardia civil responsable en el puesto de Santa María de Guía. Sin duda, un servicio muy necesario, para coordinar la protección en todo momento de las víctimas.
Olga nos da una visión cercana de su día a día y nos emociona con un mensaje muy importante como mujer y guardia civil “ SÍ SE PUEDE, SÍ SE SALE”, destinado a todas esas mujeres víctimas de la violencia de género.
Por Patricia Muñoz (Tenerife)
Me resulta muy difícil hablar en primera persona, pero voy a tratar de hacerlo.
Me llamo Patricia Muñoz y soy lagunera. Me...
Por Sara González Rodríguez, 34 años, Autónoma Agrícola de Plataneras, La Palma
Su familia siempre ha estado relacionada con la agricultura, su abuelo siempre tuvo...
La enfermedad me visitó muy joven, en esa etapa de la vida que te crees inmortal, donde crees que todo es futuro por andar, sentir, explorar, paró en seco mis planes, pero sobre todo afectó a mi fortaleza. Las dudas y las preguntas surgían en mi cabeza. Si una vez tocó a mi puerta sin señales, sin aviso, sin esperarlo siquiera,
¿cómo iba a vivir sabiendo que en cualquier momento me podía golpear de nuevo?
Encontré la solución en el deporte, tenía que sentir la fuerza, sentir que si mi cuerpo respondía al embate, mi cabeza se vendría arriba con cada pequeño reto superado. En realidad, siempre fue la cabeza la que tiro del resto.
Comencé con el pilates y desde que sentí que volvía a ser aquella joven con ganas, aunque ahora tuviera 40 años, me metí en el padel. Ahora me rio de esos inicios, era un deporte novedoso que nadie conocía. Mi compañera y yo nos plantabamos la falda corta y la pala y nos íbamos buscando pistas y contrincantes. Fuimos poco a poco formando una gran familia. Mientras el padel crecía, se formaron equipos ligas, clubs, entrenamientos. Me subí al carro de todo eso, formo parte de un equipo, con su entrenador, su equipación y su disciplina. Cómo bien dice Toni NADAL “todo se puede entrenar”.
Yo con el padel entrené la resistencia, el coraje, la paciencia, la estrategia, el equilibrio, la generosidad
No es tenis, no son mis golpes los únicos que valen, juego con mi compañera, no la puedo dejar vendida, tenemos que tocar juntas la misma melodia!!!!!! Aprendes que no se puede ganar siempre, pero siempre tienes al lado una mano que no te suelta y que te dice
” vamos a por el siguiente partido”
La enfermedad me ha seguido visitando de forma periódica, pero yo estaba entrenada con una mente deportista dispuesta a presentar batalla y le respondo con respeto pero sin miedo ” vale, has ganado un set, pero hay que ganar el partido”.
Y de momento el partido lo voy ganando yo con 58 años y dando guerra!!!!!
Las animo de corazón a volver a encontrarse con el deporte, voley, palas, trail, carrera. Y permitan que los valores del deporte las empape y que como me pasó a mi, encuentren una segunda o tercera o cuarta vida llena de ilusiones y con mente fuerte y ganadora. Retoma con el deporte tus sueños!!!!!!
La empresaria de Fontanales optó por explotar su negocio familiar a desarrollar sus estudios de Ingeniería Industrial y Máster en Dirección y Planificación Turística. Y no le ha ido nada mal, pues sigue abriendo puertas, como la creación de un servicio de catering, que se une a la propuesta del Restaurante Sibora y a los encantos del alojamiento en cabañas de madera. Todo ello, conservando la autenticidad, como bien remarca ella, y aprovechando “la sintonía con el entorno”.
Fátima, has estado vinculada a la hostelería desde siempre al ser el medio de vida familiar, así que supongo que la responsabilidad y la disciplina en el trabajo las tendrás muy interiorizadas, ¿no?
Sí, fue lo primero que nos enseñaron. De hecho, siempre nos decían que había que estudiar, que había que formarse, pero también que había que saber lo que era trabajar. Yo recuerdo que he trabajado incluso cuando iba a la universidad, porque del negocio no te podías ausentar, especialmente, los fines de semana.
Siempre se ha dicho que la hostelería es de los trabajos más duros… ¿Estás de acuerdo?
Es un trabajo duro, que yo lo equipararía al sector primario, con la agricultura y la ganadería, pero lo que pasa es que en la hostelería se ven los frutos inmediatamente y en la agricultura no. Nosotros aquí vemos la satisfacción del cliente y ahí tienes parte de los frutos, además del económico; pero también hay disgustos, porque las quejas son automáticas. Por otro lado, las jornadas son muy largas. Hay momentos familiares que se pierden porque estás trabajando.
Tu padre fue una persona con grandes ideas empresariales, teniendo en cuenta la época y el lugar…
Sí, él era el más pequeño de todos los hermanos y, entonces, tuvo la oportunidad de estudiar. Siempre sacó muy buenas notas en sus estudios y, de hecho, tuvo Matrícula de Honor en el instituto. Y yo creo que ahí, de la parte de formación, pudo él enfocarse más allá de lo que era el pueblo. A él se le ocurrió montar un restaurante y también que en Fontanales podría tener éxito una sala de baile y una discoteca, algo impensable en la época. Además, apostó por orquestas de las diferentes islas, no solo las que había por aquí. Así se hizo un nombre en lo que respecta al ocio de la isla, sobre todo en esta zona, que no había nada. Y luego se le ocurrió apostar por el alojamiento rural, con lo de las cabañas de madera. Investigó y las cabañas que ahora mismo tenemos son de madera brasileña, porque se trajo el proyecto de Brasil, las montaron y aquí las estamos defendiendo.
Y han tenido éxito, ¿verdad?
Pues sí, es un eslabón más en la cadena de la hostelería. El restaurante es una cosa y el alojamiento es otra. Sin embargo, ha habido una simbiosis perfecta entre lo que es el alojamiento y lo que es la restauración, por lo menos en nuestro caso.
¿Qué conserva de sus orígenes, de la época de tus padres, el restaurante Sibora actual?
Conserva las ganas de ser auténtico. ¿Qué hemos hecho? Mejorar lo que se podía mejorar, mantener lo que se podía dejar y, sobre todo, actualizarnos. También conservamos la parte de “no echarnos para atrás”, es decir, ver nuevas oportunidades y aprovecharlas, y, aunque ya no está mi padre en el Sibora, quedan todas sus enseñanzas, porque, sin duda, aprendimos mucho de él.
¿Qué supone tener el sello de calidad turística SICTED?
Yo empecé con este proyecto en el 2010, cuando éramos muy pocos, y llevamos ya una década con él. Simplemente es posicionarnos y buscar un sello que te identifique, por lo menos, a nivel de la isla. Ahora saben que en Fontanales hay una familia que tiene un restaurante y, encima, con un sello de calidad turística.
