Cristina Díaz García: “Me queda seguir trabajando en la mejora de las condiciones de vida y de las oportunidades de las personas migrantes”

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Esta guíense de 38 años, residente en Agaete, se ha recorrido parte del mundo realizando labor humanitaria. No obstante, empezó en Centroamérica y África haciendo voluntariados puntuales, pero después llegarían las misiones de varios años, como las de Angola y Malawi. 

Aunque estudió Turismo y Comercio Internacional, se especializó en Seguridad Alimentaria y Nutrición, aplicada a los países en desarrollo, donde la desnutrición infantil es una de las causas principales de mortalidad entre los menores de 5 años: “De pequeña aprendí de mi abuela que era básico que todas las personas tengamos algo que llevarnos a la boca cada día”.

Sin duda, una experiencia de vida al alcance de pocos, que ahora sigue desarrollando desde Gran Canaria, ya que trabaja para CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), atendiendo a la población migrante y solicitantes de protección internacional. 

Cristina, ¿cuándo te diste cuenta de que te sentías atraída por la labor humanitaria?

Inicialmente, yo trabajaba en banca y, durante mis períodos vacacionales, hice algunos voluntariados tanto en Centroamérica como en África. Ahí fue donde me di cuenta de que quería contribuir en la mejora de la vida de las personas desfavorecidas. 

Y tu primer destino largo fue Marruecos… 

Sí, allí trabajé para la Embajada de España, asesorando a las empresas que querían invertir en Marruecos. La experiencia en Casablanca fue fabulosa y muy enriquecedora, tuve una acogida muy agradable desde los primeros días. Todavía mantengo el contacto con mis amigos y personas que conocí allí. Me sentí como en casa y me acogieron como una más, así me lo hicieron sentir.  

¿Qué aprendiste de este período?

Ya en los primeros días me di cuenta de la injusta reputación que las personas procedentes de Marruecos tienen aquí, que en la mayoría de los casos no está basada ni siquiera en experiencias personales directas sino en prejuicios e injustas generalizaciones. Para mí ha sido, y todavía es, un pueblo hermano, en el que fue muy fácil integrarme. Es cierto que allí se nota que eres mujer, por hechos tan sencillos como que no esté bien visto lo de ir sola por la calle a determinadas horas. Hay un código, una manera de funcionar diferente, pero, incluso siendo consciente de esas desigualdades de género, que allí son más visibles, fue una etapa enriquecedora en general por todas las personas con las que tuve oportunidad de compartir ese tiempo y la apertura mental que me proporcionó. Sin duda me hubiera quedado más tiempo.

Seguidamente, regresas a Gran Canaria y, a los dos años, vuelves a África… 

Sí, volví a casa y seguí trabajando en Comercio Exterior siempre en relación con diferentes países de África occidental y en un proyecto de integración de personas migrantes, procedentes de Cabo Verde, Mauritania, Marruecos y Senegal que residían en Gran Canaria. Me quedé en la isla cerca de 2 años, aunque seguía viajando a África a través de misiones cortas, sobre todo a países de África Occidental, como Cabo Verde, Mauritania, Marruecos, Senegal, Mali, Burkina… 

Háblanos de la experiencia en Angola, que duró nada más y nada menos que 5 años…

Sí, por fin regresé a África para quedarme un tiempo largo. Trabajé primero en la Agencia Española de Cooperación Internacional, en la oficina técnica de Luanda, la capital de Angola. Allí trabajaba monitoreando, supervisando y fiscalizando los proyectos que financiaba la cooperación española en aquella época, que eran muchos. Algunas financiaciones eran a proyectos de organismos multilaterales, ONG españolas, ONG locales y entidades públicas del Gobierno de Angola. Luego trabajé en varias organizaciones internacionales, más en la implementación y coordinación directa de proyectos de salud y seguridad alimentaria como Médicos del Mundo, FAO y Unión Europea entre otras.

¿Qué destacarías de esta etapa?

