«Procuro ser más consciente de lo afortunada que soy y disfrutar de las pequeñas cosas, esas que llenan mi corazón de optimismo y me hacen feliz»

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¡Hola a tod@s!
Soy Aránzazu Pérez, ciudadana del mundo e hija adoptiva del pueblo de Valleseco. 

Con 54 años, me encuentro en el mejor momento de mi vida y quiero compartir contigo algunos de los secretos que lo han hecho posible.
Urbanita de nacimiento y con un espíritu dividido entre el amor por el campo y la playa, llegó un momento en mi vida en el que pude hacer realidad uno de mis sueños: vivir en el campo rodeada de naturaleza. 

Mi sueño era residir en Valleseco, pueblo situado en las Medianías del Norte de la isla de Gran Canaria, que me enamoró siendo yo muy joven. Y qué decir de la casa; otro sueño hecho realidad, con techo a dos aguas, vigas de madera, teja canaria y paredes de las de antes, de las anchas, de las que mantienen una temperatura constante haciendo del hogar un lugar confortable. 

Embriagada por el entorno, con la pureza del aire y el canto de los pájaros, el siguiente paso fue poner los pies en la tierra y asimilar el cambio radical, tanto en el ámbito geográfico como en el campo laboral. Pasé de trabajar en una oficina a hacerlo en medio de la naturaleza, de comprar en el supermercado la fruta y la verdura, a ir a la parte trasera de la casa, a la huerta familiar y recolectar lo que necesitara en ese momento para hacer la comida. Todo un lujo teniendo en cuenta que sabes lo que te estás metiendo en la boca. Nada más gratificante que cultivar y cuidar la tierra. Ella te devuelve con creces el esfuerzo y el amor que pones en la tarea. La calidad y el sabor se convierten en referentes de la forma en que cultivas las tierras.

Poco tiempo después de estar viviendo en Valleseco, comencé a trabajar en una empresa de ámbito nacional como peón forestal. Aquel fue un trabajo duro que requería de un esfuerzo físico para el que no sabía si estaría preparada. Pero las ganas y la ilusión eran tan grandes, que no me importaba enfrentarme a ese reto, porque se trataba de eso, de un reto que sabía que podía superar y que me haría más fuerte.

Huelga decir que fue una experiencia maravillosa de la que disfruté cada minuto. De hecho, y con el paso del tiempo, he ido ampliando conocimientos en el campo del Medio Ambiente, realizando cursos de formación en Agricultura Ecológica, poda de frutales, fitosanitario, motoserrista, etc.

Sin embargo, y como decía al principio, el mar también formaba parte importante de mi vida y la mejor forma de poder disfrutar de él en Valleseco era nadando en la piscina que hay en el pueblo. No tiene comparación el mar con la piscina, pero era agua y, después de recetear mi cabecita y dejar de complicarme la vida, me dispuse a disfrutar de esta oportunidad mientras no pudiera ir a hacerlo en la playa. 

Cuando no pones obstáculos en tu camino, todo fluye. Creo que por eso me gusta tanto el agua, por cómo fluye, cómo se mueve. Cuando me meto en el agua, ya me da igual que sea dulce o salada, me fundo con ella en un solo ser y fluyo; me deslizo por su superficie cristalina intentando no hacer ruido, no chapotear, solo fluir.

En esta actividad andaba un día cuando el entrenador del Club de Natación de Valleverde me propuso entrar a formar parte del equipo Máster que estaba formando. Así que, superadas las dudas de si estaría a la altura de las expectativas, y con un muy importante empujoncito de la gran persona que tenía a mi lado, acepté el reto, una nueva meta que me abriría un amplio abanico de posibilidades: conocer gente nueva, compartir vivencias con compañeros de equipo, etc… La más importante de todas ha sido la de experimentar y descubrir a esa persona que habita en ti, al mayor rival que tenemos que no es otro que tú misma.
Los logros personales alcanzados no serían posibles sin la ayuda de esas personas que siempre están ahí, a tu lado, compartiendo el día a día y contribuyendo a tu crecimiento personal, haciendo de ti un ser humano mejor.

Talleres magistrales como Las Escuelas Potenciadoras (una vez más empujada por la gran persona que tenía a mi lado) y en la que tuve la suerte de participar hace ya algún tiempo, con Raúl Henriq al frente, sacaron a flote a la Aránzazu fuerte, capaz y resolutiva que se había hundido en la desesperanza y había perdido por completo la autoestima y la confianza en sí misma. Con su buen hacer y el cariño que pone en todos sus proyectos, siempre le estaré agradecida a Raúl por haberme facilitado el Manual de Instrucciones para poder gestionar todos esos conocimientos que hay en mí. 

A día de hoy, y con un nuevo compañero en nuestras vidas (COVID -19), procuro ser más consciente de lo afortunada que soy y disfrutar de las pequeñas cosas, esas que llenan mi corazón de optimismo y me hacen feliz.
Mi universo es verde y en él todo fluye en paz y armonía. 

Gracias por la oportunidad que me han brindado.

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