“LO QUE SIEMPRE ME GUSTÓ FUE LA MEDICINA DE PUEBLO”

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Por Sonja Habajec Gubica (La Aldea de San Nicolás)

Mi nombre es Sonja, aunque se pronuncia Sonia, ya que así se escribe en mi país, que, cuando lo dejé, hace casi 46 años, se llamaba Yugoslavia. De haber seguido allí, en la actualidad tendría nacionalidad serbia, ya que soy de una ciudad que se llama Novi Sad, que está a una hora de la capital, Belgrado.  

Cuando llegué a Gran Canaria, aún vivía Franco, que falleció unos meses después; al igual que Tito, que era el presidente de Yugoslavia. El motivo de elegir este destino se debió, por un lado, a que la situación política de allí estaba revuelta y, por el otro, a que mi familia tenía un conocido aquí.  


En principio, vine por unos meses, pero aquí hice mi vida y solo he salido dos veces a trabajar fuera, concretamente a África: un año a Angola, con “Médicos del Mundo”, y unos cuatro meses a Chad. 

Cuando llegué a Gran Canaria, no sabía nada de castellano. Por ese motivo, trabajé durante un año en un invernadero de rosales, a pesar de que ya era licenciada en Biología, con la especialidad en microbiología y análisis clínico. 

Cuando se abrió la Facultad de Medicina en Gran Canaria, al principio solo se podían hacer los tres primeros años aquí y el resto fuera, generalmente en Tenerife. Yo presenté los papeles para dar clase, porque me gusta mucho la docencia, pero me llamaron para decirme que, aunque tenía un buen currículum, no podían contratarme por no tener la nacionalidad española. Sin embargo, aquello me sirvió para que un profesor de aquella facultad, el Dr. Emilio Valle, al que yo considero “mi segundo padre”, me buscara y me ofreciera llevar su laboratorio particular, porque como él también daba clases, no podía atender ambas cosas. El caso es que acepté y trabajé con él varios años como bióloga y analista, así como pronto pude combinar esta ocupación con impartir clases en un centro privado de Formación Profesional en Las Palmas de Gran Canaria. 

Con el tiempo, cuando ya se podía estudiar toda la carrera en la isla, decidí matricularme, ya que siempre tuve la espinita clavada de ser médico. Y, afortunadamente, conseguí sacar año por año y terminar en junio del último curso, empezando a trabajar en el Servicio Canario de Salud nada más concluir mi formación. 

Los últimos 13 años de vida laboral los llevé a cabo en el Centro de Salud de La Aldea. Fue entonces cuando me enamoré del municipio y de su gente, por lo que decidí instalarme aquí. Y, según se aproximaba mi edad de jubilación, decidí apostar por montar una consulta privada, porque no quería dejar de ejercer una profesión que adoro y me llena completamente. 

Y así nació el “Centro de Medicina Comunitaria” que dirijo, que, además de contar con mi despacho, hay varios más, en los que atienden un psicólogo, un terapeuta, un fisioterapeuta y un podólogo. Me ha costado muchísimo encontrar especialistas, sobre todo de las ramas de traumatología y ginecología, que quisieran venir a La Aldea, porque la realidad es que no les puedo garantizar un número mínimo de pacientes y la tarifa de ambos profesionales es elevada, teniendo en cuenta el poder adquisitivo medio de la zona. 

Otro de los motivos que me impulsó a creer en esta iniciativa fue que, en mi opinión, el sistema público descuida la parte social y humana en general, pero más en la actualidad, porque hay muchas cosas que no se pueden diagnosticar por teléfono; al menos yo soy incapaz.  

En la actualidad, este servicio, que abrió hace 6 años, está activo de 8:30 a 20:00 horas, así como también dispone de urgencias. Por otro lado, hago domicilios, porque hay personas mayores que no se pueden mover, que no pueden salir de casa o no quieren, así como me acerco a municipios cercanos donde me requieren. 

Con respecto a la COVID-19, tengo que decir que en La Aldea apenas ha habido incidencia. Además, la población en general es respetuosa con las normas y ha optado por quedarse en casa lo que puede, algo que compruebas cada vez que sales a la calle y la ves vacía. 

Por último, quiero decir que mi deseo para el nuevo año seguro que coincide con el de la mayoría, pues espero la erradicación de este virus que nos ha cambiado la vida. Y, a nivel personal, que mi único hijo siga bien (tiene una enfermedad neurodegenerativa) y continuar en La Aldea, donde estoy muy contenta con mi actividad y con la gente de aquí, ya que lo que siempre me gustó fue la Medicina de pueblo. 

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