A pesar de contar con un restaurante con tradición, en tu casa te metieron en la cabeza lo de tener un Plan B. Cuéntanos…
A mi padre le quedó mucha magua de no terminar el bachillerato, que se le atravesó por el francés. Esa siempre fue su espinita. Y yo, que era la mayor, saqué Matrícula de Honor en COU y pude elegir la carrera que quise. Estudié Ingeniería Química Industrial, básicamente porque era una de las que había aquí en Las Palmas y yo no me planteaba irme fuera. La parte técnica de mi carrera la saqué perfectamente, porque muchos de los procesos que hacemos aquí, al final están muy relacionados, aunque la gente piense que no. Y luego, cuando empezamos con las cabañas, yo veía que había una parte humanista que no controlaba, como la gestión del cliente y el marketing… Entonces, me matriculé en el Máster de Dirección y Planificación Turística de la Facultad de Economía. También salió bien la cosa y entonces seguí con el Doctorado, que no lo terminé, pero no pasa nada, porque aprendí lo que necesitaba. No considero que haya perdido el tiempo.
Cuentas con un currículum académico espectacular; sin embargo, has dicho que has aprendido más en la hostelería que en la universidad…
Sí, y lo mantengo, porque el trato al cliente, por ejemplo, solo se aprende con la práctica. También con los proveedores, con la capacidad de gestión y decisión, en la universidad no lo ves porque es muy teórica y siempre toma como referencia bibliografía que a lo mejor no está tan actualizada. Sin embargo, en la práctica, como no despiertes… Y esto se cumple en todos los negocios. Mi padre decía una frase que resume todo esto: el trabajo va diciendo. Y, a partir de ahí, tú vas amoldando tu modelo de negocio a lo que demanda la situación.
El Sibora se ha especializado en colectivos y eventos… Explícanos el motivo.
Sí, aprovechando un poco la infraestructura, porque hay cuatro salones, las cabañas y otro chiringuito que es como una tasca, nos planteamos: cómo darle salida a todo esto, porque, aunque la carta es buena, solo te cubre el aforo del primer salón… Es mucho más fácil, incluso para la planificación de la cocina, trabajar con grupos. Entonces nosotros aprovechamos los recursos y motivamos a que los grupos vengan aquí.
¿Cómo venderías tu negocio para que los que no lo conocen se animen a visitarlo?
Destacaría que es auténtico y en relación con el entorno. Aquí te puedes perder, porque hay un montón de rutas de senderismo, de ciclismo… ves un paisaje precioso, donde casi se ve más Tenerife que Gran Canaria. Yo lo vendería resaltando que está en sintonía con el entorno, que forma parte de él.
Como empresaria, ¿cómo viviste el estado de alarma?
Lo viví como que estábamos subidos en una máquina que no paraba nunca y, de buenas a primeras, la máquina se paró y pudimos tomar conciencia de adónde vamos, qué es lo que hacemos y qué pasa aquí… Además, hemos podido disfrutar de la familia como hacía tiempo no hacíamos. Y, aunque hay personas que lo han pasado fatal y hay una incertidumbre tremenda por el COVID-19, vamos a tomarlo por el lado de lo que aprendimos y no de lo que perdimos.
¿Cómo se ha adaptado tu restaurante a la nueva normalidad?
Básicamente, la mitad del mobiliario que tenía está en otro salón. Pero, simplemente, hay que normalizarlo, que es muy difícil, pero te vas adaptando a la situación.
¿Crees que para emprender en la hostelería se tiene que haber trabajado antes en este sector?
Sí, porque cuanto más pronto te empiecen a dar tortas, más pronto sabrás esquivarlas. Puedes aprenderte toda la teoría del mundo, que está muy bien, pero hasta que no te veas en el día a día, no vas a saber realmente lo que es.
¿Cuál es la clave de este negocio?
La clave es la constancia.
Y para terminar… ¿Te ves trabajando en otra cosa?
Tengo un plan B, pero el A me gusta mucho. Es verdad que es de considerar tener esta formación y no desarrollarla, pero lo que hago me gusta. Yo estoy muy cómoda aquí y los malos tragos se van llevando.
Siempre he pensado que todo es cuestión de perspectiva, que cada momento vivido es un regalo, no un derecho. Y más ahora con esta crisis sanitaria que estamos viviendo.
La sociedad ha cobrado mayor conciencia de la importancia de nuestros sueños, nuestras inquietudes y de esos pequeños momentos de felicidad. El poder de trasmitir optimismo, alegría y, sobre todo, esperanza en un futuro cambiante, cargado de nuevos desafíos y retos, pero también de un sinfín de posibilidades.
Masticar el ahora, porque vivir solo se siente en presente.
Y, precisamente, es en este presente donde nace MÁS NOSOTRAS, un lugar donde puedes contar tu historia, esa experiencia que tanto te ha enseñado, con la que te diste cuenta de lo fuerte que eres y que ahora nos permite leerte como herramienta de construcción del mundo.
Ocupar espacios digitales con nuestras vivencias es compartir vida y, sin duda, este es nuestro desafío más preciado.
Hay relatos que valen tanto como la huella de las personas por las que pasaron.
No seré yo quien diga que la fotografía es una forma de vida, pero lo que sí hace es condicionarte tu visión de la misma. Cuando llevas casi treinta años ejerciendo como reportera gráfica, tienes la suerte de relacionarte con gran variedad de personas y situaciones que te enriquecen personalmente, con experiencias que me han permitido conocer y compartir infinidad de momentos con magníficas mujeres canarias trabajadoras a las que he fotografiado, pudiendo acercarme así a su realidad cotidiana. No olvidemos que también son parejas, madres, administran un hogar y cuidan a sus mayores, y eso, no se visibiliza. Fotografiarlas y exponer estas imágenes, es para mí una buena manera de hacer visible a la mujer trabajadora y dar a conocer su día a día, pues creo que, en esta sociedad, a veces injusta, no se reconocen lo suficiente los esfuerzos y logros de muchas mujeres, quedando ocultos y olvidados.
Gracias a todas ellas nació mi exposición MUJERES con mayúsculas, Premio 2020 del Instituto Canario de Igualdad del Gobierno de Canarias a la mejor iniciativa de interés social, una muestra fotográfica que pretende visibilizar adecuadamente – en igualdad – los esfuerzos y los logros de mujeres de Canarias de distintas generaciones y diferentes profesiones, que tienen en común una gran capacidad de trabajo y tesón.
La muestra fotográfica hace un recorrido por todas las islas, de La Graciosa hasta El Hierro. Esta idea surgió y fui madurándola mientras revisaba mi archivo fotográfico. Me di cuenta de que tenía una gran cantidad de imágenes de mujeres trabajadoras y me pareció buena idea rendirles un modesto, pero justo y merecido reconocimiento público y social. Desde 2014, he ido ampliado la exposición a más de sesenta fotografías. Ha crecido y madurado gracias a estas mujeres que se han sumado con sus experiencias personales y que han aceptado compartirlas con la sociedad.
Como mujer, me apasiona mi trabajo y pretendo que esta muestra y sus protagonistas “sean un referente y ‘un modelo real’ de mujer para las nuevas generaciones”. Bajo mi punto de vista, esto “es muy importante, porque la historia y la sociedad actual, lamentablemente, sigue impidiendo su desarrollo pleno en igualdad profesional y personal por parte muchos estamentos sociales, políticos, religiosos y empresariales en pleno siglo XXI”.
Por último, me piden que ilustre estas palabras con una foto de una de estas magníficas mujeres. He elegido a Alcira Padrón Armas, nacida en 1930 en el pueblo herreño de Isora, porque ha luchado toda una vida trabajando junto a su marido Eloy, artesano de madera, en aquella dura época en la isla de El Hierro. Podemos hacernos una idea de todo lo que vivió, pero me quedo con su sabiduría, sus poesías, sus charlas y su paz.
