Por Mario Nuez -.
La Real Academia de la Lengua define la Autodeterminación en una de sus acepciones como “capacidad de una persona para decidir por sí misma algo” y, concretamente, puntualiza con precisión la autodeterminación de género como “derecho de una persona a decidir libremente su sexo a partir de su identidad de género”.
Según datos de entidades expertas en materia de desarrollo de derechos de las personas del colectivo LGTBIQ+, nuestro país, como en el cole, “progresa adecuadamente”, ostentando una cuarta posición de entre el casi medio centenar de países analizados. La otra parte, los menos desarrollados en este sentido y donde se mantiene un durísimo discurso con altos niveles de homofobia y transfobia, se encuentra localizada en la Europa del Este con una sólida y dura retórica contraria a la visibilización, al ejercicio del derecho de igualdad, a la autodeterminación del individuo y, por ende, al incumplimiento de los Derechos Humanos, dando lugar a episodios de gran beligerancia hacia personas por decidir simplemente vivir y querer a su manera.
Soy Mario Nuez, trabajador social y, desde el pasado 28 de mayo de 2023, me han encomendado la tarea de dirigir la Concejalía de Igualdad y Diversidad del Iltre. Ayuntamiento de Agaete.

No me voy a meter en más datos, números ni rankings, que de eso hay mucha literatura en Internet y afortunadamente están al alcance de cualquier persona. Me voy a centrar simplemente en dar mi humilde punto de vista. Lo que tenemos, lo que hoy somos, es el fruto de la lucha de muchísimas personas, unas ilustres, otras anónimas, que, en tiempos pasados y no tan pretéritos en nuestro país, perecieron delante de otro, pistola en mano o rodeado de energúmenos a las tantas de la madrugada, insultos y vejaciones en boca, acompañado de puñetazos y patadas hasta que diesen su última bocanada de aire porque no formaban parte de la “norma”. ¿En serio nos creemos eso de estar entre los más desarrollados? Legislar es muy importante y, legislar bien, lo es mucho más, aunque no es tarea fácil. De acuerdo, nuestro código penal es bastante duro, de hecho, es uno de los más severos del continente europeo, aunque no lo parezca, pero no debería ser sólo cuestión de acción-repercusión penal. Se nos está pasando algo fundamental; la historia y la necesaria memoria para que no nos olvidemos de lo que ha venido pasando hasta nuestros días y, para que eso no se pierda, las esferas de poder progresistas deben remangarse, enfangarse y dejarse de historias. No nos equivoquemos, no viviremos en democracia mientras existan personas que sean discriminadas, agredidas o asesinadas por enarbolar una bandera multicolor. Valentía política y jurídica arrasando legalmente con todas las demás formaciones, grupos, facciones o asociaciones que quieren imponer su norma: el prototipo de familia tradicional centrando la cabeza de la familia en el hombre heterosexual o su modelo de relaciones afectivo-sexuales. Tal vez la fórmula parta de la ilegalización, de apartarlas definitivamente de las institucionesde una parte o de cortar de una vez el cordón umbilical con la Iglesia Católica, a pesar de autoconvencernos en eso de ser aconfesionales. La democracia también es marcar límites y establecer normas que permitan la convivencia entre las personas. Hasta entonces, sean bienvenidos a la mediocracia y a los grandes defectos de una transicionus interruptus.

Pero quiero irme a lo más cercano, a nuestro entorno más próximo, a nuestra comunidad, a nuestros vecinos y vecinas, y a nuestros menores. A nadie se le escapa que nuestra sociedad ha evolucionado en los últimos años a una velocidad de vértigo. Hemos pasado de la nada al todo apenas con un click de ratón, permitiéndonos estar informados y en comunicación con cualquier persona del otro extremo del mundo. Por un lado, esta red nos ha permitido conocer las dificultades de otras personas y colectivos amenazados por el simple hecho de querer vivir su vida de forma “diferente” a la “norma” y, por otro lado, la misma red está siendo el germen, el arma y el caldo de cultivo de la desinformación, de la construcción de un discurso de odio sin base ni fundamento alguno que está ahondando fuertemente en la mente de la sociedad en general pero, sobre todo, en aquellas personas que están en fase de crecimiento, de desarrollo de sus propios esquemas, valores y visiones de la vida, sobre todo de las suyas. Nuestros y nuestras adolescentes se encuentran seriamente influenciados e influenciadas por el aluvión de quienes, haciéndose llamar influencers y confiriéndoles, por tanto, estatus de expertos o expertas en esta materia por el simple hecho de tener gran cantidad de visualizaciones en sus publicaciones, trasladan mensajes que, lejos de acercarse al derecho efectivo de autodeterminación de la persona, focalizan el mensaje en la diferencia teñido de un halo de oscuridad y odio. Nuestro país cuenta con la Dirección General para la Igualdad real y efectiva de las personas LGTBIQ+ que, a través de un extenso y depurado marco normativo legal, vela y pone coto a cualquier tipo de discriminación, poniendo en primer plano la protección de la Diversidad Sexual y la defensa de las personas históricamente discriminadas, perseguidas y asesinadas simplemente por mostrarse como son y amar a quienes les apetezca, pero… ¿es suficiente? Personalmente creo que no, porque no basta con regular y publicar en el Boletín Oficial del Estado. La Política Social es una de las patas más importantes del Estado de Binestar y no basta con legislar. El Estado, que plantea la igualdad en todas las esferas de la vida de sus ciudadanos y ciudadanas, debe proteger a las personas más vulnerables ante la desinformación y la propagación de mensajes de odio. Cuiden a nuestros y nuestras adolescentes. Esto, como mínimo, merece que se trate con el debido Respeto.
Aun así, con todo, ahí siguen desde hace décadas unidos y unidas, en cada manifestación, en cada mensaje de repulsa a las facciones más radicales de nuestra sociedad, recordando a quienes ya no están y que, desde cualquier parte del mundo, han perdido la vida por ser como les da la gana. La lucha de estas personas y de otras de diferentes colectivos continúa a pesar de las dificultades, sobreponiéndose a todas las adversidades del día a día. Resiliencia le llaman.