Por Judit Silvela Alemán (Gran Canaria)
Mi nombre es Judit, tengo 48 años y nací en Guía, en la isla de Gran Canaria, donde vivo en la actualidad.
Soy hija de una canaria y un gallego nacido en un pequeñ concello lucense, que llegó a la isla como guardia civil, aunque yo lo conocí como agricultor y ganadero, y quizás, ese giro en su vida laboral le dé sentido a mi destino.
Los estudios de EGB y bachiller los cursé en Guía, así como los de Ingeniería Técnica en Química Industrial en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Seguramente, si pudiese volver atrás, me habría ido por otro camino, pero la vida te hace dar un rodeo, si no has escogido la desviación correcta.
Mis primeros nueve años laborales estuvieron ligados a un estudio de ingeniería en Las Palmas de Gran Canaria, que recuerdo con mucho cariño, como se recuerda al primer amor, y que me permitió coger las riendas de mi vida para poder elegir qué hacer y a dónde ir, tardando casi una década en decidirme, aunque en mi mente imaginaba destinos lejanos, pero nunca partía, hasta que la vida me dio un ligero empujón para que espabilara, por llamarlo de alguna manera.
Y tuvo su efecto, zarpé rumbo a lo desconocido, a mi interior, a buscar eso a lo que dedicarme, pero que no fuera un trabajo, sino que formara parte de mi vida y que, al llegar los lunes, no soñara con los viernes, ni en el mes de enero con agosto.
Y puedo decir que soy una afortunada porque lo encontré, aunque todavía me quedaba que dar algunas vueltas.
En esta nueva etapa, comencé preparándome unas oposiciones para ser docente en Educación Secundaria en la materia de Tecnología; las aprobé, pero me quedé sin plaza. En su momento, me ocasionó una gran desilusión, pero, con el paso del tiempo, me he dado cuenta que las cosas que suceden son las que convienen.
A los pocos meses, el oficio de mi padre como ganadero, mi formación académica y pedagógica confluyeron, dándome la posibilidad de trabajar durante un año como docente en un taller de empleo de elaboración de quesos. Una vez finalizado, me zambullí por completo en el mundo del queso; arrendé durante dos años una pequeña quesería en El Inciensal (Gáldar), con un rebaño de unas 100 ovejas que atendía un pastor, mientras yo era la encargada de elaborar los quesos. Sin embargo, tampoco era mi lugar; había que seguir viajando.
Y tuve otra oportunidad: me incorporé a la docencia como personal interino. En julio había finalizado mi trabajo como quesera, rodeada de paisajes, silencios y de los olores característicos del campo, mientras en octubre obtuve mi primer destino en Santa Cruz de Tenerife, físicamente fue lo más lejos que llegué en mi búsqueda. Y tras dos cursos en diferentes centros, me volví a encontrar en el camino a una persona que me acompañó hacia la salida correcta y a la que estaré eternamente agradecida: María del Carmen Pérez Castellano.
Ese lugar, La Casa del Queso en Guía, que llevaba años intentando encontrar, estaba solamente a 14 kilómetros de mi casa, aunque me lo había imaginado mucho más lejos. Allí pude combinar la enseñanza con el mundo del queso e, incluso, convertirla en un lugar de encuentro para las mujeres de las medianías del noroeste, con la puesta en marcha de un pequeño proyecto: “Café con Lana”, en el que aprendíamos a trabajar la lana fieltrada de la oveja canaria, que es un material en desuso en las islas, a la vez que compartíamos momentos.
Pero como dice el refrán: “Lo bueno no dura eternamente” y, en este caso, fueron aproximadamente tres años. Con los inicios de la pandemia en la que estamos inmersos, me tocó volver a izar las velas. Reconozco que estuve algo desorientada en principio, pero creo que en el camino encontraremos piedras que saltar, montañas que escalar y personas que te acompañan, volviendo a coincidir con María del Carmen y, en esta ocasión, también con la Asociación de Queseros de Gran Canaria, Asoquegran, que ha dado valor al trabajo que había estado desempeñando.
En la actualidad, y en colaboración con Asoquegran, hemos puesto en marcha un proyecto: “Toma a Tierra”, con el que se pretende volver a conectar a los habitantes de la isla y a los visitantes con el mundo rural, su gente y tradiciones, a través del conocimiento y promoción del queso artesano de Gran Canaria. La información y educación al consumidor, tanto en los centros educativos como al público en general, es el principal pilar en el que se sustenta. Además, se pone en valor un subproducto de la actividad ganadera como la lana, intentando recuperar algo del valor que tenía en el pasado, mostrándosela a los participantes en los talleres y empleándola en la elaboración de objetos muy sencillos.
‘Toma a Tierra’ es una apuesta por la economía circular, que nos permita tener una relación más responsable con el medio ambiente y respetuosa con el consumidor y trabajador de todo el mundo.
Estoy convencida que esta nueva travesía se alargará en el tiempo.
Judith es una de esas personas en las que puedes encontrar siempre pasión en lo que hace y que además te lo cuenta con esa paz tan característica en ella.
Sin duda una mujer con letras mayúsculas.