Con la luz del atardecer, que se colaba por una pequeña ventana, hablamos junto a su telar, que para ella es un orgullo, porque lo hizo su marido. Estudió lo básico, vivió del campo, aprendió a hilar de pequeña y a tejer ya de casada. Las traperas y alforjas que realizaba en aquella época eran habituales y de uso cotidiano. Oír hablar a Alcira es una satisfacción; es una mujer culta y sabia. Ejemplo de tesón, me comentó que “las mujeres herreñas han levantado la isla y ellas tienen mucho que enseñar a esta y a las generaciones futuras”. Alcira no solo ha dado charlas en los colegios y colectivos, sino que el Cabildo de El Hierro editó su libro “Poesías de Alcira”.
Utilizo mi cámara en femenino, con un claro objetivo social: mejorar la sociedad y, en especial, la situación de las mujeres de nuestras islas. Me gusta decir que hablen las fotografías en femenino, ya que ellas son las verdaderas protagonistas.
Yo no decidí ser maestra. La economía familiar no me permitió estudiar Biología, que en ese momento se hacía en la Universidad de La Laguna (ULL). Hoy estoy “agradecida” de que se dieran esas circunstancias.
Debo mucho a las niñas y niños que a lo largo del tiempo han pasado por mi vida profesional. En primer lugar, porque gracias a ellos me convertí en una maestra de vocación. En segundo lugar, porque en unos momentos difíciles de mi vida, como es la superación de un cáncer, ellos fueron mis héroes. Día a día me dieron la vitalidad necesaria para seguir con mi vida normal. Creo que esa vitalidad que ellos desprenden nos hace respirar vida. Fueron mi terapia.
Mi recorrido profesional -a lo largo de todos estos años- ha sido amplio, como supongo que el resto de compañeras y compañeros.
Mi primer trabajo como docente fue en un colegio de la ciudad de Gáldar. Se dio la circunstancia, de que iba todos los días desde La Aldea, conduciendo con una pierna escayolada, a sustituir a un maestro con el brazo escayolado. El alumnado, como al pirata, me llamaba “pata de palo”.
Como toda maestra que comienza, me tocaba ir “del tingo al tango”.
En el año 2000, tomé posesión en la Escuela Unitaria de Tasartico, renovando durante siete cursos. Tasartico era, y es, un lugar paradisiaco, no solo por su belleza paisajística, sino también por la belleza, autenticidad y espontaneidad del alumnado. Impartía las dos etapas educativas, desde infantil de 3 años hasta sexto. Allí aprendí a ser una verdadera maestra, al mismo tiempo que comencé una nueva andadura como directora.
El día 30 de junio de 2009 fue un día muy triste. Se cerró la escuela por falta de alumnado para el curso siguiente. Recorrí con mi mente lo vivido durante los siete años pasados y sentí que no solo estaba vacía el aula, sino que yo también sentía ese vacío.
Presenté un proyecto de dirección para el colegio de Tasarte y allí ejercí durante 4 años. En esa etapa, empecé a perder el contacto más directo con el alumnado, aunque el impartir el área de Música, era mi momento de distensión después de las tareas propias de la dirección.
Y de cargo en cargo, tiro porque me toca. Así llegué a la dirección del CEIP La Ladera.
Caracterizándome por superar retos en mi vida, me encuentro en estos momentos con el que pienso que es el más importante, que es preservar la salud de toda la comunidad educativa del CEIP La Ladera durante esta pandemia, pero no solo la salud física, sino también la emocional.
Ahora nos toca aprender a interpretar día a día lo que el alumnado nos quiere decir con los ojos, con las palabras, con los gestos limitados y, a veces, hasta con sus silencios.
No poder dar un abrazo, echar el brazo por encima, acariciar las cabecillas o tener gestos de complicidad… todo ello para recordarles que “les queremos, les comprendemos y estamos con ustedes…”, nos provoca ansiedad y congoja.
Quiero concluir este paso por los recuerdos a lo largo de mi carrera profesional, compartiendo con todas y todos, que, día a día, a pesar de las tareas burocráticas propias del cargo, siento la necesidad de centrarme en la faceta del liderazgo pedagógico, quizá sea porque de forma indirecta, sigo en contacto con el alumnado, sintiéndome una maestra de vocación.
Mi nombre es Alejandra Reyes Rodríguez, tengo 44 años, estoy divorciada y soy madre de una hija y un hijo. Resido en el municipio de Teror y soy psicóloga de profesión.
Llevo muchos años vinculada profesionalmente al trabajo con mujeres, realizando mi labor desde la prevención y el tratamiento de la violencia de género, así como desde la sensibilización y la construcción del valor de la igualdad.
Me gusta el arte en todas sus manifestaciones y encuentro en disciplinas como la música y la literatura auténticas herramientas para la expresión emocional y desarrollo personal, así como formas de comunicación y de construcción de conocimientos y realidades.
De mi gusto por la escritura han nacido unos poemas que he ido escribiendo a lo largo de los años y que, en un momento determinado, decidí recopilar en un libro al que he llamado “Sentidos”. En este “trocito de mi mundo” recojo sensaciones, sentimientos y emociones que me evocan elementos de la naturaleza, situaciones cotidianas y naturales, como pueden ser la maternidad o un amanecer, así como una visión crítica sobre ideas y actitudes aprendidas socialmente, que son más contravalores que valores en sí. En mi pensamiento obra la idea de que aquello que sometemos a una visión crítica permite liberarnos y ser. Por eso, considero a Sentidos como un viaje al interior, a través de palabras que invitan a sentir y reflexionar.
Un proyecto que creo con la intención de algo íntimo y personal, pero que he pasado a hacer público y a compartir con ustedes. Las animo a expresarse, a liberarse, a abrirse, a poner palabras a las ideas y emociones, a hacerse visibles en la comunicación y, sobre todo, a compartirlo.
Como buena amante de las frases célebres, me gustaría acabar con una de Simone de Beauvoir que abre mi libro: “Escribir es un oficio que se aprende escribiendo”.
A pesar de que el mundo entero la conoce y ha podido disfrutar de su talento, su secreto mejor guardado está localizado en el municipio de Moya y, más concretamente, en Fontanales, de donde procede su familia.
No en vano, sus mejores recuerdos están impregnados de sus paisajes, donde solo cabe la alegría y la felicidad en mayúsculas. Y es que la riqueza, que erróneamente se relaciona con lo económico, está en saber disfrutar de lo que se hace y en enriquecerte de cada experiencia y persona con la que vas encontrándote en el camino.
Antes era más conformista, pero ahora sueña con poner su imponente voz en una producción de Disney. Teniendo en cuenta su currículum, bordado en dorado, la reina de los concursos de talento, como la han bautizado, seguro que pronto despertará ‘animada’.
Cuéntanos Cristina, ¿qué recuerdos tienes de Fontanales?
Los recuerdos que tengo son los más bonitos del mundo, porque son de muchos niños, muchos primos, segundos y terceros… y todos jugando; al escondite, a subir al monte, al valle, a tirarnos por las laderas, reunirnos para hacer asaderos, quedar para Navidad… La Navidad para mí es fría; nos abrigábamos mucho y nos íbamos a dar paseos con la lluvia y la niebla. Son recuerdos maravillosos de mi juventud, los primeros amores, de tantas cosas…
Allí también nació el amor a tu profesión, ¿no?
