“LLEVO MOYA EN LAS VENAS Y PRESUMO DE ELLA ALLÁ DONDE VAYA”

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Por Ana Melián (Moya)

Cuando me ofrecieron la oportunidad de escribir en esta publicación tan especial, me paré a pensar en las mujeres de mi vida y mi sorpresa fue que, casi todas las decisiones importantes, las he tomado inspirándome en alguna de ellas.

Mi nombre es Ana Melián, soy historiadora y archivera, y estoy a las puertas de cumplir los 40. Mi infancia en Moya no pudo ser más feliz. Siempre fui una niña revoltosa, esa es la verdad, pero sobre todo libre. Fui tomando decisiones un poco locas, pero nunca recibí un no por respuesta. Mis padres me dejaron ser yo siempre. 

Me fui a la escuela de arte, pues, aunque no tenía claro mi futuro, sabía que tenía que estar en esa rama. Poco a poco se fue forjando mi camino, pues fue allí donde encontré una de esas mujeres que me marcaron la senda a seguir: mi profesora de Historia del Arte, Toñi. Sus clases me inspiraban y me emocionaban tanto que tuve claro que eso es lo que quería, ser por lo menos la mitad de buena que ella. Tal fue así, que, al acabar la escuela, me fui a Tenerife a estudiar Historia del Arte. Dejar atrás a mi familia, mis amigos y mi pueblo, así como salir de mi zona de confort para llegar a una zona hostil, desconocida y solitaria.

No fue fácil, pero como todo en la vida, con un poco de esfuerzo y motivación, me adapté a la vida lagunera; tanto, que luego me costó volver.  Eso sí, allí deje de ser Ana Melián para ser Ana Moya. Como nos pasa a casi todos los que somos de aquí, llevo Moya en las venas y presumo de ella allá donde vaya. En mis años universitarios, conseguí como poco que, todo el que me rodeaba, conociese las maravillas de mi pueblo, y que, cada junio, dejase de lado los exámenes para venirme a ver a San Antonio.

Y como no podía ser de otra manera, volví. Durante los años de carrera, me di cuenta que lo que más me gustaba era la investigación y el trajín de papeles y documentos, lo que a casi nadie le gusta. Entonces comencé a especializarme en Archivos y Bibliotecas, realizando diversos cursos, prácticas y proyectos.

Durante todos esos años, tuve en mente el Archivo Municipal de mi pueblo; recuerdo vagamente un edificio viejo lleno de legajos cariñosamente ordenados. Entonces, tenemos a otra de esas mujeres que me marcaron el camino: mi tía abuela María. Ella fue encargada del Archivo Municipal y lo tenía minuciosamente ordenado, pero, con el tiempo, quedó abandonado y desprotegido, documentos acumulados en una habitación a los que no podía accederse, ya que solo unos pocos sabían donde se encontraban las cosas.

Después de verme en diversos puestos de trabajo donde no encontraba mi sitio y, por tanto, la felicidad, decidí reflexionar sobre lo que quería de verdad. Lo fácil era seguir la línea de adaptarme a un trabajo que me diese para vivir, pero la realidad es que yo quería un trabajo que me diera felicidad, que lo demás vendría solo. Trabajar en un archivo era mi sueño y hacerlo en el de Moya ya sería el broche a tantos años de estudio y esfuerzo. Fue entonces cuando me arriesgué a desarrollar un proyecto de rehabilitación y puesta en marcha del archivo municipal, ya que sabía del abandono en el que se encontraba en esos momentos.

Finalmente se cumplió mi sueño y, en la actualidad, me encuentro desarrollando el maravilloso oficio de archivera que tanto me apasiona. En estos últimos años que me encuentro sumergida con tanta historia, papeles y acontecimientos, he podido constatar que la vida administrativa de Moya está marcada por hombres, la gran mayoría de documentos de archivo son firmados por ellos. Pero, sin embargo, eso ha ido cambiando y vemos cómo la mayoría de empresas del municipio las manejan mujeres, que son ellas las que van a cambiar las cosas y las que arriesgan y se hacen hueco; a medida que avanzo en la cronología, aparecen más nombres en femenino y eso es muy bueno. Ojalá llegue el día en que no tengamos que competir para simplemente caminar hacia el mismo futuro.

Me siento enormemente afortunada de vivir aquí. Moya es un pueblo lleno de vida, de gente maravillosa y trabajadora. Si hay algo que eché de menos cuando vivía fuera era el ir por la calle hablando con todo el mundo, el poder parar a tomarte un café sola, que seguro llega alguien para compartir la mesa. Es un privilegio poder salir a pasear por el campo, llenarte de paz caminando por los Tilos pero, además, llenarte de salitre en la costa del Pagador. Aunque debo decir que mi playa es y será siempre la de Agaete, allí le di el primer baño a mi hija y espero que podamos seguir dándonos muchos más.

Siempre he valorado el lugar donde vivo, pero en estos tiempos que atravesamos los valoro más aún. Para nosotros estar confinados en casa fue un regalo. El tiempo nos acompañó, sin duda, días veraniegos en pleno marzo, que nos permitieron disfrutar en familia de días eternos en el jardín.  Antes lo tenía claro, pero ahora lo reafirmo, vivimos en un paraíso y, ojalá, el año nuevo nos traiga la esperanza de una vida sin mascarillas y con muchos abrazos, para volver a disfrutar de la vida en las calles.

Volviendo al recorrido de mi historia, debo decir que mi vida está llena de mujeres increíbles, pero también de hombres buenos, ya que no pude tener abuelos mejores, ni más cariñosos, dos pilares en mi vida a los que recuerdo cada día. Hubiese dado todo lo que tengo por verlos un solo día con mi hija en brazos, pero me queda el consuelo de que ella disfrutará de sus abuelos como lo hice yo. Mi padre y mi hermano, ellos son el reflejo de la persona con la que me gustaría compartir mi vida; es el turno entonces de mi marido, el mejor compañero de vida y padre que podía imaginar.

Si llegué aquí fue por la inspiración que me fueron dando a lo largo de la vida las mujeres. Tengo la enorme suerte de ver el esfuerzo y el trabajo que han tenido mis abuelas, que criaron hijos y nietos con una energía que ya me gustaría para mí. Mi madre, trabajadora y luchadora, cariñosa y paciente. Esa persona que siempre está; cada paso que doy es de su mano y ojalá sea así siempre. 

Tengo una hija de 2 años y solo le pido a la vida que ella no conozca el miedo por ser mujer. Que pueda vivir libre, como lo hago yo. 

Aprovecho este altavoz para pedirle al año nuevo más, más nosotras, más femenino. Que este espacio siga generando y compartiendo historias inspiradoras que nos enseñen y nos ayuden a avanzar.

Un beso y… ¡Feliz Año Nuevo!

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