Rosi Mederos: “Ser mujer todavía es un hándicap en el fútbol”

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Comenzó en el deporte rey a los 12 años, consiguiendo dos ascensos a 1ª División y un Campeonato de Canarias en la versión de salón. Después se pasó al fútbol 11, terminando su etapa como jugadora en el club que, posteriormente, le daría su primera oportunidad como entrenadora: el CD Roque Amagro. En la actualidad, dirige al primer equipo de esta entidad, que compite en juvenil masculino, categoría en la que es la única mujer entrenadora. 

Rosi, ¿cómo empezaste en el mundo del fútbol?

Mis comienzos, con 12 años, fueron en una época en la que el fútbol era considerado un deporte de hombres. Y empecé en un equipo de Sardina del Norte, el Farallón de Tábata, con el que solo realizábamos entrenamientos para jugar el famoso campeonato de verano que todavía hoy se disputa en el Polideportivo Juan Vega Mateos de Gáldar. Tuve la suerte de que, en el primero de esos campeonatos, se fijara en mí el entrenador del Gáldar Fútbol Sala y, a partir de ahí, comenzó mi andadura como jugadora en esta disciplina, en cuyo equipo estuve entre 5 y 6 años. 

¿Cómo recuerdas aquella época en el fúbtol sala?

Fueron unas temporadas muy bonitas y competitivas. Además, yo jugaba con compañeras con mucha más edad que yo, incluso más del doble. Fuimos campeonas de Canarias y logramos dos ascensos a 1ª División.  

¿Y cuándo te decidiste a probar en el fútbol 11?

Me quise pasar al fútbol 11 más o menos con 19 años, porque quería probar otras formas de ver el fútbol. En aquella época, estaba la Unión Deportiva La Atalaya, donde me apunté y estuve jugando, para pasar después al Tenesor y terminar en el Roque Amagro. 

¿Cómo eras como jugadora?

Creo que se me daba bien, porque técnicamente era buena y, tácticamente, sabía leer muy bien los partidos. 

¿Cómo das el salto a los banquillos?

Coincidió, por un lado, que acabó mi etapa como jugadora y ya estaba trabajando en el mundo del deporte y, por el otro, que el CD Roque Amagro se estaba forjando. Entonces, recibí la llamada del presidente, Mario del Rosario, que me propuso encargarme de la escuelita, que son los niños de 3 a 5 años, con los que más que fútbol, se trabaja a nivel psicomotriz. Yo acepté y, pasado un tiempo, me dieron la oportunidad de seguir creciendo con esos niños que entrenaba, ya en categoría prebenjamín, que ahí sí juegan al fútbol. 

Y además de esta experiencia que ibas adquiriendo, aprovechas para formarte…

Sí, viendo que se estaba apostando por mí, me preocupé por formarme a nivel futbolístico como entrenadora. A día de hoy, cuento con el máximo título que hay en España, con lo que puedo entrenar a Primera División. Además, tengo el Ciclo Formativo de Técnico especialista en Fútbol y también soy entrenadora de porteros hasta 3ª División, porque para sacarme el máximo hay que ir a Madrid y, en ese sentido, las obligaciones familiares ya me han frenado. 

Hablando de la familia… ¿Tu marido y tus hijos comparten la misma pasión?

Mi marido es el preparador físico del equipo que entreno, así que podemos decir que somos el único equipo que cuenta con un matrimonio en su cuerpo técnico. Y nuestros hijos también son deportistas. Jedey, de 15 años, practica fútbol, pero lo ve como una actividad para entretenerse en algo bueno, sin más aspiración que esa. Y luego está mi hija Julissa, de 13, que juega en el Agonek de Hockey femenino en Las Palmas de Gran Canaria. Ella sí tiene más ambición, porque le gusta muchísimo. 

Háblanos del equipo que entrenas ahora… 

Hoy en día, sigo perteneciendo al CD Roque Amagro, donde llevo 16 años y entreno al juvenil masculino, que son chicos de 16 a 18 años. Esta es la máxima categoría que tiene el club en este momento y es la primera vez que entreno en ella. 

¿Consideras que para ser un/a buen/a entrenador/a antes se debe haber sido jugador/a?

No, considero que lo importante es saber transmitir los conocimientos  y conceptos y, en este sentido, hay excelentes jugadores que como entrenadores no saben llegar a los jugadores. Lo que sí es cierto es que, en algunos aspectos, es un punto a favor, como a la hora de entender la mentalidad del que juega. 

Dices que tu forma de jugar es autodidacta… ¿A qué te refieres?

En primer lugar, yo le he quitado a mis entrenamientos lo que no me gustaba que me hicieran los entrenadores a mí. Por otro lado, yo creo mis propias sesiones, porque puedo tener referencias, pero siempre aporto mi sello para que sea más integrado, no tan analítico, más divertido, más de posición grupal y dinámicas de grupo… 

¿Qué es lo que más te gusta de entrenar?

Sin duda, formar y educar a través del deporte. Y, por supuesto, que se vea reflejado el trabajo que se hace durante la semana en el partido, independientemente del resultado final, porque para mí eso no es importante. 

¿Cuáles son tus metas como entrenadora?

A corto plazo, hacer un buen trabajo en el juvenil y a largo, me gustaría dar el salto a nivel semiprofesional, ya sea en femenino o en masculino. 

¿Crees que tu trayectoria hubiera sido diferente de haber sido hombre?

Sí, ser mujer todavía es un hándicap en el fútbol. Yo, por ejemplo, he tenido que ir paso a paso, empezando desde la escuelita y pasando por todas las categorías, incluso repitiendo alguna. En cambio, conozco a compañeros que han dado esos saltos más rápido. 

Ya para finalizar, ¿tienes alguna anécdota por el hecho de ser mujer?

Sí, alguna hay. Es verdad que ya no se oyen comentarios despectivos desde la grada, pero al ir a jugar a otros campos, nunca piensan que soy la entrenadora; es más, es muy frecuente que crean que soy la madre de algún jugador. También es verdad que soy la única mujer entrenadora en categoría juvenil, así que vamos a decir que es normal que pase eso. 

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