Sí, allí montamos un grupo de verbena, que primero se llamaba Cóngora y luego le cambiamos el nombre a Melodía Show. Éramos dos chicas, mi prima y yo; ella tocaba el teclado y ambas cantábamos. Tenía 17 años y tengo que decir, con orgullo, que la primera actuación que tuve con mucho público fue en Fontanales.
Lo de ser corista habitual y durante varios años de grandes artistas como Braulio o José Vélez vino mucho después…
Sí, cuando ellos venían a hacer alguna actuación aquí, nos llamaban; tenían una banda aquí formada. La sensación de ver a alguien tan grande, que ha triunfado tanto en Latinoamérica, y que tú también estabas allí, formando parte de la magia que sucedía encima del escenario cuando íbamos a los municipios a actuar, donde se podía sentir el cariño del público, ese cariño sincero hacia una persona que ha triunfado, es impresionante. Creo que ahí fue donde empecé a añorar y a anhelar esa sensación de sentirte querido y de estar orgulloso de llevar el nombre de tu tierra por el mundo.
¿Crees que hoy en día tú también eres representante del archipiélago?
Sí, yo me siento una representante de mi pueblo; allá donde voy, siempre digo con orgullo de dónde vengo. Siempre llevo por delante que soy canaria, que soy de un pueblito súper bonito en el centro de Gran Canaria.
Y ahora que también eres conocida… ¿te sientes profeta en tu tierra?
Siento que la gente me quiere mucho. Además, el hecho de ser canario tiene un sabor especial, en el sentido de que la gente se alegra muchísimo de todo lo que haces fuera. Cuando un canarión se va fuera y empieza a triunfar y a hacer cosas interesantes, la gente de aquí se alegra de verdad. Es una alegría sincera porque somos una piña.
¿Qué echas de menos cuando estás fuera?
Me he obligado a no comparar nada ni a echar de menos nada cuando me voy de aquí. Esto está aquí, lo tengo aquí y trato siempre de irme fuera con la cabecita abierta, como si fuera una niña pequeña, que va a descubrir el mundo y encontrarse con cosas nuevas, con un mundo mágico, con idiosincrasias diferentes y con vidas diferentes. Me obligo a no comparar nada para poder disfrutar de verdad de dónde estoy.
¿Qué consejo le darías a alguien que alberga el sueño de triunfar en la complicada industria de la música?
Le diría que, si tienes un sueño y te gusta mucho algo, lo primero que tienes que hacer es formarte, porque la formación son los cimientos, y lo segundo, rodearte de gente que te apoye, porque el apoyo emocional es súper importante, porque para creer en ti, tiene que haberlo hecho alguien primero. En mi caso, mi pareja decidió que yo tenía que volar y que la gente me tenía que conocer. Y ya el resto consiste en intentarlo, pasito a pasito. Yo tengo la gran suerte de que la afición que tengo se ha convertido en mi trabajo, pero que, además, no lo veo como un trabajo. En definitiva, lo ideal es disfrutar de lo que estás haciendo.
¿Con qué te quedarías del camino recorrido?
Me quedaría con la parte humana, con la gente que me he ido encontrando a medida que he ido visitando todos estos lugares, porque nosotros coleccionamos amigos, personas… Lo que realmente me llena son esas sinergias que existen en otros lugares en los que eres parte de una producción, donde tú eres una pincelada de esa obra de arte. Y esa gente no solo piensa como tú, sino que lo siente y lo vive como tú.
A tenor de tu trayectoria, cuesta creer que aún te quede algún sueño por cumplir… ¿Es así?
Siempre fui bastante conformista; me maravillaba de las cosas que me iban pasando y siempre he disfrutado mucho de lo que voy haciendo. Sin embargo, ahora tengo muchos sueños. Me encantaría poner mi voz en una película de Disney. Y muchas cosas más. Espero no dejar nunca de soñar.
La combinación “mujer y joven” no parece estar en el imaginario de los pacientes del servicio de neurocirugía del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín, donde esta agaetense de corazón ejerce su profesión desde 2008, cuando empezó su residencia.
Y es que muchas son las anécdotas que puede contar en relación a su credibilidad inicial como neurocirujana, a tenor de ambas circunstancias. Sin embargo, su buena reputación ha ido en aumento gracias a su tesón, precedido de la excelencia académica, pues también es Doctora en Medicina, y de la gran cantidad de casos que, a través de sus privilegiadas manos, ha conseguido la curación.
Todo ello, además, combinado con la doble maternidad, que, aunque “es lo más bonito del mundo”, implica redoblar esfuerzos y apoyarse en la familia para poder sobrellevarlo: “Tengo la suerte de que mi pareja no se dedica a esto y puede estar con los niños al 100%, porque si los dos fuéramos médicos, sería muy complicado conciliar”.
¿Por qué elegiste la carrera de Medicina?
Estudié Medicina por vocación. Desde muy pequeñita, desde que tenía la edad que tiene ahora mi hijo Pedro, con 5-6 años más o menos, siempre me preguntaban qué quieres ser de mayor y yo contestaba que médico. Lo tuve siempre claro; había una herida y yo iba a curarla.
¿Y por qué te decantaste por esta especialidad?
En tercero de Medicina ya te vas direccionando, bien a una parte médica o a una especialidad quirúrgica. Yo ahí ya me di cuenta de que lo mío era la cirugía. Y luego, ya en cuarto, vi neurocirugía y supe que me dedicaría a ello, porque es una cirugía muy diferente a las demás, es muy limpia y no tiene nada que ver con otras partes. Además, me gusta la parte microquirúrgica, porque en neurocirugía hay que utilizar el microscopio y a mí me gustaba ese trabajo de precisión. Y también porque es una especialidad donde todavía hay muchas cosas por descubrir, por lo que, si algún día me canso de operar, también puedo dedicarme a la parte de investigación, que en otras ramas está todo más estudiado ya.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Sin duda, operar. Me puedo pasar horas en el quirófano y no me canso. Además, nunca nos aburrimos, porque a nuestro horario hay que sumarle las guardias, el día que se pasa consulta, donde vemos principalmente patologías de columna, aunque a veces llegan de otro tipo, como tumores. También pasamos por planta y tenemos pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos. Por otro lado, dedicamos tiempo a estudiar y a realizar informes, más un día o dos a la semana para operar.
¿Cuál ha sido la operación más larga que has realizado?
Una de un tumor bastante complicado, que realicé con otro compañero. Yo era residente aún y recuerdo que salí a las 9 y media de la noche, después de haber empezado a las 8 de la mañana. Era un tumor en una zona un poco complicada.
¿Qué casos recuerdas por sorprendentes?
La verdad que he visto muchos casos de gravedad, que los luchas y los pacientes te sorprenden. Me viene a la mente el de un chico de 20 años que venía de Lanzarote y que había tenido un accidente con el monopatín. Tenía un hematoma epidural en la cabeza y lo operé de madrugada. Luego me fui a casa, pero tuve que volver para ponerle un drenaje, porque se complicó un poco más todavía. Al día siguiente, lo operó mi compañero del otro lado, es decir, era un paciente con varias lesiones dentro de la cabeza. Milagrosamente, salió adelante y ha vuelto a su vida académica. Hablaba cuatro idiomas y sigue dominándolos. A veces, aunque le veas un escáner muy feo y pienses, son tres cirugías complejas en un mismo fin de semana, consigue recuperarse. Entonces, te llena de orgullo comprobar que mi vocación le ha salvado la vida a una persona.
