Por Carmen Almeida. (Anyelia)
Hay muchas historias que merecen ser contadas, no solo por los hechos que las componen, sino por la intensidad con la que son vividas. La mía es una de ellas. He aprendido a convertir el dolor en aprendizaje, el miedo en valentía y los sueños en mi motor de vida. Mi camino no ha sido fácil, pero mi espíritu incansable y mi amor por la música me han llevado a desafiar cada obstáculo con una convicción inquebrantable.
Nací a las faldas de la caldera de Bandama, en un pequeño pueblo llamado Los Hoyos, en Gran Canaria. Crecí en un hogar humilde pero repleto de amor, siendo la única niña entre tres hermanos. Mi infancia estuvo marcada por juegos en la calle, risas y momentos inolvidables con mi familia. Mi padre, taxista, y mi madre, ama de casa, me enseñaron el valor de la sencillez y el esfuerzo. Desde pequeña sentí una atracción especial por la música. Aprendí a tocar la guitarra, participaba en todos los festivales de mi pueblo y absorbía cada melodía con la emoción de quien ya sabe que la música es su destino.
Pero la vida no siempre es un camino recto. A los 14 años, mi hermano mayor dejó el hogar para cumplir su sueño de jugar baloncesto en el FC Barcelona. Aunque entendía su ilusión, la distancia fue un golpe duro. Sin internet ni móviles, las despedidas se hacían eternas y el reencuentro, algo efímero. Sin embargo, lo más difícil aún estaba por llegar.
El 29 de julio de 1997, la tragedia golpeó con una fuerza inesperada: mi hermano falleció repentinamente durante un entrenamiento. Con solo 25 años, su luz se apagó dejando una herida imborrable en nuestra familia. Para mí, aquello supuso un antes y un después. Entendí lo frágil que es la vida y decidí no postergar más mi sueño: la música sería mi refugio y mi camino. Comencé a componer mis propias canciones, a escribir lo que sentía, a transformar el dolor en arte.

A los 20 años, con el apoyo de mi familia y mis ahorros, grabé mi primer disco. La ilusión me llevó hasta Madrid, donde un productor quedó cautivado por mi talento y me propuso lanzar mi carrera desde la capital. Pero el mundo de la música no era tan idílico como imaginaba: había condiciones que no estaba dispuesta a aceptar. Yo quería cantar, pero sin perder mi esencia. Decidí regresar a Gran Canaria y enfrentarme a un mercado difícil, donde sin dinero ni contactos, la promoción se hacía cuesta arriba. Aun así, recorrí emisoras de radio, televisiones locales y ayuntamientos, golpeando puertas con la esperanza de que alguien escuchara mi voz. El rechazo fue un golpe duro, pero no definitivo.
Decidí tomarme un respiro y encontré estabilidad en una compañía aérea, donde trabajé durante 18 años. Sin embargo, la música seguía latiendo dentro de mí. No dejé de componer, de soñar y de preguntarme si algún día podría volver a intentarlo. Y lo hice. Con más experiencia y determinación, grabé mi segundo disco. Pero la historia volvió a repetirse: sin un equipo que me respaldara, la promoción se convirtió en un reto casi imposible. Sin embargo, esta vez no me rendí. Empecé a cantar en locales, a trabajar en dúo, a llevar mi música directamente a la gente.

Cuando parecía que la vida me estaba sonriendo, un nuevo golpe me sorprendió. Durante una revisión médica rutinaria, me diagnosticaron “Adenocarcinoma in situ”. El miedo y la incertidumbre se apoderaron de mí, pero recordé la lección que la vida ya me había enseñado: hay que aprovechar cada día como si fuera el último. Tras dos intervenciones, estoy en proceso de superar la enfermedad, aunque las revisiones periódicas siguen siendo una constante en mi vida. Pero en lugar de frenar mis sueños, decidí acelerar.
Dejé la estabilidad de mi trabajo y me lancé de lleno a la música. Comencé a cantar en hoteles, a colaborar en programas de radio, a seguir componiendo y a trabajar en nuevos proyectos que me ilusionan profundamente. Ahora, vivo con la certeza de que lo más importante no es el éxito comercial, sino la pasión con la que se vive cada instante.

Mi historia es un recordatorio de que la vida es un cúmulo de momentos, algunos duros, otros maravillosos. Pero, sobre todo, es la prueba de que nunca es tarde para perseguir los sueños. Con mi voz, sigo emocionando a quienes me escuchan; con mi historia, inspiro a quienes necesitan un motivo para seguir adelante. Porque la vida, como la música, está hecha para ser sentida, vivida y cantada con el alma.
Hoy, sigo mirando al futuro con ilusión, sin miedo, con la certeza de que cada día es una nueva oportunidad para ser feliz. Y con mi música, sigo demostrando que, por muchas piedras que haya en el camino, los sueños siempre encuentran la forma de brillar.
your story is not only inspiring but also proof of the incredible power of music and humanity. you have turned pain into hope, loss into strength and challenges into an unwavering will. your voice touches not only with its beauty but also with the depth of your soul. it is a gift that you share your music with the world and remind us all that it is never too late to pursue our dreams. thank you for putting your heart into every word and every melody- you are a true fighter and a shining example of how to walk your own path with passion and courage.
I am grateful for this bond we have built despite the distance.
with a lot of love from Vienna to Gran Canaria ❤️