“Desea con todas sus fuerzas que todos los seres humanos puedan transitar por el mundo sin tener que jugarse la vida en rutas peligrosas”

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Por Sara Fresno (Gran Canaria)

Sara en siete días cumplirá 45 años… el ecuador de su vida, así lo siente ella. Sin saber, por supuesto, si llegará a los 90, pero le gusta pensarlo.

Sara tiene un apellido que le encanta: Fresno, nombre de árbol.

Nació en Gran Canaria, en una familia llena de mujeres. Su madre, a los 13 días de parir, volvió a trabajar y un clan de mujeres amorosas la arroparon en el barrio de La Isleta.

Pero su padre era leonés y, cuando viajaba en verano a ver a su familia, ya le asombraban las diferencias culturales entre la rudeza de un pequeño pueblo y la variopinta ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Quizás, esas fueron las semillas de su curiosidad por conocer otros mundos.

Cuando tuvo que elegir qué estudiar, tenía claro que quería irse fuera. Sentía el mundo a sus pies y no quería quedarse quieta. Su padre le animó a irse a Salamanca, pero ella no quería vivir lejos del mar. Creía que se ahogaría.

Se decidió por Tenerife. De la psicología le gustó su definición: ciencia que estudia el comportamiento humano, porque el resto de la carrera, no le aportó mucho. Sin embargo, la vida asociativa le enseñó muchas cosas.

A los dos años de estudiar y no aprender, quiso parar y viajar, y así fue como llegó a Guatemala con 20 añitos por primera vez. Cuando siente miedo, le gusta recordar lo valiente que fue en aquella ocasión.

Y así comenzaron varias idas y venidas a ese hermoso país. Y es totalmente consciente de que siempre que habla de cosas fundamentales, Guatemala aparece como fuente del aprendizaje.

En la actualidad, vive en el norte de Francia, pero, sin embargo, no sabe dónde estará en el septiembre próximo. Y eso le gusta.

También sabe que comenzar de cero no es fácil, que cualquier mínimo paso es un gran reto, pero, sin embargo, atravesarlos le ayuda a valorar las cosas importantes de la vida y ser más agradecida. Pilares fundamentales de su vida.

Ya no viaja sola, va con su maravillosa pareja y su hijo Nasser.

Si miras su currículum, encuentras una gran variedad de experiencias; le cuesta quitar alguna, porque todas fueron valiosísimas para ella. Todas sumaron lo que es Sara en la actualidad.

Y hoy en día, es una mujer que se dedica a estudiar la lengua del país donde vive y a colaborar con diferentes asociaciones vinculadas al mundo de la migración, exactamente con Protegeons les Migrants en Francia y Somos Red en Gran Canaria.

Ella sabe perfectamente que es una migrante de primera clase, porque su pasaporte ayuda en muchos lugares, lo que le hace sentir injustamente privilegiada.

Desea con todas sus fuerzas que todos los seres humanos puedan transitar por el mundo sin tener que jugarse la vida en rutas peligrosas. Por su trabajo con estas organizaciones, es muy consciente de la cantidad de personas que mueren y desaparecen a diario en busca de una vida mejor. Ella simplemente intenta acompañar a los familiares de desaparecidos a entender lo que ha pasado.

Se siente puente, entre el norte y el sur, donde, a pesar de sus grandes diferencias, existe siempre una posibilidad de unión y solidaridad.

Cuando se junta con sus compañeros y compañeras de clase provenientes de rincones muy dispares (Siria, Congo, Sudan, Cabo Verde, Kosovo, Mongolia, Turquía…) se siente una afortunada. En esos espacios de diversidad cultural, es donde más feliz está, le encanta mirar al otro, escucharlo, intentar comprenderlo, acompañarlo…

Sabe que la gente es buena. Se niega rotundamente a pensar lo contrario. Cree en la humanidad de los seres humanos y en su inmensa generosidad. Y es tan radical con esta idea, que incluso cree en la bondad de las personas, que, por diferentes circunstancias, ya sean sociales, familiares o económicas, puedan haber hecho algún tipo de mal.

Cada día tiene la necesidad de parar y fijarse en las pequeñas cosas, en la belleza de la sencillez, en lo hermoso de lo cotidiano y sentir la divinidad en ello. Intenta mirar al cielo, treinta segundos, dos minutos, lo que pueda.

Una vez miró un pájaro y se convierto en él. Fue en el desierto mexicano, después de haber participado en una ceremonia. Estaba en su interior, volaba, el viento le daba en la cara, podía ir donde las alas le llevasen. Ese día comprendió que absolutamente TODOS (seres humanos, animales, plantas, etc.) formamos parte de lo mismo y que cualquier elemento de ese sistema tiene muchísimo valor, porque en el fondo, aunque no podamos percibirlo, nosotros somos ellos. NOSOTROS SON. Todos somos lo mismo.

Como propósito, Sara tiene seguir creciendo, sigue sin querer quedarse quieta, ni por dentro ni por fuera, pero en el momento actual, como madre de Nasser, Sara crecerá con él.

Intentará que su hijo se enriquezca con la diversidad de culturas del mundo. Con sus pueblos y sus lugares. Con sus valores y tradiciones. Porque quiere que tenga una mente abierta. Que sea sensible a la realidad y al sufrimiento de los demás. Que tenga siempre presente la importancia de promover la solidaridad y la justicia. Que sea capaz de ver con humildad lo que el otro le puede aportar. Que viva con optimismo y agradecimiento. Que sepa de la importancia de la familia y de lo imprescindible que es la amistad. Del sentirse hermano con todos y todas. Que sea franco cuando lo que busque sea la fraternidad. Que no sienta angustia por el futuro y que, sin perder la memoria, tampoco se sienta atado y condicionado por sus experiencias pasadas. Que sepa descubrir la belleza, simple y clara, de las cosas cotidianas. Que ame, respete y se sienta parte de la madre naturaleza. Que viva sencillamente con lo necesario. Que acepte sus debilidades y sepa ver sus fortalezas. Que sepa ver cuál es su camino en la vida y sea valiente para seguirlo.

Desea, en fin, que encuentre su YO verdadero. Aquel que nos une a nuestro espíritu, aquel que hace emerger todo lo que hay de noble en el ser humano, aquel que nos hace ver lo divino que habita en todos nosotros y en todas las cosas. Aquel que nos hace ser plenamente felices.

Desea, por último, que viva un mundo más equitativo, con respeto a los derechos humanos de todas las personas y en el que todos los pueblos habiten en paz y enriquecimiento mutuo.

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