¿Sientes que la maternidad te ha frenado en tu trayectoria profesional?
No considero que mis hijos me hayan frenado, ni mucho menos, porque además he hecho otro tipo de trabajo como seguir estudiando. Cuando el primero, hice la tesis doctoral y, con el segundo, me preparé el temario de una oposición e hice un máster, sobre todo para mantener la agilidad mental y, con respecto a la física, cuando vuelves a operar, en dos semanas ya estás como si nada. No considero que me haya frenado la maternidad y es lo más bonito que hay.
¿Existe la conciliación en tu actividad profesional?
Eso es más difícil, pero por suerte tengo una pareja que no se dedica a esto y puede estar con los niños al 100%. Si los dos fuéramos médicos sería muy complicado conciliar. También es verdad que los niños me demandan un montón y, a veces, tengo que irme de madrugada y, al día siguiente, estoy durmiendo por la mañana… Así que conciliar es difícil.
¿Qué le dirías a tus hijos si quisieran estudiar Medicina?
Yo no les voy a inculcar que lo estudien, sino que hagan lo que quieran en la vida, que yo les apoyaré. En cualquier caso, es verdad que es un sacrificio, pero me quedo con los casos que han salido adelante, como el chico del monopatín, que lo veo por la calle como si no le hubiera pasado nada, por lo que, sin duda, vale la pena.
Yo les apoyaré en lo que hagan, pero si no es vocacional, lo pasarían muy mal en esta especialidad, porque aun siéndolo, implica una responsabilidad que te pesa un montón. Te llevas los pacientes a casa, como digo yo.
¿Has tenido algún problema en tu gremio por el hecho de ser mujer?
A veces he sentido que tengo que demostrar más por ser mujer, porque prácticamente soy la primera neurocirujana aquí en muchos años. Y no es por mis compañeros, que son maravillosos, sino que tú misma no quieres que te vean menos fuerte que ellos por el hecho de ser mujer. Es algo que me impongo yo, no mi entorno laboral.
¿Y con los pacientes?
Problemas no, pero confusiones muchas. A veces, cuando voy a informar a un paciente y a su familia, me preguntan si después les hablará el médico. Hay un hándicap importante en ser mujer y ser joven, que no lo llevan bien los pacientes.
¿Cómo ha afectado el COVID-19 en tu especialidad?
La pandemia ha afectado en la lista de espera, porque hay muchos pacientes que se han quedado estancados, porque los quirófanos están cerrados. La medida ha sido muy acertada, pero ha supuesto que muchos pacientes hayan empeorado su calidad de vida en este tiempo. Con respecto a la neurocirugía, no hemos dejado de operar lo que ha sido urgente y oncológico. Todas mis guardias, durante esta época, las he hecho sin dudar, pero es verdad que te acuerdas de esa gente que se ha quedado a la espera.
Y para finalizar… ¿Cómo vive una neurocirujana en Agaete?
Es el lugar perfecto para vivir y desconectar del trabajo. Me encanta pasear por Las Nieves, el pueblo y, sobre todo, pasar un ratito en El Perola. Lo más que me gusta es que la gente no sabe a qué me dedico, lo que me permite olvidarme de mi día a día.
Tras una brillante trayectoria como jugadora en categorías base, en las que formaba parte del laureado Sandra Gran Canaria (ahora SPAR), y tras haber ejercido como entrenadora en este y otros clubes de la isla, las responsabilidades laborales la forzaron a probar suerte en el arbitraje como única opción posible para seguir disfrutando de su pasión: el baloncesto.
Y no le ha ido nada mal a esta galdense de 38 años desde que, en 2013, a raíz del curso de captación del comité de árbitros grancanario y con “mucho trabajo, ganas e ilusión”, cambiara de rol para lucir la camiseta que implica la imparcialidad en la cancha,
alcanzando la cima, la temporada pasada, al ascender a Primera División Masculina,
así como siendo convocada para pitar sendas finales de Campeonatos de Canarias y partidos de la tradicional Summer League y del torneo internacional Global Jam, que reúne a los jugadores sub19 más talentosos del mundo.
En cualquier caso, y a pesar de invertir en el deporte de la canasta muchísimo tiempo y esfuerzo desde que era una niña, no lo siente como un sacrificio, ya que “gran parte de mi vida, como mis amigos, tienen que ver con él; además, me ayuda a desconectar de todo y a la vez me aporta mucho en mi día a día”. “Lo he echado de menos estos últimos meses”, matiza.
Por otro lado, subraya que el hecho de ser mujer no la ha amedrentado a la hora de dirigir encuentros masculinos:
“Me he visto arbitrando a jugadores de dos metros o más y tener que mirar hacia arriba o que casi me pisen cuando hacen un mate”, al tiempo que añade:
“Aún estamos muy lejos de la igualdad, pero parece que vamos por buen camino con las dos chicas que ahora mismo están en la Liga ACB”.
Como anécdota, recuerda haber expulsado a un jugador “por acordarse de mi madre” y que, en la actualidad, no solo sea uno de sus amigos “más queridos”, sino también compañero del comité de árbitros; al igual que Madai, al que considera un gran apoyo “porque siempre estaba para bajarme de la nube cuando me lo creía un poco, al igual que para recordarme que esto se trabaja día a día, que nadie regala nada”.
Del futuro, Yurena espera “poder hacer mi trabajo lo mejor posible y pasar desapercibida”, así como desea que la gente tome consciencia de que “los árbitros somos parte del juego; no vamos a favor o en contra de nadie, que nos gusta esto como a ellos y que trabajamos lo mismo o más que los equipos para lograr dar el máximo en cada partido”.
He contado tantas veces mi historia en estos últimos diez años, que hacerlo de manera diferente y sentirla de nuevo como algo especial, he de reconocer que no ha sido tarea sencilla. Diez años han dado para muchas entrevistas de radio, prensa o televisión, participar en el Parlamento de Canarias o intervenir en el Senado en Madrid, incluso para haber participado en al menos las páginas de tres libros, así que, a corazón descubierto y siendo honesta conmigo, creo que todo comenzó cuando yo era adolescente y ya comenzaba a sentir que la maternidad sería algo importante en mi vida. Hoy, más de treinta y cinco años después, me atrevería a decir que está sobrevalorada y que ser madre no es una meta, pero, por aquel entonces en el instituto, a mí me parecía la aventura más bonita del mundo sin saber lo que el universo me tenía reservado…
Hay diferentes maneras de ser mamá y la adopción en mi corazón cada vez que lo pensaba iba ganando la partida a cualquier otra opción de maternidad, porque pensaba que el mundo estaba lleno de peques que no tenían alguien que les cuidara y yo siempre decía que quería ser madre “de un niñ@ del mundo” y, por supuesto, así se lo hice saber a mi “noviete del instituto”, que se convirtió en mi marido y mi mejor compañero de vida, treinta y seis años después.
Claro que también queríamos un bebé que tuviera nuestros genes, esa curiosidad de cómo sería alguien mitad tú y mitad yo, pero la adopción seguía ganando.
