“EN CADA COSA QUE HAGO, ME ENTREGO AL 100%, PONGO ALMA Y CORAZÓN”


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Por Johanna Ramos García (Gáldar)

Me gustaría empezar homenajeando a todas esas mujeres que han labrado su futuro luchando contra las adversidades y han quedado en nuestra memoria colectiva como verdaderas heroínas. Como ejemplo pongo a mi abuela, a nuestra Maita, que con 7 añitos tuvo que dejar la escuela para cuidar, después de la muerte de su madre, de sus hermanos y su padre. Esa niña que era tan feliz en la escuela no pudo seguir estudiando, pero no se rindió, aprendió sola a leer y escribir, y hoy en día, a sus 86 años, maneja las redes sociales como cualquier adolescente que se precie.

Somos parte del universo, y a mí me tocó nacer aquí, llenar mi mochila con olores, sonidos, caricias, palabras, imágenes, vivencias y experiencias, que han hecho que hoy, sea la mujer que soy. Una mujer extrovertida, soñadora, amante de todo tipo de arte, pero, eso sí, con carácter, que no se rinde, que cree en la bondad de las personas y lucha contra lo que no es justo. Una mujer que ha labrado su futuro no por una cuestión de suerte, sino de valentía, sacrificio y constancia. Trabajando y estudiando a la vez, formándome día a día. Una mujer sensible, quizás demasiado, que, en ocasiones, le han hecho daño, con palabras duras como: “No sabes leer, no vas a llegar a nada” o “Estabas preparada, pero sigue intentándolo que todavía eres joven” …

Soy Johanna Ramos García, aldeana, que con 3 años cambiamos los barrancos de La Aldea por los chapuzones y juegos en la arena de Las Canteras, con mi hermano y mi madre, ya que con mi padre tocaba ir a la churrería que regentaba y hacer experimentos con el azúcar y el Seven-up. También tengo dulces recuerdos en el pueblo natal de mi abuela en Firgas, correteando por las acequias con mis primos, de romería, esas verbenas y cochitos, o disfrutando con mis padres y tíos en esos almuerzos interminables contando historias.

Ahora llevo doce años viviendo en el mejor lugar del mundo: Montaña Alta de Guía, donde soy completamente feliz, con personas trabajadoras, auténticas y solidarias. Mientras escribo, miro por la ventana y veo el pinar de Lomo Gordo, al mismo tiempo que oigo los cenceros de las ovejas y siento plenitud y paz. El salto de la ciudad a vivir aquí fue gracias a los años que trabajé para Rodasorio, SL (Tiscamanita), una empresa de restauración de Guía, cuyo jefe era de aquí y nos presentó lo que ahora es nuestro hogar.

Desde muy pequeña, siempre he realizado diferentes deportes, fui bailarina con el Ballet de Gelu Barbu, gimnasta, taekwondista, atleta (hoy en día sigo federada y preparando la temporada), judoka… Era evidente que acabaría estudiando Magisterio por la especialidad de Educación Física. Además voy a esquiar, practico senderismo y monto en bici de montaña, afición que comparto con mi pareja e hijos. Luego seguí formándome y me licencié en Psicopedagogía e hice varios másteres. Mi próximo objetivo es doctorarme, aunque cuando me preguntaban de pequeña qué quería ser de mayor, siempre respondía: misionera, actriz y maestra. Y como no, me propuse conseguirlo. He participado como extra, he protagonizado el corto “Superstición” y como actriz secundaria en “Camino a la Locura” de Ado Santana. Compartí momentos inolvidables en el rodaje, que aún recordamos nada menos que con grandes actores; entre otros, Luifer y Maikol Hernández. Luego monitora y voluntaria desde los 11 años en Cruz Roja Juventud, realizando actividades en la naturaleza, ayudando en proyectos solidarios, etc. Siempre he estado ligada a voluntariados en ONGs, ya que para mí es fundamental la solidaridad y la defensa de los derechos humanos. Hoy en día, en la Escuela es uno de los proyectos que llevamos a cabo con diferentes organizaciones: Save the Children, Aseda, Adoptaaunabuel@org y con Concejalía del Mayor de Gáldar, con nuestro Proyecto intergeneracional de APS: “Sembrando Ilusiones con nuestros mayores”. Precisamente hoy, cuando comienzo a darle forma a este artículo, sale en el Boletín Oficial del Estado que soy Funcionaria de Carrera. Una emoción embarga todo mi ser y las lágrimas no cesan de caer por mi cara; entonces me viene a la cabeza todo el esfuerzo, todas las horas de estudio y trabajo agotador, todas esas horas robadas a mi familia y esos acontecimientos importantes en los que no podía estar, pero era momento de sacrificarse para intentar culminar ese objetivo profesional que me había marcado. Ahora que estamos en Navidad, el símil sería la estrella en el árbol, en la copa de un gran pino canario (porque yo soy más canaria que el gofio) que llevo adornado con mis vivencias, experiencias, formación, sinsabores… También horas que eliminé a mi tiempo como pareja, hija, hermana, sobrina, nieta, prima, amiga o deportista; en definitiva, a mi vida. Todos esos momentos que no volverán, pero que al final merecieron la pena. Lo más que me duele es el tiempo que no compartía con mi hijo y mi hija, pero, aunque eran pequeños, comprendían que era algo importante para mí y me animaban, con sus palabras, abrazos y sonrisas. Un domingo recuerdo que, después de la biblioteca, volví a casa a comer con ellos y mi pareja, y mi hijo, sorprendido al verme, me dice: Mami, viniste hoy a comer, ¿no vas a la biblioteca? Le respondí: No, mi vida, hoy la tarde es para ustedes.  

Este éxito profesional que es parte de todo el bagaje en mi vida y constancia, pero también es el éxito de mi pareja, que me ha apoyado incondicionalmente, y por ser un gran padre; de mis hijos: Himar y Massay, por su paciencia por el tiempo sin su madre; y de mis padres, por su entrega y ayuda. Gracias también a toda la familia y amigos/as por sus palabras de apoyo. Quién me iba a decir que una pandemia iba a hacer posible permanecer en casa, disfrutando cada día de mi familia y compartiendo juegos con mis peques.

Ahora me encuentro muy feliz siendo maestra y dirigiendo una hermosa escuela rural en las medianías de Gáldar, en Saucillo. La entrega y amabilidad de su gente, la frescura y la felicidad que cada día encuentro en mi aula, me hace seguir creyendo que una educación diferente es posible, para disfrutar y experimentar, empoderando a nuestros niños y niñas con una educación basada en sus intereses y aspiraciones, siendo la comunidad educativa un pilar esencial para llevar a cabo nuestro Proyecto de Centro de “una escuela viva”, construida con los cimientos del amor, la libertad y los valores humanos. En este sentido, me atribuyo la frase de Eduardo Galeano: Mucha gente pequeña, en lugares pequeñoshaciendo cosas pequeñaspuede cambiar el mundo.

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