Por Benjamina Suárez Vega (Tejeda)
No hallaba las palabras cuando me dispuse a escribir este humilde recuerdo. Pretendía ser una extensa semblanza, pero por sí sola habla la mirada robusta de estas nuestras mujeres eternas.
Hoy a “mis” mujeres rurales quiero recordar; esas que arrojaron la semilla de la lucha, el valor, el trabajo, la sabiduría, la resiliencia, la templanza. Esas que tejieron una amorosa telaraña.
Me gustaría evocar, con este tímido homenaje, a esas grandes mujeres que, habiendo mamado de los frutos que el campo ofrece (en su paisaje y en su paisanaje), supieron heredarlo a su prole, haciendo inusitados malabares.
“Mis” mujeres partieron a la ciudad, pero en sus venas nunca se detuvo la impronta de lo rural. Ellas, las que ya partieron, ahora dibujan una constelación de
infinita estela y dirigen los pasos de sus orgullosas generaciones. En ellas nos miramos; a ellas agradecemos y admiramos.
A esas mujeres y hombres, auténticos sabios de la tierra, hoy más que nunca, quiero rememorar.
In memoriam