Para adoptar en España debes tener 30 años y poder inscribirme como pareja adoptante fue mi regalo de mis 30 primaveras, 0072/2005, nuestro número de registro en menores que, sin saberlo, era el comienzo de mi gran aventura de vida. Y no era sólo el hecho de convertirme en mamá, supuestamente dieciocho meses después, que se convirtieron en más de cinco años de espera, tenía que ver con qué hij@ había elegido el universo para mí, la pieza del puzzle de mi vida que yo desconocía.
El 26 de agosto de 2010 en Guangdong, China, cogía por primera vez en brazos a mi bebé, que ese día cumplía nueve meses, pero pesaba tan sólo seis kilos doscientos gramos. Sin duda, llegaba para llenar nuestra casa de mucho más de lo que podíamos imaginar. Hoy lo pienso y ya el universo nos mandó alguna pista antes de tenerlo en brazos, pero todas esas pistas no las ves, porque no estás preparada para verlas.
Comenzamos nuestra maternidad y paternidad llenos de ilusión, y el 31 de diciembre de ese mismo año estábamos embarazados de nuestra segunda hija, así que, ahora que lo pienso, el 2010 fue un año que nos cambió la vida para siempre. Nuestr@s hij@s se llevan veintidós meses y en un año fuimos papis de dos, algo que me costó interiorizar como un año y medio y lo recuerdo perfectamente, porque después de veinticinco años viviendo juntos, fueron muchos cambios en sólo 12 meses, porque el 20 de agosto del 2011 ya estaba la familia al completo. Ella es, sin duda, la hermana perfecta, su fiel aliada y defensora, tardó porque tenía que ser ella; el universo volvía a acertar de plano y yo todavía no era consciente de ello.
Antes de los tres años ya notábamos que algo no terminaba de “encajar” y confieso que a menudo pensaba que el orfanato donde mi bebé había estado sus primeros nueve meses de vida junto a un embarazo que no sabíamos cómo había sido eran “los culpables” de algo a lo que no sabíamos poner nombre exactamente. Nuestro bebé sentíamos que no era del todo feliz y, además, teníamos la suerte de tener a su hermana y las comparaciones, si bien pueden ser odiosas, a nosotros nos servían de “termómetro familiar” y, sin saber muy bien, que mi marido decía: “tiene un rebumbio por dentro”, pero lo achacábamos a su pasado, sin imaginar que estaba todo por hacer en su futuro y que cada día nos acercábamos más a lo que se convertiría en la gran aventura de nuestras vidas como familia, pero también como personas para cada uno de nosotros.
Hoy me gusta decir que hay veces que a las familias “nos pica el alma” y hay que pararse a ver el por qué y eso fue lo que hicimos. Comenzamos a buscar información cuando, tras una charla sobre Diversidad Sexual en el AMPA del colegio, todo comenzó a tener sentido… Recuerdo que hablaron sobre homosexualidad y yo pensé: tengo que ponerme al día porque yo quiero que mis hij@s sean libres de amar a quién les dé la gana y para ello he de transmitírselo yo de la mejor manera que pueda. Pero, después, la ponente comenzó a hablar sobre la TRANSEXUALIDAD en la infancia y en la adolescencia, y ahí sentí que estaban hablando de mi peque. Cada ejemplo era alguno de los episodios que vivíamos en casa a diario y aquello que papá llamaba “REBUMBIO”, en realidad era transexualidad. Cómo era posible que con cuarenta años que yo tenía en ese momento no tuviese ni idea de que la identidad sexual era algo intrínseco a la persona, que nada tenía que ver con la orientación del deseo (porque habíamos pensado que quizás era una “niña muy masculina”), pero la realidad es que nos faltaba la información correcta para entender que los cuerpos son diversos, que una vulva o un pene no te hacen el hombre o la mujer que eres, y que cuando puedes expresar quién eres por dentro, independientemente del cuerpo que tengas, las familias no podemos más que acompañar los procesos, sin prisa, pero sin pausa, a su lado, de la mano y con el amor más verdadero que conozco. El que te permite ser sin cuestionarte, el que se revisa por si como madre se está equivocando, el que no juzga, el que desaprende para volver a aprender y el que, por supuesto, defiende TU IDENTIDAD allá donde haga falta…
Y así es como comienza nuestra verdadera aventura, amándote tal y como eres, como el niño que siempre fuiste y nos faltó la información adecuada para verte de primeras, y contándole al mundo que, a pesar de tener cuatro años, eras quien nos decías que eras, porque entenderlo hizo que tus enfados y tu rebumbio se tornasen sonrisas y felicidad.
Algo tan sencillo como entender que la identidad de género tiene que ver con quién tú sientes que eres, mientras que la orientación sexual se refiere a quién te atrae, QUIÉN SOY frente a QUIÉN ME GUSTA, conceptos sencillos que mucha gente todavía hoy desconoce y sigue confundiendo la homosexualidad con la transexualidad y nada tienen que ver. Porque una persona trans* también puede ser homosexual, igual que ocurre con las personas cis, que no siendo trans, también podemos ser gays o lesbianas…
En tu quinto cumpleaños le dijimos al mundo que eras David, el niño que siempre estuvo y que no veíamos porque a papá y a mamá nadie hasta entonces les había explicado que la transexualidad infantil era una realidad y que los cuerpos diversos también, pero lo más importante es que tú habías llegado a nuestras vidas no sólo para ser el maestro de ellas, sino para ser feliz y esa era nuestra principal meta. ¡Eras perfecto!
Allá por el 2014, la realidad de las infancias trans en Canarias era casi desconocida, había algunos adolescentes en la única entidad LGTBI de aquellos años en Gran Canaria y nuestra llegada supuso la corroboración de lo que sospechaban, que las infancias trans existían. Pero llegábamos a una sociedad que no nos esperaba, que no era amable, que nos cuestionaba, nos juzgaba y nos miraba mal, pero lo peor es que esta sociedad dejaba a mi peque desamparado y sin ninguna Ley que lo protegiera. Parece de locos porque las infancias se cuidan y se protegen, pero la realidad es que eso sólo ocurre con las infancias CIS (personas que no son trans*), aquellas que como mi segunda hija cumplen con los roles de género y es una niña que siente que lo es desde siempre, y nadie ha dudado de ello, pero las infancias TRANS diez años después se siguen cuestionando. Así que como mi hijo no era menos que su hermana, si no había leyes que lo protegieran, yo iba a gritarlo a los cuatro vientos para que la sociedad se avergonzase y comprendiera que mi hijo no sólo era real, sino que merecía los mismos derechos humanos que su hermana. Y por lo tanto una infancia y una adolescencia felices.
