Por Verónica Ramírez Santana (La Aldea de San Nicolás)
Mi nombre es Verónica y tengo 42 años. Soy la mayor de cinco hermanos, estoy casada y tengo dos hijos: Bentchey y Nast.
Soy aldeana. Nací y me crie en La Aldea de San Nicolás y, aunque actualmente vivo en Agaete, La Aldea es y será siempre mi pueblo, donde desarrollo mi actividad profesional y con el que me identifico, porque… “soy aldeana señor, yo no lo niego, no, no”.
Me dedico al sector de la automoción. Si me hubiesen preguntado años atrás qué quería ser de mayor, jamás hubiese dicho nada relacionado con esto. Es más, no quería ni sacarme el carnet de conducir. Una vez me empeñé en aprender a conducir, porque todos mis hermanos sabían, y casi acabamos en un barranco… ¡Qué recuerdos!
Aquí llegué de la mano de mi padre, Juan Ramírez. Él me enseñó todo lo relacionado con el negocio. De mi papá aprendí que hay que tratar a nuestros clientes como nos gustaría que nos trataran a nosotros… Haz el bien y no mires a quién. Pasado los años, mi padre se ha ido retirando poco a poco y dejándome las riendas. Entre tantas anécdotas, recuerdo que llegó un comercial, preguntado por “el jefe” o “el gerente”, y mi padre le contestó: aquí no hay jefe, hay jefa y tampoco está el gerente, está la gerente. Digo esto, porque damos por hecho que un sector como es el del automóvil, siempre tiene que ir emparejado a un hombre, y no es así. Yo soy el ejemplo: llevo 22 años en el sector, rompiendo techos de cristal para hacerme visible. Aprendiendo de los errores y sacando el lado bueno de lo no tan bueno. Pero ahí vamos, en el camino.
Cuando venía algún cliente, siempre preguntaba por mi padre, y yo le contestaba que él no se encontraba, pero que yo le podía atender, a lo que el cliente contestaba: “Prefiero venir cuando este él porque es el que entiende” … Poco a poco eso ha ido cambiando. Hoy en día Automóviles Ramírez tiene cara de mujer.
Ha cambiado tanto, que ya son cada vez más las mujeres que vienen a comprar sus coches solas sin sus parejas, algo difícil de imaginar hasta hace no mucho tiempo. Tienen independencia y autonomía para elegir y financiar sin tener que depender del sueldo y autorización de su pareja.
Al ser autónoma y madre de familia, el poder conciliar la vida profesional con la familiar no ha sido nada fácil, pero tengo una familia que me ayuda mucho, sobre todo mi madre. Mi padre también sigue ayudándome en el negocio cuando lo necesito. No me da la vida para agradecerles; sin ellos no hubiera sido posible.
Soy feliz con lo que hago, me encanta tratar con la gente y ayudarles en todo lo que pueda para adquirir sus vehículos. He vivido momentos realmente emotivos y emocionantes desarrollando mi profesión. Estoy muy agradecida a mi pueblo y a todos los clientes que cuentan con nuestro pequeño negocio; todos forman parte de esta familia.
Actualmente, curso la titulación de Perito de valoración de vehículos, una herramienta más para ofrecer al pueblo y a mi negocio.
Desde aquí quiero decir a todas las mujeres y hombres que no hay color en ninguna profesión. Lo realmente importante es ser feliz con lo que uno hace. Sueñen y crean en ustedes que las posibilidades son infinitas… ¡Lo que crees, creas!