Por Inmaculada Pérez Maza
¡Hola! Me llamo Inma y soy la responsable del Departamento de Educación y Acción Cultural del Centro Atlántico de Arte Moderno-CAAM. En primer lugar, me gustaría decir que los museos, galerías y centros de arte brindan oportunidades para aprender y disfrutar. Una de sus funciones es convertirse en un foro de interacción entre el arte y las personas. Mi departamento, por tanto, trabaja a través de diferentes proyectos, como, entre otros: “Exponemos”, “Los Talleres del Asombro” y “Barrios. Inclusión Social a través del Arte”, con los que incentiva y despierta la relación visual y el entendimiento del arte para todo tipo de público. Su objetivo final es convertir el Centro en un lugar de disfrute cultural, donde se reivindica la observación y el intercambio multilateral, no unidireccional, de conocimiento.
El significado de ser ciudadano en el siglo XXI requerirá de una alfabetización visual
que será tan fundamental como la lectura, la matemática o la ciencia.
Nicholas Mirzoeff (2003)
La comprensión y el acercamiento al arte en nuestros primeros pasos nos proporciona un valioso escudo integral desde el mismo momento en el que la escuela incentiva esta relación. Pero a pesar de ese estímulo inicial, la falta de cultura artística nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Esta circunstancia está provocada por el hecho de que, una vez acabada nuestra Educación Formal, acudir al museo como parte de la materia educativa, nos convertimos en espectadores pasivos o nulos, es decir, gente que al final no ha creado ningún vínculo con el arte y por tanto con el museo. Por ello, si es nuestro interés aumentar la cifra de visitantes, no debemos olvidar que, si no realizamos un trabajo de fidelización desde la infancia y ofrecemos una calidad de entendimiento entre la obra y el espectador, nunca conseguiremos la naturalización de la relación con el espacio museístico.
Esta problemática de alejamiento entre el espectador y la obra se manifestaba durante numerosas visitas guiadas, al percibir que el visitante tenía dificultades para entrar en contacto con el arte contemporáneo, una circunstancia paradójica, ya que estamos hablando del arte de nuestra época. Esta situación, que se tornaba recurrente, propició que en 2004 contactáramos con Philip Yenawine, creador junto con Abigail Housen de las “Estrategias de Pensamiento Visual” (Visual Thinking Strategies o VTS), con el objetivo de introducir este proyecto en las escuelas de la isla de Gran Canaria (Islas Canarias) desde el Centro Atlántico de Arte Moderno-CAAM. Este proyecto fomenta la interacción con el arte de diversas culturas, tiempos y lugares. Permite que el alumno adquiera confianza en la propia capacidad para conseguir significados desde el arte. Permite también los debates y la resolución de tareas en grupo, el desarrollo de habilidades de pensamiento y comunicación. Y no por último menos importante: la capacidad de transferencia de estas habilidades a otras áreas de estudio.
Una de nuestras misiones como educadores ha sido, y sigue siendo, reflexionar y poner en duda los paradigmas tradicionales sobre el acercamiento hacia el arte, que se creían inamovibles, y fomentar la duda, la reflexión y el cuestionamiento desde la observación previa, proporcionando una estrategia que permita al alumno establecer desde la infancia una relación natural con el arte utilizando sus sentidos.
Ciertamente, la producción artística contemporánea se nos presenta como un diamante de complejas aristas en su diversidad, significación, géneros y formatos. Participa de la lógica básica de la comunicación: emisión y recepción de mensajes. Sin embargo, sucede que a menudo obviamos la percepción crítica del receptor y convertimos la metodología de la enseñanza en unidireccional: la tiranía del gusto del profesor, del conservador o de los diferentes departamentos didácticos de los museos.
Reflexionar sobre los modos tradicionales de acercamiento al arte partiendo prácticamente desde cero nos aporta interesantes observaciones: estamos de acuerdo en que, al utilizar sus sentidos, los niños/as operan al máximo nivel, no buscan el relato histórico porque ellos no tienen todavía tal información, ni valoran la obra por la historia que cuenta la pieza que observan. Los niños y las niñas se fijan en otros aspectos: el color, la textura, las formas, etc., por lo que todo parte del sano hábito de iniciarles en la observación. Debemos enseñar a los niños y las niñas a que aprendan a observar el arte, debemos hacer que perciban este de tal forma que la calidad de vida que genera despierte un sentimiento personal.
Todas estas aportaciones han supuesto un avance en nuestra forma de trabajar y actuar con respecto a nuestro vínculo con los visitantes y la de estos con el arte, la manera en que nos acercamos, conocemos, aprendemos y nos relacionamos con las obras. Una de las conclusiones fundamentales a tener en cuenta fue también, no el escuchar la pregunta de qué o cómo queremos que sea nuestro museo, sino el pensar que el contenido de un museo no tiene verdadero significado si no se relaciona y comparte con su comunidad. Así pues, en las conversaciones que surgían con ellos, nos ocupamos de las demandas que solicitaban, y lo interesante es que estas propuestas surgían durante el recorrido de la exposición.
De este modo empezamos a dar forma a ciertas ideas y a trabajar por proyectos, que permiten que los niños y las niñas se conviertan en parte activa, respondiendo con su visión limpia y original del mundo y su creatividad, como lo hacen los artistas del siglo XX. Esto nos permitió pensar y movernos desde una perspectiva distinta, más cercana a la natural relación que todos tenemos con el arte. Una relación en la que no sólo entra en juego la razón, sino también las emociones y el potencial de la visión subjetiva de cada individuo, así como los mecanismos que intervienen en nuestro desarrollo del aprendizaje, derivando todo ello en un objetivo: incentivar el aprendizaje por descubrimiento. Fue a partir de ese momento cuando empezamos a configurar y a tejer nuestra red de proyectos, buscando que la gente aprendiera ante experiencias diferentes a las acostumbradas en estos espacios, para así sorprenderles. En definitiva, abrir las puertas a la curiosidad.