En marzo de 2015, después de buscar en la isla referentes para mi hijo, de su edad en la entidad que había y sólo encontrar personas adultas y algún adolescente muy mayor, decidimos buscar fuera de Canarias, llegando a ser parte del segundo encuentro de familias de menores trans de España. Fue una experiencia tan enriquecedora y que nos dio mucha calma, porque eran familias con infancias trans como la nuestra y nos sentimos muy identificados y arropados, y pensamos: “si en Canarias no hay ninguna asociación de padres y madres de menores transexuales, la montamos nosotros” … Y así fue como en junio 2015 fundo Chrysallis Canarias A.F.M.T, Asociación de Familias con Menores Transexuales, que, años más tarde, pasaría a denominarse Asociación de infancias y juventudes trans* y cuya presidencia he asumido hasta marzo del 2023, con ilusión, no con pocas piedras en el camino, pero muy feliz por poder tender la mano a muchas familias a las que en algún momento también “les picaba el alma” y sabían que tenían una personita trans en casa a la que había que acompañar y que confiaran en mí, sin conocerme, para vivir sus tránsitos a mi lado, siendo su TRANSmadrina, que es un regalo con el que yo no contaba cuando en el instituto soñaba con ser mamá de un peque del mundo. El universo fue tan generoso que me dio el que completaba el puzzle de mi vida, porque con él llegó la misión más bonita que conozco y que llevo viviendo casi una década. Cada acompañamiento forma parte de mi historia vital y verles crecer y convertirse en hombres y mujeres felices, es lo más bonito del mundo. Reconozco que se me cae la baba con cada une de elles. En todos estos años como presidenta de la entidad no cesaron las entrevistas en radios, televisiones o prensa, sensibilización a docentes y pediatras, muchos debates donde lo fácil era tildarme de madre permisiva y quizás algo loca, porque, como era una adopción, yo no sabía ser una “verdadera madre”… Si fuera por esos comentarios, junto con las miradas que parecían cuchillos, hoy estaría muerta, pero mirarlo, ver esa sonrisa en su cara, reconocer que antes nunca le había visto sonreír así, disipaba todas mis dudas y me daba la gasolina que necesitaba para volver a enfrentarme a cualquier opinión que lo cuestionara. Para eso estaba yo, para defenderlo del CIStema y para TRANSformarlo.
A mis tareas de mamá y arquitecta (que es mi profesión), añadí la de ACTIVISTA de corazón, que finalmente sería mi misión de vida y que, en la actualidad, es mi día a día.
En estos años, hemos logrado una Canarias más diversa, he participado desde el 2015 de forma activa en el activismo LGTBI canario, en la redacción del protocolo para el alumnado trans de Canarias, que era mi primera meta, porque mi hijo transitó en infantil de 5 años y que se le tratara como el niño que era, sin cuestionarlo, era una necesidad vital, ya que nuestres hijes pasan a veces más tiempo en el cole que en casa. Más tarde el protocolo sanitario, al que le siguió una Ley Canaria, que es de las mejores de España. La tarjeta sanitaria o el bono de transporte fueron algunos de esos logros que hubo que pelear en los despachos, sensibilizando a empresarios y políticos de todos los colores.
Hoy mi hijo, con casi 15 años, es un adolescente que vive su vida como el resto de sus iguales, sin ser una persona trans visible, pero orgulloso del trabajo de su madre. Hace un año comencé un proyecto personal de sensibilización empresarial, preparando el camino para la que será la siguiente etapa vital de mis hij@s, ya que el empleo es el “cole” de los mayores y, sinceramente, creo que las empresas no están preparadas para recibir a les jóvenes diverses que se vienen. Tenemos por primera vez en España una ley LGTBIQ+ que recoge en su articulado la empleabilidad para las personas del colectivo y hemos de defenderlo, porque nuestres peques crecen y, en ocasiones, llegan a secundaria y se “armarizan” o a los puestos de trabajo y también se esconden, a pesar de ser una generación formada, siguen teniendo miedo de ser cuestionades en sus empleos por su identidad u orientación y se callan, en ocasiones han de elegir entre SER o COMER y eso es algo inhumano que no quiero que vivan mis hij@s. Además, creo firmemente que las empresas que no se pongan al día perderán mucho TALENTO, que se irá allí donde sea bien recibido, porque todas las personas brillamos allí donde se nos valora y necesitamos ser parte de un proyecto común para dar cada día lo mejor de nosotres.
Si ya en el pasado me tocó abrir mil y una puertas sensibilizando a profes y pediatras, hoy sigo porque su vida continúa, tocando las puertas de las personas responsables de empresas, recursos humanos, que serán parte de la vida adulta de todes mis chiques, con la certeza de que hay que hacerlo y la ilusión de seguir “SEMBRANDO BONITO mi metro cuadrado”.
Además, estoy segura de que será un WIN, WIN, WIN: gana la empresa por convertirse en un espacio de seguridad para todas las personas que trabajan en ella, ganan les trabajadores porque pueden ser libres de ser y eso te genera paz, yo al menos sí soy más productiva y talentosa. Y, por último, gana el cliente que se siente en un lugar donde se respetan sus colores y su diversidad, y eso le genera tranquilidad y repetirá.
Sólo espero que tú también te animes a “sembrar bonito” conmigo y dejemos como legado un mundo donde todas las personas tengamos cabida y los mismos derechos humanos.
Tú también puedes ser parte de la evolución y no de la involución, poque aquella sociedad que no recuerda su historia, sus errores, está condenada a repetirlos. Y yo no quiero vivir lo que vivieron mis abuelos, incluso mis padres, quiero una sociedad donde mis hij@s sean libres de ser y de amar… ¿me ayudas?
¡Hola! Soy Olga Sosa, interiorista, monitora sociocultural, escaparatista y diseñadora de muñecas customizadas. Quiero compartir con todos ustedes, mediante la oportunidad que me da la plataforma MAS NOSOTRAS, mi historia de crecimiento personal a través de mi vocación y del arte. Comentar que de pequeña sufrí varios episodios de bullying, que no identifiqué como tal hasta la edad adulta por falta de información.
Nací en Las Palmas de Gran Canaria y, desde pequeña, empecé a destacar por mi talento para el arte y el dibujo, además de las manualidades. Uno de mis regalos de navidad fue un caballete, con su juego de pinceles, lienzos y óleos, y un manual de pintura al óleo.
Crecí rodeada de telas y materiales de arte, pues tanto mi abuela como mi madre se dedicaron a la costura. En casa siempre se fomentó el aprovechamiento de todo tipo de materiales: “No lo tires, guárdalo por si más adelante hace falta”, me decían.
Cuando tenía 12 años nos mudamos a vivir a un pueblo del centro de la isla, hecho que marcó mi adolescencia en el ámbito creativo. Dadas las carencias de mi pueblo en alternativas de ocio y cultura para los jóvenes, se fomentó en mí -aún más- el sentido de la imaginación.
Uno de los entretenimientos en los calurosos veranos del pueblo era la fabricación de complementos y bisutería con cables, cordones y cintas, sobrantes de diversos trabajos, que nuestras abuelas nos daban para entretenernos, además de improvisar pases de modelos con las numerosas telas que guardaba mi abuela.
Al llegar la adolescencia, empecé a confeccionar los complementos de los numerosos disfraces que cosía mi madre para disfrazarnos (mis padres, mis hermanos y yo) en carnaval, siendo la admiración de toda la familia por su nivel.
Tras acabar la secundaria me fui a la actual EASD en Las Palmas de Gran Canaria, en la rama de diseño de interiores. Comencé mi carrera en el sector del mueble, compaginándola con experiencias laborales por cuenta propia en la rama de interiorismo, diseño de carteles y monitora de talleres para jóvenes.
En los últimos años estoy cumpliendo mi sueño personal, que no es otro que el de tener mi propio negocio de decoración e interiorismo sostenible, llamado Chumbera Studio. Es en el momento actual cuando me siento preparada mentalmente para ello, tras todos estos años de experiencia laboral y personal, y el bagaje de cultura del reciclaje y filosofía 3R, fuertemente interiorizado y adquirido en el seno familiar.
