“Un cambio de paradigma”

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Por Gregorio Vipera Vega

Escribir sobre la violencia de género no es, para mí, un ejercicio abstracto. Es una obligación moral, un acto de reconocimiento y una parte fundamental de mi compromiso con la igualdad. Como hombre que cree firmemente en un mundo de oportunidades justas para todas las personas, no puedo permanecer como un espectador silencioso ante una lacra que niega la humanidad, la libertad y la dignidad de la mitad de la población.
Este compromiso comienza con una mirada interna. Implica examinar mis propios privilegios, mis gestos inconscientes, los chistes que tolero y las expectativas que he internalizado sobre la masculinidad. La llamada “masculinidad hegemónica” nos enseña a los hombres a ser dominantes, a reprimir la empatía como signo de debilidad y a ver a las mujeres como objetos de deseo o propiedad. Esta construcción social es el caldo de cultivo donde germina la violencia. Desafiar esto no es debilitar nuestra identidad, sino enriquecerla con valores como el respeto, la escucha y la vulnerabilidad.

Una de las mayores y más reconfortantes experiencias en lo personal, fue, después de las elecciones municipales de 2015 ser nombrado concejal responsable del área de Igualdad en el Ayuntamiento de Telde, siendo el primer hombre en dirigir las políticas de igualdad en el municipio. El proceso iniciado con anterioridad, en cuanto a la aplicación del principio de transversalidad, requería de un mecanismo o estructura capaz de coordinar la implementación del principio de igualdad, creándose en ese tiempo la Comisión Transversal de Igualdad y Violencia de Género, pionera en nuestro país y una gran apuesta por todos los agentes implicados en el mismo. 

Durante mucho tiempo, se ha tratado este tema como un “asunto de mujeres”. Esa es una de las mayores trampas de la estructura patriarcal. La violencia de género no es un problema de las mujeres; es un problema de los hombres. Somos nosotros, en una abrumadora mayoría estadística, los perpetradores. Y, por lo tanto, somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad más profunda de desentrañar, cuestionar y cambiar los patrones tóxicos que la alimentan.

El silencio nos hace cómplices. Cuando otro hombre hace un comentario despectivo sobre una mujer, cuando minimiza una agresión o cuando justifica un “celoso pero buen tipo”, nuestro silencio es una forma de aprobación tácita. El compromiso con la igualdad exige ser un aliado activo. Significa alzar la voz en esos microespacios, corregir a un amigo, educar a un familiar y, sobre todo, crear entornos donde esa conducta sea inaceptable. La complicidad masculina es un pilar de la violencia; la fraternidad responsable debe ser su antídoto.

Pero la lucha no se libra solo en lo interpersonal. La igualdad de oportunidades es una quimera si no garantizamos primero el derecho fundamental a una vida libre de violencia. ¿De qué sirve abogar por más mujeres en puestos de liderazgo, en la ciencia o en la política si en sus hogares, en las calles o en sus relaciones son sometidas al miedo y al control? La igualdad formal en un papel es insuficiente. La verdadera igualdad de oportunidades solo puede florecer en un terreno donde la integridad física y emocional esté garantizada.


La violencia de género es la manifestación más brutal e injusta de la desigualdad. Como hombre, no me siento atacado por esta afirmación; me siento interpelado. Es una llamada a la acción, a la reflexión y a la transformación. No se trata de una guerra entre sexos, sino de una lucha conjunta por la dignidad humana. Y en esa lucha, los hombres tenemos una deuda histórica que saldar, un silencio que romper y un futuro más justo que construir, codo con codo, con las mujeres. 

Hay un problema social e histórico que se basa en la discriminación de género y se manifiesta a través de creencias y comportamientos que refuerzan roles y estereotipos de poder de los hombres sobre las mujeres y por eso nuestro compromiso, mi compromiso, en la lucha para que haya un cambio de paradigma en la percepción y en la respuesta que demos contra la violencia de género.

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