“HAY QUE SEGUIR Y NO PARARSE, AUNQUE CUESTE, PORQUE CUANDO MIRE ATRÁS HABRÁ MERECIDO LA PENA”

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Por Loreto Herrera Antona (Agaete)

Me llamo Loreto, pero todos me conocen por Mónica. Nací hace casi 60 años en Las Palmas de Gran Canaria, tengo tres hijas y una nieta, y soy empresaria y artesana.  

Por la profesión de mi padre nos mudamos varias veces, así que pasé una parte de mi infancia en el Aaiún, Alcorcón (Madrid) y en La Palma, donde aparte de tener muchos recuerdos felices de mi infancia, también tengo un vínculo especial, porque mi padre era palmero y allí vive mi familia paterna. Mi juventud la pasé en Las Palmas de Gran Canaria; me tocó vivir una época histórica muy intensa. 

Empecé a estudiar Turismo en la Escuela de la Caja de Ahorros en Tomás Morales y los fines de semana vendía artesanía delante de El Corte Inglés. Comencé cosiendo ropa y haciendo zapatitos de ganchillo. También estuve un año en Suecia estudiando sueco, porque siempre me gustaron los idiomas y es una pena que, por falta de práctica, ya casi no me acuerde de hablarlo. 

En 1981 me casé y me fui con mi marido y mi hija de 10 meses a Alemania, donde viví durante 19 años. Estudié alemán y seguí con la artesanía; esta vez eran muñecas y marionetas. En verano viajaba por Alemania y a veces por otros países para ir a vender a mercados de artesanía y festivales de música, así como en Navidad iba a Berlín y otras ciudades para participar en sus ferias. Entre tanto, también trabajé de cocinera. 

Viví buenos y malos momentos, siempre luchando por salir adelante, pero fue una parte muy importante de mi vida, hasta que en 1999 decidimos venir a vivir a mi Gran Canaria. Aquí empezamos una nueva aventura, comprándonos una casa antigua en Agaete para vivir y destinar una parte a turismo rural. 

Y… ¿por qué Agaete? Pues porque siempre me gustó mucho. De joven me gustaba ir a La Rama y de acampada a Guayedra. Me fascina su paisaje entre mar y montaña, y me parecía un buen lugar para este nuevo proyecto de vida. No fueron momentos fáciles, porque el empezar de cero nunca lo es, pero gracias al apoyo moral y económico de Aider GC y una subvención concedida por el programa Líder 2, pudimos realizar nuestro proyecto y, en el 2001, terminamos la obra de Casa Luna. 

Cuando llegó la crisis del 2008, empecé a buscar nuevas alternativas y, en el 2011, me introduje en el mundo de los jabones. Ya en el 2012, me saqué el carné de artesana y empecé mi nuevo proyecto: jabones naturales, jacaranda y, hasta el día de hoy, luchando para poder salir adelante. No está siendo fácil, pero hay que seguir y no pararse, aunque cueste, porque cuando mire atrás habrá merecido la pena.  

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