Una de mis aficiones que quiero destacar, por las grandes satisfacciones que me ha aportado, es la customización de muñecas estilo Barbie, pues mediante ellas he explorado un campo más de mi creatividad, como el diseño de vestuario a pequeña escala. Bajo el seudónimo Devotchka74, esta customización de muñecas es una expresión más de la individualidad y unicidad de cada persona, frente al sistema que pretende convertirnos en objetos producidos en serie.
Esta afición proviene de las muñecas con las que jugaba de pequeña, unido a la cultura del reciclaje y el gusto por la moda que se respiraba en casa.
Disfruto mucho con todo el proceso de diseño y confección, hecho enteramente a mano. He tenido la oportunidad de realizar numerosas exposiciones en locales de ocio, ferias, y mercadillos, siendo el Big Bang Vintage Market la más reciente ocasión.
La vida es un misterio. También es un regalo y, a la par, es mágica.
Se nos puede hacer eterna y, a la vez, pasar como un suspiro. Como un rayo de luz que por minutos brilla y se esfuma.
Nunca he podido estar bajo el agua ni un segundo, tampoco en lo alto de un edificio y menos, en un lugar cerrado, pero fui la aurora que, por única vez en la vida, me mantuve nueve meses dentro de un embalse suave, de agua tibia y con aromas a rosas. Un lugar donde, a pesar de su estrechez, de su semipenumbra, había unos latidos cercanos que me hacían feliz.
El lucero de la mañana me recibió y, a partir de ahí, nunca volví a ese lugar que vio mi desarrollo desde una minúscula semilla.
Bien sabido es que la aurora es el nacer de un nuevo día. Es abrir los ojos y enfrentarte a un astro que nos deslumbra, pero, a la vez, nos da calor, vida… ¡Hace que todas las veredas florezcan y eso, quieras o no, te empuja hacia adelante!!
Caminante no hay camino, se hace camino al andar (eso dice el poeta)
Mis primeros pasos fueron lentamente, a ciegas, pero tenía que caminar. Tenía que llegar fuera como fuera, al ocaso. Y lo hice con sus segundos, horas, con sus años…. Entre el amanecer y anochecer, preguntas sin responder, caídas, resurgir cual ave Fénix. Muchas incertidumbres, alegrías, tristezas… todo eso me acompañó. ¿Dije alegrías? Sí, dije bien. No puedes sentir más que alegría cuando entre la aurora y el ocaso, la naturaleza te hace el más amoroso de los regalos. ¡Ponen en tus manos un lucero, ponen en tus manos una Estrellita que son quienes te alumbran tu espacio, tu vida!!!
Pero, los silencios siguen ahí. Por todas las Diosas… ¿hasta cuándo? No preguntes y… ¡camina, camina!!! ¡Tienes que llegar! ¡Eres capaz de ello!!
Y claro que caminé… caminé y derribé barreras. Atravesé caminos escarpados, crucé las oscuridades. Abrí una puerta perennemente cerrada y de allí salieron de su interior, los sonidos de miles de violines tocando.
Los silencios hablaron y llegué. Sí, llegué. Me esperaba el ocaso, pero no oscuro. Me esperaba lleno de luz, me esperaban renovadas energías…. Me esperaba ella desbordante de amor que me envolvió con toda su ternura. Que me dio su mano y me dijo: ¿caminamos juntas? Que le di la mía y le dije: ¿volamos juntas? ¡Volemos libres! Vivamos!!!
En el marco de la edición especial del 28 de junio, Día del Orgullo LGTBIQ+, quisiera compartir una reflexión que va más allá de la celebración y la visibilidad de la comunidad LGTBIQ+. Este día representa una oportunidad invaluable para enfatizar nuestro compromiso con la diversidad y la inclusión de todas las personas, sin importar lo complejas sean sus realidades de vida.
En mi trayectoria como mentora, coach, deportista, y Responsable de RRHH he aprendido que la diversidad no es solo una cuestión de orientación sexual o identidad de género. Cada individuo lleva consigo una historia única, con desafíos y vivencias que muchas veces pasan desapercibidas. En este sentido, la verdadera inclusión radica en la capacidad de entender y aceptar la complejidad de las experiencias humanas.
Informarse para Comprender
Es crucial estar informados y educarnos continuamente para poder entender las realidades que viven los demás. La falta de información y la ignorancia son las raíces de muchos prejuicios y actitudes discriminatorias. La empatía y la comprensión solo pueden florecer cuando nos tomamos el tiempo para aprender, con un interés sincero, sobre las experiencias ajenas.
Un Apoyo Genuino
El apoyo a la diversidad debe ser genuino y no limitarse a gestos superficiales desde detrás de una pantalla. La discriminación que enfrentan muchas personas, especialmente dentro de la comunidad LGTBIQ+, a menudo es silenciosa y pasa inadvertida para aquellos que no son sensibles a estas realidades. El apoyo real implica acción y presencia constante, más allá de las palabras.
La Concepción del “Armario”
Existe una concepción común sobre el “armario” como un lugar del que las personas LGTBIQ+ salen y nunca más vuelven a entrar. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Muchas personas se ven obligadas a dar explicaciones constantes sobre su vida, corregir percepciones erróneas y reafirmar su identidad de manera continua. Esta lucha no es exclusiva de la comunidad LGTBIQ+, sino que afecta a todas las personas que sienten que no pueden ser verdaderamente ellas mismas.
La Importancia de Ser Uno Mismo
Nos olvidamos con frecuencia que, si pudiéramos leer los pensamientos y sentimientos de los demás, nos asombraríamos de cuántas personas no se atreven a ser auténticas. Vivir una vida alineada con quienes somos en realidad es esencial para nuestro bienestar y felicidad. La falta de coherencia entre nuestra identidad interna y la vida externa puede llevar a una profunda insatisfacción y frustración.
Liderarse con Orgullo
Aceptar y honrar nuestras realidades, por complejas que sean, es fundamental para vivir una vida plena y significativa. Mi misión es ayudar a las personas a liderarse con orgullo, conquistando la calma, la paz mental y el equilibrio emocional. Después de veinte años de carrera en el ámbito de recursos humanos, decidí hacer un cambio profundo en mi vida y dedicarme a esta misión. Como una de las veinte mejores corredoras de la ITRA (Internnational Trail Running Association), he aprendido que la verdadera victoria no está en los logros externos, sino en la capacidad de vivir auténticamente.
Mi historia personal también refleja este compromiso. Soy sobreviviente de abuso sexual infantil y decidí apoyarme en el perdón y aferrarme a lo que me gusta estar viva. He trabajado duramente para hacer de mi vida un lugar seguro y del que estar orgullosa. Tras muchos años de atravesar y superar el dolor, la frustración y la incomodidad aprendí la importancia de liderarse con orgullo, desde la calma, la tranquilidad y la paz mental.
El regalo de la vida es maravilloso y merece todo el esfuerzo para reclamar nuestro lugar en el mundo. Mi compromiso es ayudar a otras personas a encontrar la fuerza y el coraje para vivir la vida que merecen, sin miedo, vergüenza ni culpa.
En este Día del Orgullo, recordemos que la diversidad y la inclusión son valores que debemos practicar diariamente. No se trata solo de aceptar a los demás, sino de crear un entorno en el que todos se sientan seguros y libres para ser quienes son. Vivamos y lideremos con orgullo, por nosotros mismos y por los demás.