Por Elsa María Maroto Trujillo (Moya)
“El futuro está presente en nosotros, pues cualquier cosa que hagamos hacia una meta, nace de un propósito, un deseo, una necesidad” – Bert Hellinger
Comenzar con esta frase es resumir en pocas palabras la necesidad latente que sigue presente en nuestra sociedad: la igualdad. Fruto de nuestra cultura, sociedad, antropología, experiencias, bagaje y un sinfín de cosas más. Un aspecto aún poco modificado, bajo mi punto de vista, a pesar de haber conseguido grandes cambios y logros. La sociedad, sin lugar a dudas, en continuo movimiento y con necesarias fluctuaciones, traza las metas y el propósito que como individuos y comunidad nos marcamos para consolidar un mundo más justo e igualitario.
El proyecto “Más Nosotras” explora esta visión y expone esta necesidad más que patente, por lo que me siento muy honrada de poder participar y aportar mi granito de arena a esta tarea, con el fiel deseo de compartir con las personas lectoras un breve esbozo de mi vivencia personal.
Tengo 47 años y soy la segunda de cuatro hermanos. Provengo de una familia humilde, aunque rica en valores, sabiduría y, sobre todo, mucho amor. Si me paro a reflexionar cuál sería el sustantivo que da representación a mi trayectoria vital, no me puedo quedar con uno, serían como mínimo dos los que acuden a mi siempre ajetreada cabeza: esfuerzo y corazón.
Empecé a “coquetear” con el esfuerzo y la constancia desde la más tierna infancia, donde el deporte formaba parte de mi vida diaria (era nadadora), metros y metros recorridos en la soledad insonora del agua, donde la cavilación y la reflexión formaban parte de las horas acuáticas en su girar y girar (los exámenes, los deberes pendientes que quedaban por hacer, los primeros amores de la pubertad o el dolor de barriga que se generaba al saber que llevabas una hora y media en el agua, y que aún te quedaba otra hora más….), en fin, historia de vida. En este sentido, expongo un especial agradecimiento a mi padre que era mi entrenador, ya que de ahí emerge mi carácter férreo y de entrega continúa, desde la reflexión y la introspección que te permite el mencionado deporte, así como adquirir la competencia de trabajar en equipo y contribuir al bien común, la sinergia que se establece en las personas que trabajan por y para un mismo fin y un objetivo colectivo.
Ya desde pequeña tenía la tarea de “cuidar” a los demás muy enraizada, teniendo como icono a mi línea materna, la bisabuela Carmen que curaba con rezados y hierbas medicinales y la abuela Reyes, que siguió sus pasos además de crear un negocio de reunión para los jóvenes (a pesar de ser digamos “mal visto para una mujer en aquellos tiempos”, crear un negocio de manera independiente), donde les aconsejaba sobre su trayectoria de vida, aportando sabios e instruidos pareceres (a destacar que no fue a la escuela y aprendió de manera autodidacta a leer, escribir y un sinfín de habilidades numéricas) y por supuesto a mi madre, imbuida por el bullicio y el ajetreo de cuatro chiquillos, enredada en los hilos de sus telas y de su máquina de coser, creando chaquetas, trajes de novia, cortinas, bolsos o abrigos de piel…manos y mente creativas donde las haya (reconozco que yo solo se coser un botón), todo ello para poder ampliar la economía de la casa. Ellas inundaron mi esencia de sabiduría femenina, de lucha y entrega inusual, con flecos de rebeldía, además de dedicación solidaria y generosa a los demás.
Desde estas experiencias vitales- y muchas más- me he nutrido y, aquí y ahora, pensando mientras lo escribo, reconozco la huella que quedó impregnada en mí, formando una parte importante de la visión del mundo y cómo viajo en él. Por tanto, en este momento doy las gracias, comprendiendo a la vez la impronta vocacional, que ya se gestó en mi infancia para hacer lo que a día de hoy (y desde hace 25 años) es mi profesión y mi gran pasión: la Enfermería. Desde el ámbito personal no puedo dejar de mencionar otra de mis grandes pasiones: mi familia, con mis hijos a la cabeza, que son mis grandes maestros de vida, con ellos he tenido el mayor y más noble aprendizaje.
