“Siempre sentí que algo no estaba del todo bien”

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Por Luca -.

Mi nombre es Luca, aunque no siempre lo ha sido. Este lo he escogido yo. El otro me lo ahorro. No quiero darles más balas a las personas, ya que pueden ser realmente crueles.

Empezaré por el principio: cuando nací se me asignó un sexo femenino, pues nací con esos genitales. Durante 27 años, he vivido en un cuerpo con el que no me identificaba, pero bueno, eso es avanzar demasiado en esta historia. 

No recuerdo mucho de los primeros años de mi vida; supongo que eso nos pasa a la mayoría. Recuerdo momentos en familia, navidades donde no faltaba la mitad de la familia, porque seguían aquí con nosotros. Lo normal, supongo. Recuerdo perfectamente el día que empecé en el colegio, a mis compañeros de ese día, los que querían entrar y jugar con los otros niños, y los que lloraban por separarse de sus padres. No fue mi caso; me gustaba el cole, siempre me ha gustado aprender cosas nuevas. Recuerdo cuando íbamos al baño y quería hacer “pipí” de pie como uno de mis compañeros, y no entendía por qué él podía “sujetar” algo por ahí y hacerlo, y yo no. Pequeñas cosas que ahora me hacen gracia, porque siempre estuvo todo ahí, en mi cabeza.

Fui la primera nieta de mi abuela y la niña que tanto querían mis padres. Me vistieron con trajes y me hicieron miles de coletas, trabas en el pelo, la típica ropa de esa época que ahora vemos en las fotos y sonreímos, porque dios mío… ¿cómo podían vestirnos así? Cuando hice la comunión, quería ir de marinero, quería un pantalón y una chaqueta, ir de blanco y azul. Y sí, fui de blanco, pero ¡con un vestido con flores naranjas!

Siempre sentí que algo no estaba del todo bien, que no terminaba de encajar. Nadie nos habla de esas cosas, nadie nos explica que podemos salirnos del molde y ser lo que queramos ser. Tenemos que vivir dentro de los cánones y los roles de una sociedad que no está preparada para muchas de las explicaciones y conversaciones que, por desgracia, he tenido que dar y tener, así que, si me estás leyendo y te sientes así, tranquilo, que ¡todo llega! Prometido.

Con 14 años, cuando estaba en el instituto, vinieron de la radio a darnos unas charlas y terminé junto con otra compañera haciendo varios programas de radio, hablando de temas que eran tabú entre los jóvenes y de cosas de las que nadie habla. Por ejemplo: el tema de la masturbación femenina, porque si un hombre lo hace, es normal y lógico, pero si lo hace una mujer, por el contrario, se la califica (o así era en aquella época, quiero pensar que algo hemos avanzado desde entonces) de muchísimos adjetivos que no voy a escribir aquí, pero creo que me expreso con claridad. Total, que en unos de esos programas admití por primera vez delante de “extraños” que me gustaban las mujeres y que no sabía cómo abordarlo en casa, porque siendo sinceros, me daba pavor. 

Me convencieron de hacer una carta con todo lo que sentía y así lo hice, la dejé en la encimera de la cocina y salí huyendo. Al volver, la verdad es que el recibimiento de mi madre fue mucho peor de lo que yo podía imaginar, y dijo muchas cosas que tampoco voy a reproducir aquí. Con el paso de los años, lo hemos hablado y, simplemente, tenía miedo, miedo de lo que me pudiese pasar por ser una “mujer” lesbiana con 14 añitos. 

La he perdonado. Siempre ha estado y siempre estará. Mami, si lees esto: te quiero infinito.

No todo ha sido malo. A día de hoy, tengo muy claro que haber nacido hombre me lo hubiese puesto mas fácil, pero no tendría la mentalidad que tengo ahora. Tengo claro que mi crianza y mi crecimiento hubiesen sido otros. No me avergüenzo de ser trans, ni de las fotos, ni de los recuerdos. Todo eso forma parte de mí y me hace ser quien soy.

He vivido desprecios en el trabajo, que se me trate diferente, que crean que no sirvo o que no puedo desempeñar las mismas funciones… Y, en la vida en general, no por trans (que también), hablo de los años que viví como “mujer”, creemos que hemos avanzado, pero lo cierto es que, en muchas ocasiones y situaciones, no se nota en absoluto. Cuando empecé a trabajar, sé que hicieron apuestas para ver quién me llevaba primero a la cama (quizás suena egocéntrico, pero lo cierto es que nunca me vi “guapa”, siempre me consideré de lo más normal, aunque se me dijese lo contrario). Ninguna mujer debería vivir ninguna de esas situaciones, en ningún lugar, que por el hecho de serlo se la trate de otra manera, que se la obligue o se le impongan deberes distintos a los que tendría un hombre.

He tenido que decir no y he tenido miedo a la reacción, porque un inspector que supuestamente está ahí para ayudarte a llegar a tu casa porque te encuentras mal en tu puesto de trabajo, quiere llevarte hasta el baño y ayudarte en todo lo que necesites. No me puedo imaginar las muchísimas situaciones que se deben dar por ahí.

Un día, en una conversación entre dos personas, entre tontería y risas, salió una frase que me hizo replantearme la idea de quién era yo, de lo que había sido y vivido durante años y de lo que realmente quería ser. Y así fue como empecé a ir a la psicóloga antes de iniciar el proceso de hormonación para mi cambio de género, para ser feliz de una vez por todas (Si lees esto, gracias por esa conversación).

Podría contar mil historias, de peleas con el mundo, de días enfadado por no entender qué pasaba o por no entender por qué nadie podía entenderme a mí, pero tampoco solucionaría nada con eso. Acepté escribir un poquito sobre mi vida, porque me parece una iniciativa increíble la que tiene esta revista y el mensaje que quiere mandar. Nunca me sentí cómodo siendo esa niña que mis padres querían, pero eso me ayudó a ver, a sentir y a tener una perspectiva que seguramente muchos hombres no tendrán en su vida. Y también para si algún chico trans me lee por ahí, o chica, eso no importa, que quiera iniciar su proceso, que crea que no es feliz con su género, que sepa que se puede cambiar. Puedes ser lo que tú quieras, no importa lo que la gente opine, no importa lo duro que sea. Créeme que cuando te mires al espejo, respires, cojas aire, sonrías y digas este soy yo, todo habrá merecido la pena. Prometido.

Busca tu felicidad y vive por ti, porque solo tenemos una vida y hay que vivirla a tope. Siempre. ¡Feliz mes del orgullo!

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