Que, a pesar de que hay bastantes diferencias sociales y desigualdades, en comparación con otros países de África occidental donde había estado previamente, de Angola me sorprendió muchísimo lo bien posicionadas y representadas que están las mujeres, tanto en lo público como en lo privado. Las mujeres angoleñas se tuvieron que hacer a sí mismas, llevando ellas solas la casa y la familia, durante el conflicto que experimentó el país durante casi 40 años y que todavía es relativamente reciente. Debido a la guerra, la mayoría de los hombres tuvieron que abandonar sus hogares, quedándose las mujeres al frente de todo en medio de un contexto bélico. En este sentido, he conocido a muchas mujeres con muchísima autonomía e independencia, muy en su sitio y con una resiliencia asombrosa. Mi percepción es que no se achantan tan fácilmente frente a los hombres y las desigualdades, aunque es innegable que estas existen.

Tu última misión larga fue en Malawi, ¿cuál era la situación allí?

Abrí la misión humanitaria de Acción contra el Hambre en el país en 2016, era un contexto donde se solapaban dos emergencias humanitarias: por una parte, la crisis alimentaria, agudizada por el cambio climático y sus efectos en los patrones de lluvia, que afectan a la agricultura, y en consecuencia en la desnutrición infantil, y también porque en el norte de Mozambique hay un conflicto, que cada cierto tiempo se reactiva y que obliga a que la población mozambiqueña de esa zona huya al sur de Malawi como refugiados. 

Y después decides regresar a Gran Canaria, en principio, definitivamente… 

Sí, bueno, en principio no sabía si venía para quedarme o no, solo sabía que necesitaba descansar, desconectar, recuperar mi energía y ver qué quería hacer, ya que, aunque el trabajo humanitario es enriquecedor, también es muy sacrificado y agotador, y se renuncia a muchísimas cosas de la vida personal. Desde que regresé hace casi 4 años, he estado haciendo algunas consultorías cortas de evaluación y apoyo en algunos proyectos en Angola y Mozambique, sobre todo, pero ya de forma puntual. Me costó mucho tomar la decisión de quedarme, pero a la vez creo que he hecho bien y desde aquí también puedo seguir aportando. 

Ahora trabajas en CEAR… ¿Qué te parece la situación actual de la inmigración en Canarias?

La situación actual en Canarias me produce muchísima tristeza, porque creo que  tenemos todos los mecanismos y recursos para ponerlos en marcha hacia una solución que respete la dignidad y garantice los derechos. Me preocupa bastante y me parece muy injusta la manera en la que se está gestionando o más bien dejando de gestionar, hay una falta de empatía, de humanidad y de memoria generalizada, y sobre todo de voluntad política, que es, sobre todo, lo que está fallando. Se nos ha olvidado que hasta hace relativamente poco éramos los canarios los que emigrábamos para buscar una vida mejor: ¿quién no nos dice que no nos veamos obligados a emigrar en un futuro? Cada vez menos, pero mi percepción es que hemos vivido muy de espaldas a un gran continente, diverso, poliédrico, que está a tan solo 100km y sobre el que es injusto generalizar. Cuando nos interesa sí miramos a él.

¿De dónde crees que te viene esta inquietud?

Yo creo que la vocación humanitaria me viene del entorno en el que crecí, que era un entorno rural y humilde, y también porque yo soy de una generación en la que si te esforzabas, podías conseguir lo que te propusieras. Me siento afortunada, he podido estudiar lo que he querido, tener becas para estudiar en universidades extranjeras y aprender idiomas, conocer otras realidades y personas maravillosas. Todo esto ha sido posible gracias sobre todo al apoyo y esfuerzo de mis padres, y a las personas queridas de mi entorno más cercano con las que me he ido encontrando. En definitiva, he podido acceder a una buena educación pública y me gustaría que todo el mundo tuviera las mismas oportunidades. Me siento en la obligación de devolver parte de lo que he recibido, de ahí me nace ser de utilidad para otras personas. 

Ya para finalizar, ¿qué balance haces de tu trayectoria?

El principal aprendizaje para mí es relativizar. Cuando vives este tipo de experiencias y durante tantos años ayuda mucho porque es fácil poner las cosas en su debido contexto y dar la importancia que se merece o no se merece cada cosa y, sobre todo, valorar lo que sí tenemos aquí, como la garantía de derechos, la seguridad pública, el funcionamiento de los mecanismos de justicia, el sistema sanitario, la educación… En definitiva, aquí lo esencial funciona, por lo que solo me queda seguir trabajando en lo que creo, que es en la mejora de las condiciones de vida y de las oportunidades de las personas migrantes que se ven obligadas a arriesgar su vida para tener una vida digna y dársela también a sus personas queridas que dejan atrás.

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