Comparto con ustedes otra experiencia que ha marcado mi vida de manera significativa y que me ha aportado, además de experiencia y sabiduría, otra visión para poder entender el movimiento y el entretejido antropológico y social, este es el haber formado parte de la Corporación Municipal en el Ayuntamiento de la Villa de Moya, como concejala de Política Social durante ocho años y medio. Una experiencia inigualable, con compañeros/as de viajes del mismo talante, que han hecho que, aquellas características que me definen narradas en los párrafos anteriores, salieran a flote de la forma más inesperada.
De todas las acciones desarrolladas he de destacar, por su esencia, propósito y el valor emocional, el formar parte desde su creación del “Foro interdisciplinar por la igualdad de las mujeres del ámbito rural-SURCA- Villa de Moya”, en el que, sin lugar a dudas, tras cinco ediciones (con la de este año), queda patente la esencia y la fortaleza de las mujeres del ámbito rural, así como el empeño y la dedicación de las personas que creen firmemente en la posibilidad de crear un mundo más justo, igualitario y consciente. El secreto de su éxito ha sido la habilidad para trazar líneas de conexión, aparentemente inconexas, e imbricarlas para tejer una red de recursos y fortalezas a la par que descubrir las debilidades presentes y así amplificar recursos, como pueden ser la educación en valores y emociones, bañado en los aires transculturales e interculturales, conocimiento de nuestras raíces, la mediación, la justicia, la neurociencia, escuelas potenciadoras, las conocidas como las nuevas masculinidades, y un sinfín de especialidades y herramientas sociales para brindar experiencia y existencia.
Tras estas palabras y experiencia de viaje, llego a mi tránsito actual, el retorno a mi tarea profesional como Enfermera de Enlace, en la Gerencia de Atención Primaria Área de Salud de G.C., llevando a cabo la maravillosa tarea en dos bellas zonas rurales- Teror y Valleseco- promocionando la valoración y planificación de cuidados integrales, evaluación y seguimiento de las personas mayores vulnerables en Atención Domiciliaria, así como de la Personas Cuidadoras, todo ello con la responsabilidad de liderar la coordinación entre los diferentes niveles asistenciales y los recursos sociales municipales, así como organizaciones comunitarias sin ánimo de lucro, una tarea apasionante, en la que el acompañamiento, el cuidado, los conocimientos y habilidades profesionales se hacen patentes para que, de una manera sistematizada, flexible, dinámica e interactiva, estén centrados en el logro de los objetivos para las personas y la ciudadanía.
Por su importancia y relevancia, me permito la licencia de detenerme a realizar una reflexión sobre el perfil de las personas cuidadoras. Este colectivo está conformado, en gran proporción, por mujeres del entorno familiar dedicadas a las tareas del hogar, así como de cuidados de los mayores y menores. Además de esto, en la actualidad, muchas de ellas han de conciliar su labor profesional e incluso, debido a estas circunstancias, se han visto obligadas a abandonar la misma (con la consecuente dependencia económica). Este hecho es importante reseñarlo y, por ello, lo reflejo a modo de crítica y a la par de reflexión, ya que resulta cuanto menos paradójico que estas personas constituyan un valor importantísimo para nuestra comunidad, especialmente en el ámbito rural y, sin embargo, no se está prestando la atención adecuada para las necesidades derivadas de esta situación. Teniendo en cuenta el ascendente y progresivo patrón de envejecimiento, la realidad es que no se está aplicando la transversalidad y la equidad en las diferentes acciones políticas y, por tanto, me planteo si estamos dedicando los suficientes esfuerzos y soluciones a esta situación, y si realmente estamos haciendo bien las cosas como sociedad proigualitaria.
Agradecida siempre por todas las enseñanzas recibidas en el camino de la vida y por las personas compañeras de viaje. Gracias por compartir y sigamos adelante con el propósito y el deseo. Entre todas/os lograremos alcanzar la meta, y al fin el deseo de visibilizar y poner el valor a las mujeres del ámbito rural, así como conseguir la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres.