Por Belinda Mendoza -.
Mi nombre es Belinda, nací en el verano de 1998 en Gáldar (Las Palmas) y soy autista.
Tal vez este último dato les parezca algo irrelevante a muchas personas, pero, si continúan leyendo, verán cómo todo cobra sentido al final.
No recuerdo con exactitud cuándo comencé esta afición por escribir, aunque sí recuerdo hacerlo desde muy pequeña. A los seis años ya escribía mis primeros cuentos.
Siempre he sido una persona más bien solitaria y considero que también bastante incomprendida. Cada cosa que pasaba por mi mente, y de la manera en la que lo hacía, parecía estar fuera de sintonía con el resto de mi entorno, algo que me dejaba expuesta a todo tipo de críticas.
Todo eso no tardó en hacerme creer que era una persona venida de otro mundo, que había algo mal en mí o que era una persona extraña, eso último era en lo único en lo que parecía concordar con el resto.
Con los años me di cuenta de que al escribir podía ser yo misma, de que era el único momento en el que todos los pensamientos que se agolpaban en mi cabeza, salían de manera ordenada y de que solo escribiendo podía expresarlo todo, tal y como lo sentía, sin ser juzgada ni invalidada.
En el instituto tuve la inmensa suerte de conocer a las primeras personas que me aceptaron como era y que no se guiaban, simplemente, por cómo esperaban que debiera ser.
Entre ellas, no podría dejar de mencionar a mi mejor amiga, Elisabeth, como mi mayor punto de apoyo desde que la conozco. Nuestra amistad fue la que me inspiró para escribir mi cuento “Volando fuera del nido con Pico y Cuco”, donde destaco el poder de la amistad y el valor de que alguien confíe en ti cuando tu entorno cree que no puedes lograr algo.
Otra persona que no podía faltar es Nereida, una de mis profesoras de literatura en el instituto. Durante toda mi época como estudiante, los profesores con los que me había cruzado, únicamente se fijaban en todo aquello que me salía mal, todo aquello en lo que fallaba, todo aquello que no hacía como los demás. Con Nereida fue todo diferente, como profesora, su obligación es enseñar, pero como persona, pocos saben pararse a observar en lo que realmente destaca alguien. Y ella ha sido capaz de ver mucho más allá en los aspectos más importantes de mi vida. A día de hoy, tengo la inmensa suerte de poder seguir contando con ella. De nuestra experiencia como profesora y alumna, nace “Qué puedo ser de mayor”.
Sin embargo, no fue hasta convertirme en madre, que valoré realmente la posibilidad de comenzar a publicar. El querer enseñarle tantas cosas a mi hija y el saber que transmito muchísimo mejor escribiendo, unido a aquellas personas que habían creído en mí, fue lo que me terminó de convencer para, en 2023, publicar mi primer cuento infantil “Las casas de mamá y papá”, al que siguieron los otros mencionados anteriormente.
Hace apenas seis meses, a mis 25 años, al fin, me dieron respuesta a todas las incomodidades que llevaba arrastrando durante toda la vida: el autismo.
Es algo que me parece muy importante de mencionar porque, al fin y al cabo, si no fuera autista, vería la vida de otra manera, sentiría todo distinto a como lo siento y, tal vez, no habría sentido la necesidad de comenzar a escribir.
El saber que soy autista me ha ayudado a terminar de valorar mi modo de ver ciertas cosas, y me ha reafirmado la necesidad de seguir transmitiendo aquello que tanto me ha ayudado a mí. Ahora no solo tengo en mente el poder transmitirle ciertas enseñanzas a mi hija, sino también poder llegar a otros niños, que, como yo, siempre se han sentido fuera de lugar, sin saber el porqué.