Por Yurena Ramos Castellano
Desde que era una niña, comentaba que de mayor quería ser cantante y maestra. Cantante, porque quería llevar mi música a todas las fiestas de mi isla de Gran Canaria, ya que mis hermanos y yo estudiábamos en el conservatorio, y con la música se nos pasaban las horas sin darnos cuenta.
También quería ser profesora, porque adoraba a la maestra que tuve en Educación infantil, primero y segundo de EGB. Era una señora encantadora que ayudaba, motivaba y enseñaba con el corazón, así que todas las tardes las pasaba jugando a “la escuelita” con mi hermano Jonathan y mi hermana Yanira.
La verdad es que siempre había sido muy trabajadora y buena estudiante, hasta que llegué a tercero de EGB. La profesora que nos tocó ese año, no tenía muchas habilidades sociales; nos llamaba la atención a menudo y el castigo era su estrategia constantemente. Yo le tenía verdadero terror y cuando me hacía una pregunta o me tocaba leer, me bloqueaba hasta tal punto que no era capaz de articular palabra. Fue un año muy duro. Me pusieron en apoyo escolar y me atrasé mucho en el aprendizaje, y recuerdo que su mirada de ojos azules me cohibía totalmente.
Fue un capítulo bastante amargo en mi infancia. Lloraba constantemente, no quería ir al colegio y ni siquiera quería jugar por las tardes con mis hermanos. Mi calvario y desmotivación duró todo ese curso escolar sin mejoría.
Hay que tener siempre presente que la relación que tiene un maestro con su alumnado determinará mucho su futuro, ya que independientemente de tu capacidad intelectual, el sentirse ilusionado y motivado por aprender es fundamental para el rendimiento escolar y para luchar por los sueños.
Mi madre es natural de Montaña Alta y mi padre de Fontanales. Siempre nos han inculcado que podemos conseguir todo aquello que queremos en la vida y que la clave está en el esfuerzo y la constancia. Y efectivamente, ellos, sin saberlo, nos han educado en positivo y en la igualdad de género. Jamás utilizaron el castigo ni los gritos y siempre me he sentido agradecida por el amor incondicional que nos han brindado sin pedir nada a cambio.
El apoyo familiar y el cambio de maestra fueron para mí una tabla de salvación. Afortunadamente, solo estuve un curso escolar con ella y, aunque no quisiera que mis hijos vivieran una experiencia similar, no se puede elegir todo en esta vida. Hay que ver lo positivo de cada situación y, probablemente, he definido mi personalidad gracias a este tipo de vivencias. Tengo muy claro que a veces se gana, pero siempre se aprende.
Así que, en el curso siguiente, se reavivaron mis ganas de cantar más que nunca y la motivación incansable de ser maestra y poder enseñar a los niños desde el cariño y el respeto.Así que reorganicé mis metas de futuro y tracé un plan al detalle para conseguirlas.
En cuanto a la música, mis hermanos, mi prima Cristina y yo, ensayábamos muy duro y practicábamos una y otra vez las letras, voces y bailes de un amplio repertorio y formamos el grupo Melodía Show. Comenzamos a tener algunas actuaciones y pronto tuvo gran aceptación, así que grabamos muchos discos, videoclips, programas de televisión y montamos diferentes espectáculos. Durante muchísimos años nos movimos por el panorama musical canario, disfrutando de esa preciosa experiencia.
Aunque los fines de semana y festivos trasnochara, siempre tuve claro que, para alcanzar mi otro objetivo, tenía que estudiar magisterio y así lo hice. En el 2005, comencé a trabajar como maestra en la escuela pública, muy ilusionada, pero la realidad con la que me encontré, nada tenía que ver con “la escuelita” que imaginaba de pequeña.
Aquel colegio era un centro de difícil desempeño y tuve que buscar la manera de conectar con los niños, ya que tenían muchas dificultades emocionales, académicas y sociales, y durante ese curso escolar, al no saber manejar la situación, tuve nódulos, ansiedad generalizada y contracturas musculares.
Una vez más, tuve que luchar por mis objetivos y me propuse terminar la carrera de psicología, para unificar los conocimientos con los de magisterio y superar aquella situación que me impedía disfrutar de mi trabajo. Y viendo que conseguía buenos resultados en el aula, me fui cinco años a Madrid para seguir formándome en diferentes disciplinas psicológicas y enriquecer mi formación académica y mi experiencia laboral.
Desde hace muchos años, he ido perfeccionando el Método “Educar en Positivo”, educado con psicología y desde el respeto, y llevo a cabo formación presencial y online pada docentes y familias.
Hoy en día trabajo por y para los niños y niñas, y la igualdad de oportunidades, pertenezco al lobby de mujeres empoderadas Chárter Cien y he sido finalista en los premios Emprendedores de la Fundación Universitaria de Las Palmas y la Fundación Mapfre, y también en los premios Educa Abanca a mejor docente de España 2019.
Esto ha supuesto para mí un reconocimiento a la pasión por mi trabajo, pero principalmente ha confirmado que, efectivamente, los sueños se cumplen. Y me encantaría destacar que todos los niños y niñas nacen con alas y que son la familia, junto con los docentes, los que les enseñan a volar.
Por lo que quisiera decir a los padres, madres y docentes, que no olviden que pueden:
“Empezar tarde, comenzar de nuevo, estar inseguros, probar y fallar, y aun así conseguirlo”.