“LA CURA DE TODO ESTÁ EN EL AMOR Y EL RESPETO”

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Por Ana Leonor Bermúdez Álamo (Agaete)

No puedo hablar de mí, sin nombrarla a ella.

Un día, finales de noviembre del año 1966, ahí estábamos las dos.

 Para que se hagan una idea de lo dura que es la vida en los tomateros, les voy a contar como nací.

Mi querida madre Silvana, por aquella época plantaba tomateros en el Risco de Agaete y estaba en estado de buena esperanza. 

Cuando se acercó la fecha de parirme, fíjense qué capricho el mío: ¡Nacer en plena zafra! Ella siguiendo indicaciones del médico, se fue hasta Agaete para dar a luz, pensando en volver, recién parida al Risco, porque no le dio tiempo de plantar los tomateros.

Pero aquí, una servidora, cambió todos los planes, al no nacer en la fecha prevista. La pobre, viendo que no me decidía a salir y cansada de esperar, no le quedó otra, que volver de nuevo al Risco para plantar los tomateros, porque si no, nos quedábamos sin comer.

Y allí estábamos las dos. Entre zurco y zurco, ella empujaba “pa’dentro” para terminar de plantar, y yo empujando “pa’fuera” con prisas por salir.

Ella terminó su labor y mi querido padre Agustín, con mucha serenidad, se fue hasta Agaete a buscar a la partera, Adelinita, llevándola hasta el Risco para que nos asistiera.

Nací el 25 de noviembre de 1966 a las 19:00 horas, en la casa que le llaman la del “zapatero”, cerca del camino al Charco Azul. 

Me encantaba cómo ellos, muy cómplices, me contaban esta historia. Me la contaron mil veces y siempre con una sonrisa. 

Recuerdo que de pequeña registrando en los cajones, vi una estampa de un señor muy alto de barba blanca, al lado de una hermosa mujer. Eran recortes de la película ‘Tirma’, que se rodó en el año 1954 con los actores Silvana Pampanini y Marcello Mastroianni;  y el señor de barba blanca era “Cho Andrés Medina”, mi bisabuelo; él fue uno de los extras que viajó por aquella época a Madrid.

 Me contaba mi madre que él se reía mucho con ella; le llamaba mi nietita. Mi madre Silvana tenía 18 años cuando se rodó la película, fue casualidad.

Mi padre, en aquella época, aparte de su trabajo, también trabajaba en el cine de Agaete los jueves por la tarde, los fines de semana y todos los días de fiesta; había mucha pobreza y el dinero no llegaba.

Soy una apasionada del Teatro, es una profesión dura, aunque no lo aparenta. Este amor por el Teatro, puede haberme influido ver de pequeña esas fotos de mi bisabuelo con esa mujer tan guapa y también el hecho de que mi padre me dejase entrar en el cine las veces que quisiera y sin pagar… ¡Era un chollo! 

Algunas veces me subía al palco y yo me sentía enorme ahí arriba, invencible.

Siento un gran respeto por la Madre Naturaleza, me gusta el mar, la tierra y siempre digo que soy de barranco… ¡Me gusta tanto el olor a tierra mojada! Los olores de las plantas y las hierbas me parecen mágicos, me transportan, me producen placer y me traen recuerdos.

Los padres de mi generación trabajaron duro, de sol a sol, para que sus hijos pudiesen estudiar y tuviesen un futuro.

Silvana y Agustín me enseñaron valores como la humildad, la constancia, la perseverancia y el no rendirme. Cada vez que algo se me atraviesa, tengo la frase de ella, aquí, metida en la cabeza: “El que la sigue, la consigue” y tiro pa’lante.

La unión de lo femenino y lo masculino es necesaria, tiene que haber amor y respeto. Hay hombres maravillosos que también luchan por la igualdad de la mujer.

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