“EL ADULTO PUEDE JUGAR Y EL NIÑO TENER MUCHO QUE DECIR EN ESTE PROYECTO”

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Por Gema Regueiro Pedrayes (Asturias)

Tuvieron que pasar 31 años y una maternidad para que me diese cuenta de que necesitaba ser más yo y menos esa que los demás intentasen que fuera. Escribo cuentos y dibujo desde que tengo recuerdos, pero escuché demasiadas veces eso de: “Escribiendo nunca vas a ser nadie, dibujando nunca vas a ser nadie…” ¡… que yo no sea!, contesto ahora desde una posición más fiel a mi persona. Dirijo GEMA juegos y palabras, pequeña empresa complementaria de la actividad educativa, con la pretensión de conectar a las personas  y recortar la brecha generacional que haya entre ellas. El adulto puede jugar y el niño tener mucho que decir en este proyecto. 

A punto de publicar mi segundo libro –un cuento para adultos en contexto navideño- escribo también poemas para alguna colaboración en prensa. Esta, de MAS NOSOTRAS, me emociona especialmente por el vínculo amistoso que mi familia tiene con Canarias, la tierra donde se publica. Porque creo que ser una misma, a pesar de la distancia, acorta kilómetros de desigualdad y, por qué no, también de ignorancia. Las disminuye entre Asturias y Canarias, las reduce entre hijos y madres o entre urbanxs y ruralxs. Ayuda, en definitiva; a ser más nosotras.

SIÉNTATE ASÍ SIÉNTETE ASÁ

El mayor grado de violencia es -siempre- contra una misma. No se trata nunca de la suya contra ti, cualquiera que sea la intensidad del golpe. Es esa agresión a tu inocencia. Es la aceptación y asunción de una culpa que te es impuesta. Está en ese miedo que transfieres a tu hija, aunque en ocasiones también sea la suya. ¿Serán tantas lágrimas silenciadas capaces de convertirse en proyectiles ruidosos? Que no generen más daño, pero lo acusen para aplacarlo. Porque el silencio lo excusa y lo empuja dentro de una. Y de millones. Y una -y todas- tienen tanta luz que solo debieran darla. Dar (l)a luz, no (l)a sombra. Las niñas de parejas milenials continúan sufriendo el siéntate así y el siéntete asá. Y así, no es de extrañar que de adultas tengan dos manos que multiplicar para que las lean a la altura de un hombre, las vean a su estatura, o les piten al son de «mujer tenías que ser» cuando conducen un coche. Como si «el ser» de una de ellas no les hubiese «conducido» a la vida. Apremia discernir entre  el tiempo de una agredida y el concepto de tiempo que tiene un testigo cuando la víctima es la prota de una noticia. El sofá rebaja las penas. Relaja las tuyas y altera la de ella. Porque está más ocupada en la agresión que tú preocupado por el tiempo en que tarda en poner la denuncia y con toda vulnerabilidad seas tú quien se monte la película.

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