“YA HOY ES NORMAL VER MUJERES VETERINARIAS EJERCER ESTA PROFESIÓN EN DISTINTOS ÁMBITOS”

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Por Luisa García Jiménez (Santa María de Guía)

Me llamo Luisa y soy veterinaria. No recuerdo desde cuando quise serlo, pero sé que, desde muy temprano, quería saber cómo curar o aliviar el dolor de los animales con los que convivía gran parte del tiempo, cuando no estaba estudiando, en la casa de mis abuelos maternos. Paco y Chicha, así se llamaban los padres de mi madre, eran agricultores y ganaderos, y creo que por ellos empecé a sentir la necesidad de estudiar Veterinaria. Aquellos largos veranos que pasábamos en su casa mis hermanos y yo, jugando al escondite en medio del millo, regando las papas, entre cabras, vacas, gallinas y patos, me enseñaron lo dura que puede llegar a ser la vida de la gente del campo, pero también lo gratificante que es comer algo que has plantado y el vivir siempre en constante contacto con la naturaleza. 

Empecé mis estudios en Córdoba, pues aquí en las islas no había Facultad de Veterinaria, donde conocí el ambiente universitario entre bailes por sevillanas y rondas de la tuna. Y los terminé en Gran Canaria cuando se inauguró nuestra Facultad.

Cuando acabé la carrera, me dediqué a ser la sombra de una veterinaria, Ana María Hernández. Era de las pocas mujeres, por no decir casi la única, que se dedicaba a ejercer la clínica de vacas. Con ella aprendí los caminos de esta isla, los recovecos donde se encontraban las cuadras. Y en aquella época, hace casi 25 años, en muchas no había luz y apenas podías llegar con el coche hasta la puerta. Cuando decidió ir dejando su actividad como veterinaria de campo, yo seguí visitando aquellos ganaderos a los que conocí con ella. Así empecé a ejercer la profesión, dedicándome sobre todo a la clínica de vacuno de leche, de pequeños rumiantes, y de todo aquello que se me pusiera por delante y estuviera necesitado de mis conocimientos. Lo recuerdo como una época muy feliz, conduciendo durante horas para llegar desde Guía, donde tenía una pequeña consulta en la que atendía también a perros y gatos, hasta por ejemplo La Culata de Tejeda para ver a una vaca, aunque fueran las tres de la mañana…

A veces no fue fácil. En aquella época no era habitual ver a una mujer sola, dedicándose a esto de la ganadería, atender partos, cortar cuernos o, ya más adelante, inseminar o programar cubriciones. Anécdotas tengo miles… Una de ellas: una vez un ganadero me llamó para atender a una de sus vacas que estaba de parto. Como no se fiaba de mi (evidentemente por ser mujer), me dijo que solo le pinchara algo, porque ya sabía que yo no sería capaz de sacar el becerro y menos vivo. Por supuesto, le pinché algo y le dije: 

  • Caballero, ¿usted puede levantar esa vaca en brazos? A lo que evidentemente me contestó que no. Yo le respondí que yo tampoco. 
  • Caballero, ¿usted puede sacar el becerro vivo, puede curar a su vaca, puede evitar que se muera de parto? A lo que evidentemente contestó que no… Y yo le respondí: ¡¡¡Pues yo sí!!! Se quedó pensando y me dejó “meter mano a su vaca”… Ese día todo salió bien y gané un cliente para toda la vida. 

He de decir que, aunque siempre se supone que los hombres del campo que no tienen estudios son retrógrados y machistas, no es así. Nunca tuve mayor problema que la desconfianza por no haber visto nunca una mujer ejerciendo esta profesión y siempre fueron todos muy respetuosos.  

Como entre parto y parto me quedaba algo de tiempo libre (he de reconocer que a veces llegaba tan cansada que no tenía fuerzas ni para comer), empecé a investigar, acuciada por un ganadero de los que visitaba, en los entresijos de nuestras razas autóctonas, concretamente de nuestra raza de bovino canario o raza basta. Junto con un grupo de ganaderos fundamos “El Club de Arrastre La Caldera”, primer club oficial deportivo en Gran Canaria para la práctica de este deporte autóctono, el arrastre de ganado, y para la conservación de esta raza en peligro de extinción. Precisamente por esto, entré a formar parte de la Federación de Arrastre Canario, presidida durante mucho tiempo por uno de los mejores hombres que he conocido y mejor amigo que he tenido, Pedro Molina Ramos, ya fallecido, y que me enseñó más si cabe todavía el valor de lo nuestro, de esta tierra canaria. Ahora formo parte de su junta directiva y presido la Asociación Nacional de Criadores de Vaca Basta o Ganado Vacuno Autóctono Canario. Luchamos para que no desaparezca esta raza, que representa parte del legado que nos dejaron nuestros abuelos… Y, como todo va evolucionando, ahora tengo una clínica en la que ejerzo de veterinaria de perros y gatos, y, profesionalmente, llego hasta donde no puedes llegar atendiendo a animales de producción… Pero echo mucho de menos mis salidas al campo…

Ya hoy es normal ver mujeres veterinarias ejercer esta profesión en distintos ámbitos, pero creo, humildemente, que puse mi granito de arena para que esto fuera así.

No quiero terminar sin desear a todos un feliz 2021, que seguro será inmensamente mejor que este que ya termina, pero que no debemos olvidar por todo lo que nos ha enseñado. 

¡Feliz año nuevo!

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