«Somos tribu»

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Zeltia Rodríguez Losada

El Océano Atlántico viene en mi denominación de origen… de nombre griego (“país de los celtas”) y alma canaria, mis padres unieron el más vibrante océano de norte a sur para darme vida en la “tacita de plata” (Cádiz) allá por el año 1980.

Dicen de mi nombre que quien lo posee gusta del arte de comunicar, contactar con las personas, son amables y alegres… y bien podría definir la esencia de mi labor diaria como psicóloga… ¡quién me lo iba a decir cuando en mi querido “cuarto de los juguetes”, donde las horas pasaban de manera inexorable y sin casi darnos cuenta… las esquinas de la habitación se habían convertido en la sala de espera de la pediatra, el supermercado, el colegio, la casa de la familia y una cafetería en forma de seta! Allí donde se cocinaba cada intento por hacer posible un mundo mejor, allí donde la imaginación nos permitía olvidar las largas tardes de invierno donde la lluvia, el frío y el hielo a veces se apoderaba del exterior, era el lugar donde el alma de las cinco hermanas comenzó a germinar dentro de una historia de vida familiar cargada de un lema propio del linaje celta: “tus pies te llevarán allí donde esté tu corazón”… y aquí me tienen rezongando en la isla.

Soy una psicóloga apasionada de la vida personal, una tímida reciclada llena de ganas de compartir la vida con gente linda y llena de ilusión por vivir… y esto se lo debo a todas las personitas, personas y grandes maestras que han pasado a lo largo de mi vida cerquita de mí, poniendo en valor estas letras. Me siento muy afortunada cuando comparto un trocito de vida con una persona que llega a mí con ganas de compartir la suya, y especialmente aquellas personas que tras un diagnóstico incierto de un cáncer, una enfermedad altamente compleja o una situación de violencia han puesto en especial valor la propia VIDA.

Mis inicios profesionales fueron cerca, muy cerca de niños y niñas que padecían cáncer y tenían un pronóstico muy duro e incierto en un corto período de tiempo… fue la primera vez que vi vivir y morir a alguien de una manera tan rápida, mi vida cambió por completo cuando me incorporé a la Escuela hospitalaria Camilo José Cela en Santiago de Compostela… Ruth me esperaba entre lágrimas y me decía con amor en mi intento de renuncia al puesto… “el día que dejes de sentir esto que estás sintiendo, cuando dejes de llorar porque un niño injustamente se muere, será el día en el que ya no puedas estar cerca de nosotras porque te habrás hecho tan dura que ya no podrás ayudarnos”… Y fue entonces cuando entendí que me quedaba un largo camino por descubrir en la vida, en contacto con la muerte, y sobre el que he volcado cerca de veinte años de especialización en Psicología y donde el trabajo personal y el autocuidado emocional han sido un eje vertebrador para mí, casi como un estandarte celta.

Entre bambalinas… casi que así llegué yo aquí… casi sin darme cuenta, casi como cualquier mujer… aterrizo en el Área de Igualdad de la entidad local para dar cobertura a uno de los mayores dramas actuales de nuestra sociedad moderna… una realidad carente de sentido sin el palpitar colectivo, sin la conciencia de grupo, sin el cobijo de la tribu… y casi sin darme cuenta y como cualquier mujer tras poner en evidencia un abuso, maltrato y violencia, un nuevo destino me esperaba… ahora me tocaba poner en valor la VIDA que merece ser vivida y que años antes tanta gente linda me enseñó a valorar.

En este pequeño espacio de palpitar en femenino, rodeada de mujeres y de compañeras se respira un fuerte grito de auxilio… el auxilio de muchas mujeres, niñas y niños cargados de historias de vida con tintes de violencia normalizada y con pocos recursos personales para afrontar solas esta nueva etapa vital. Así comienza mi historia con ellas… entre llantos, gritos, lamentos, abrazos y algunas risas con juegos terapéuticos comenzamos juntas el camino de regreso al interior de sí mismas y el necesario aprendizaje de volver a confiar en la tribu y en sí mismas.

El pequeño despacho que ocupo actualmente dentro de la Casa de la Enredadera (Sardina del Sur) era la cocina antigua (también llamada lareira, en gallego, y donde se daba cobijo al encuentro íntimo y familiar en los hogares alrededor del fuego), un lugar cargado de especias como ilusiones, miedos, confesiones, enfados, culpa, rabia, confianza,… donde hemos conseguido crear un espacio de experimentación para el mundo exterior donde empezar a entender lo que nos viene aconteciendo y se conoce como el síndrome de la rana hervida

El impacto de las situaciones compartidas con ellas nos sobrecogen como equipo, y como mujeres, el aliento desgarrador en muchas ocasiones no nos da tregua para parar y lamentarnos por tanta mediocridad, pero nos da el arrojo suficiente para salir al patio y aclamar en la radio municipal la mayor de las verdades: necesitamos una mayor conciencia de SORORIDAD y solidaridad auténtica entre las mujeres.

La conciencia de grupo, el dolor de la soledad y el temor a la exposición y juicio social sigue estando en la palestra en cada intento de salir a la vida… hoy más que nunca GRACIAS por dar voz a mi voz dormida, a las mujeres de a pie que somos partícipes de las diferentes violencias que están presentes y por querer salvar a las generaciones que llegan de la ilusión y creencia de “tú no puedes”, “tú no sabes”, “tú no vales”.

Hoy más que nunca palpitan cerquita de nosotras las 54 mujeres víctimas de la violencia machista de este año 2023 y nos recuerdan la necesidad imperiosa de no bajar la guardia por la IGUALDAD. 

Déjame compartir contigo un abrazo al alma.

Va por nosotras… te veo en el 25N.

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