Por María del Pino Rodríguez Díaz (Moya)
Me llamo María del Pino, nací en la Villa de Moya y soy hija de una familia “numerosa extraordinaria”. Desde muy temprana edad, mi hermana Blasi y la que les narra ingresamos en un internado de niñas huérfanas en Arucas. Tuve la oportunidad de estudiar. En mi familia éramos doce hermanos huérfanos de padre. Estudié bachiller por libre y me presentaba a los exámenes finales que se hacían en Las Palmas de Gran Canaria y continué, de forma presencial, Magisterio, acudiendo diariamente a la capital en un coche pirata desde mi residencia.
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El periodo de estudio transcurrió con normalidad. Una vez finalizados, empecé a ejercer como maestra en prácticas en el grupo escolar de Arucas. Recuerdo que los niños/as les decían a sus padres que la maestra era una niña, porque pasaba desapercibida entre ellos/as. Una vez cumplida la mayoría de edad, comienza mi profesión de manera oficial sustituyendo a maestras que estaban de baja; eran sustituciones de tres, seis o curso completo y así recorrí los barrios de la Jurada y Los Dragos en Moya, el barrio de Buen Lugar en Firgas y La Montaña de Gáldar, que eran escuelas unitarias.
Ya a principios de los años sesenta, comienzo a impartir clases en Tejeda, en concreto en los pagos de El Toscón, El Juncal, Timagada y La Higuerilla. Me viene a la memoria que, al llegar el primer día a El Toscón, después de pasar dos horas caminando hasta llegar al destino, no se atisbaban vecinos de la zona y me pregunté: ¿Dónde están los niños? Era un poblado de cuevas aborígenes, al poco tiempo salieron todos a recibirme y tengo que decir que en todo este trayecto me acompañaba mi hermana Carmensa, que era unos años más pequeña que yo.
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Así continuó toda mi labor de maestra recorriendo pagos por la orografía de Gran Canaria, así como también me desplacé a la isla de Fuerteventura, en concreto en La Antigua.
A finales de los años sesenta, regreso a Moya con destino definitivo. Ahí nacieron mis cuatro hijos y, pasados ocho cursos, pido nuevo destino a Las Palmas de Gran Canaria, pensando que la capital les ofrecía más oportunidades para que ellos continuaran sus estudios, tanto en el Instituto, como en conservatorios y en la Universidad.
La última década de mi servicio regresé a Moya, en El Barrio de Carretería, donde termina mi labor educativa con una dedicación exclusiva y motivadora, ya que me apasiona dicha profesión. No en vano, dos de mis hijas son docentes y siempre les digo que a los niños hay que darles mucho cariño.
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Actualmente, y ya avanzada mi jubilación, he decidido recopilar todas las tradiciones, vivencias y anécdotas en un libro que lleva de título: “Una maestra de la época”, cuya presentación se ha paralizado, debido a la pandemia que estamos sufriendo. Por ello, estoy deseando volver a la normalidad para hacer llegar este ejemplar a todas las personas que quieran conocer una historia singular e irrepetible.