¡SOY DISEÑADORA, SOY FELIZ, SOY ROSA!

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Rosa María Bolaños.

Mi nombre es Rosa y nací el 04 de septiembre de 1983. Hija de Esperanza “la maestra”, una gran mujer de la que estoy orgullosa y admiro muchísimo, y Chanito. Nací, crecí y vivo en Agaete. He vivido en otras islas por motivos de estudio y más tarde por trabajo, pero siempre vuelvo a mi querido Agaete. Aquí es donde cada amanecer mirando al Tamadaba, desde mi terraza, agradezco lo afortunada que soy y donde cada atardecer puedo ver las increíbles puestas de sol. No me veo en otro sitio que no sea este.

Desde muy pequeña fui una niña curiosa, observadora y rebelde (eso decía mi familia, pero yo prefiero decir que tenía criterio propio y expresaba mi opinión pese a las consecuencias). Con 2 años, le dije a mi madre que me enseñase a leer, pero prefirió no hacerlo para que cuando entrase en el colegio estuviese en igualdad de condiciones que el resto. Recuerdo que me gustaba pintar con acuarelas y me encantaba moldear barro, pero una vez empezado el colegio mi padre me inculcó que había que estudiar, estudiar y estudiar para llegar a la Universidad y finalizar una carrera y ser alguien importante en la vida. Todo el arte quedó en el olvido. 

Más tarde, pasé al Instituto y en nuestros ratos libres, mis amigas y yo, nos entreteníamos haciendo pendientes. Recuerdo que convencíamos a mi madre para que nos llevase a Las Palmas los sábados por la tarde a comprar bolas. Para mí no era un mero entretenimiento porque yo me sentía tan bien haciendo pendientes y eso era algo nuevo para mí. Mi creatividad estaba surgiendo otra vez y eso me llenaba el alma. Con el tiempo descubrí un tipo de arcilla de colores, arcilla polimérica, y ahí fue donde se me abrió un mundo infinito para realizar mis creaciones, pero ahí siempre estaba mi padre recordándome que había que estudiar para ir a la Universidad y tener una carrera; así que nuevamente, el arte y mi creatividad volvieron a quedar en el olvido.

Por fin, llegué a la Universidad. Me había matriculado en filología hispánica, pero la presión interna y externa, las altas expectativas propias y ajenas, mi “yo” revolviéndose internamente porque eso no es lo que quería hacer, sino lo que querían los demás… Se veía venir el final. Decidí tomar un año sabático y pensar qué quería estudiar, porque estudiar tenía que estudiar, eso estaba claro. Ya casi se había acabado el año sabático y seguía sin encontrar nada que me llenase, hasta que un día encontré algo que despertó mi curiosidad: Intérprete en Lengua de Signos y pensé: “¿Esto qué es?”. Busqué información y me matriculé en el Ciclo Superior de Interpretación en Lengua de Signos y Guía-intérprete de Personas Sordociegas y eso fue lo que empecé a estudiar. A los pocos meses mi padre falleció, así que lo dejé y me dediqué a estar con mi familia y entre todos llevar el duelo de la mejor manera que se podía. Al año siguiente retomé y me marché a estudiar fuera. Dos años más tarde había terminado. Ya era Intérprete de Lengua de Signos.

Desde que terminé de estudiar no me había dedicado a otra cosa, trabajé de Intérprete muchos años y en diferentes ámbitos (educación, asociaciones y federaciones de personas sordas…). El trabajo de mi vida, por fin hacía algo que me gustaba y me hacía sentir bien (o eso era lo que yo creía), pero ahí estaba mi alma para decirme que eso estaba bien pero no era lo que realmente me hacía feliz. Poco a poco, me fui dando cuenta que ya no me llenaba… No me atrevía a tomar la decisión por el qué dirán y con casi 40 años dejar un trabajo… ¿Qué pensarán de mí?, pero ahí estaba la vida para decirme o te mueves tú o te muevo yo y, entonces va a ser peor. Y es peor, confirmado.

¡Hecho! Hace aproximadamente un año y medio dejé el trabajo sin tener ni la más mínima idea sobre qué hacer con mi vida. Un día, vi en una tienda unos pendientes que me llamaron mucho la atención, me quedé absorta mirándolos y mi cabeza fue a parar a mi época adolescente cuando hacía mis propios pendientes y pensé: “¿Y si me los hago yo?” Así fue. Me hice unos pendientes que nada tenían que ver con los que había visto, a mi gusto. ¡Mi creatividad estaba volviendo! Empecé a hacer pendientes y vi que gustaban mis diseños. Unos meses después soy la creadora de mi marca de pendientes: Rösaë. ¿Por qué ese nombre? Porque dentro incluye mi nombre, Rosa, y mi profesor de matemáticas en el instituto siempre me decía: “¡Ay! Rosa Rosae primera declinación del latín”. Y asocié las dos cosas y ese fue el nombre elegido. ¿Las diéresis? Personalidad propia.

Actualmente, me dedico a diseñar pendientes originales, con personalidad y atrevidos. Y por supuesto los hago yo misma. No cambiaría mi trabajo por todo el oro del mundo. Mi felicidad y mi paz no tienen precio. ¡Soy diseñadora y artesana! ¡Soy feliz! ¡Soy Rosa!

Quién me lo iba a decir… Hoy, día 8 de marzo, salen a la luz los pendientes de “Más Nosotras” y estoy encantadísima de haber sido la diseñadora y creadora. ¡Gracias!

Para finalizar, quiero agradecer a mis padres todo lo que han hecho por mí y todo lo que me han dado y, por supuesto, a mi hermano Fran por estar siempre a mi lado. Quiero dar las gracias a mi marido, Jesús, porque sin su apoyo incondicional Rösaë no existiría. Agradecer, también, a mis maravillosos suegros, Paco y María, otra gran mujer a la que admiro, el apoyo que me dan siempre y por alentarme a seguir hacia adelante. 

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