Por Nazaret Suárez (Tejeda)
Desde que nací, hace 31 años, he vivido en Tejeda. Mi nombre es Nazaret y llevo mi pueblo por bandera, a donde quiera que vaya, con orgullo, cariño y amor.
Tejeda tiene un “qué se yo, yo que sé” que atrapa a toda persona que lo pisa.
Mis padres nos criaron a mí y a mi hermano en este pueblo cumbrero, humildemente y llenos de cariño. En mi familia siempre se ha priorizado el ser buena persona y tener buen corazón. Desde que tengo uso de razón, los recuerdo ayudando a los demás con lo que podían, por lo que el ser humanitario se instaló muy profundo en mí desde que era pequeña.
Fue en mi adolescencia cuando me di cuenta de muchas cosas: en una de mis sesiones con mi psicóloga, la cual trataba de calmar mi ansiedad hacia la vida en general, me di cuenta de algo:
– ¿Era libre de pensamientos o prisionera de ellos?
– Mi respuesta fue clara: Era una auténtica prisionera de la vida en general. No era libre mentalmente y eso me hacía no serlo tampoco en mi vida diaria.
No sabía cómo ni por dónde empezar, pero la intención estaba ahí y fue, años más tarde, cuando todo se me fue poniendo en el camino. Empecé a investigar o, más bien, a investigarme como persona. No quería ser el hamster que se pasa la vida dando vueltas a la rueda, quería ser yo. Y para eso decidí bajarme y observar-me.
No es fácil en esta sociedad salirte de los patrones establecidos. Personalmente, creo que todos/as tenemos un diamante en bruto en nuestro interior; ese diamante hay que pulirlo y limpiarlo para que podamos brillar más. Y así estuve yo unos años, puliéndome y limpiándome, creciendo personalmente. Rompí con todos mis pensamientos limitadores (yo no puedo, esto no es para mí, no sirvo para esto, es lo que me tocó vivir…). Me quedé quieta por primera vez en mi vida y me senté a observar y a analizarme, fue entonces cuando empecé a empoderarme y a cambiar todos los “NO” por los “SÍ”.
Desde 2014, practico hatha yoga, pero no fue hasta 2018 cuando me formé como instructora. Esto hizo que me aliase a la meditación como forma de vida.
He estado casi 2 años dando clases de yoga en un centro de fisioterapia, con la finalidad de ayudar a equilibrar el cuerpo y la mente de toda persona que entraba en mi sala. Aparte de esto, me formé en terapias complementarias, como el reiki y en péndulo hebreo. Terapias que me han ayudado a sanar cuerpo y mente a niveles extraordinarios. Terapias que me han cambiado la vida.
Hace poquito tuve la oportunidad de dar una pequeña sesión de meditación-relajación en un colegio. Realmente, creo que debería estar instalado en las aulas, porque, si desde pequeños aprendiésemos a conocernos, sería más fácil gestionar nuestra vida.
Como ven, mi vida está unida a la energía, así la definiría yo.
Y gracias a que tomé la decisión de conocerme personalmente, de crecer como persona y como mujer, mi vida dio giros insospechados y, a día de hoy, me encanta SER y no simplemente ESTAR.
Actualmente, estoy en un “parón” laboral y, mientras busco trabajo de administración, ayudo/empujo a un grupo de meditadores principiantes con los conocimientos que he adquirido bajo mi propia experiencia, cuelgo algún tutorial de yoga en mis redes sociales y hago alguna de mis terapias a toda persona que lo necesite.
Con el tiempo, he encontrado el equilibrio físico, emocional, mental y espiritual. Para seguir manteniéndome ahí, me trabajo a diario.
Personalmente, creo que estamos en un momento de transición, que esta pandemia es un buen trampolín para crecer a todos los niveles, que estamos aprendiendo a priorizar lo importante y a transformarnos hacia dónde queremos ir. Creo que el ser humano está SIEMPRE en continuo aprendizaje y que, si realmente te amas, tienes que cuidarte a todos los niveles.
Sé que todas estas terapias están y estarán vinculadas a mí de por vida, y ayudar a los demás con ellas es una de mis misiones de vida.
¿Cuál es la tuya?
¿Realmente ERES o simplemente ESTÁS?