Maternar es político: la maternidad desde una mirada feminista.

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Por Myriam López.

Maternar es político: la maternidad desde una mirada feminista En El origen del patriarcado , la historiadora Gerda Lerner expone cómo la maternidad ha sido uno de los pilares sobre los que se ha construido y perpetuado el sistema patriarcal. Desde las primeras sociedades agrícolas hasta el mundo contemporáneo, el control sobre la capacidad reproductiva de las mujeres ha sido una herramienta fundamental para estructurar relaciones de poder desiguales. No es casualidad que, a lo largo de la historia, se haya romantizado la maternidad como un destino inevitable, natural e incuestionable, desvinculándola de cualquier dimensión política. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la maternidad se mira con una perspectiva feminista?

Lo personal es político: maternidad y feminismo. La idea de que lo personal es político, una de las consignas centrales del feminismo, cobra especial relevancia al hablar de maternidad. Ser madre en una sociedad que no valora los cuidados, que invisibiliza el trabajo doméstico y que sigue considerando la crianza como una responsabilidad exclusiva de las mujeres, es un acto profundamente político. La maternidad no ocurre en un vacío, sino dentro de un sistema que dicta qué tipo de madre se debe ser, cómo debe criar y cuánto debe sacrificar. Aún hoy, la maternidad sigue siendo utilizada como un mecanismo de control. La carga mental, la presión social por ser «la madre perfecta», la falta de políticas de conciliación laboral y la ausencia de redes de apoyo institucionalizadas demuestran que el patriarcado sigue moldeando la experiencia materna.

En este contexto, repensar la maternidad desde el feminismo no solo es necesario, sino urgente: implica reivindicar el derecho a maternar sin culpa, a compartir responsabilidades y a desafiar las estructuras que han convertido la crianza en una carga en lugar de una elección libre y acompañada. La matrescencia: la transformación de la identidad materna En mi novela Y entonces llegó ella , la primera de la Serie Criando Verdades , busco precisamente romper con el mandato de maternidad patriarcal. Basada en los primeros años de mi propia experiencia como madre, visibilizo algunas de las situaciones reales que vivimos las mujeres al convertirnos en madres. Para mí, tuvo un efecto balsámico, reparador de muchas violencias que he sufrido, y aún sigo sufriendo, por haber decidido traer criaturas al mundo. Mi mayor objetivo: hablar al resto de mujeres para que sepan que no están solas, que no es un caso aislado.Cuando presenté Y entonces llegó ella , tuve el honor de estar acompañada por las hermanas Alicia y Lina Toichoa, trabajadora social y psicóloga respectivamente. Ellas introdujeron un concepto clave que pocas personas conocen: la matrescencia.

La matrescencia es un término acuñado en los años setenta por la antropóloga Dana Louise Raphael para describir el proceso de transformación profunda que experimentamos las mujeres al convertirnos en madres. Es un cambio similar a la adolescencia, en el que se producen modificaciones físicas, emocionales, psicológicas y sociales. Durante el embarazo, el parto y el posparto, estamos expuestas a una transformación que no solo es hormonal, sino también identitaria. Sin embargo, este proceso rara vez se menciona con la importancia que merece. Sabemos de memoria los cambios físicos de la gestación, pero casi nunca se nos habla del impacto real que supone en nuestra psique y en nuestra vida. La maternidad es un periodo de neuroplasticidad y vulnerabilidad mental. La matrescencia nos prepara biológicamente para cuidar, pero también nos enfrenta a una crisis de identidad en la que buscamos comprensión y validación. Necesitamos hablar de estos procesos, pues la maternidad a menudo se vive con culpa, soledad e incomprensión. Los cambios que experimentamos son irreversibles: no volvemos a ser quienes éramos antes.

Culpa y mandato patriarcal: un sistema imposible de satisfacer Desde el patriarcado, la maternidad ha sido diseñada como un mandato imposible de cumplir sin culpa. Si trabajas fuera de casa y dejas a tu criatura al cuidado de otras personas, eres una mala madre. Si decides pausar tu carrera para criar, también eres una mala madre, además de una «carga» para tu pareja. Si eres madre soltera, te presionan para que busques una figura paterna. Si sufres violencia de género, te exigen que te quedes «por el bien de tus hijos». Y si no quieres ser madre, eres una egoísta. En cualquier escenario, la culpa siempre recae sobre nosotras. Si invertimos la pregunta y pensamos en cómo se juzga la paternidad, ¿las respuestas serían las mismas? La realidad es que no.

En una sociedad patriarcal y capitalista, la carga de la crianza sigue recayendo en las mujeres, mientras que los hombres pueden decidir cuánto involucrarse sin ser penalizados. Hacia una maternidad feminista y colectiva La maternidad no debería ser una condena ni una carga impuesta. Necesitamos colectivizar la crianza, exigir políticas públicas que nos apoyen y, sobre todo, liberarnos del peso de la culpa. No estamos solas. Cuando las mujeres nos organizamos, nos escuchamos y nos acompañamos, tejemos redes de apoyo que pueden transformar la maternidad en una experiencia más libre,compartida y digna. Criar no debería ser una batalla en solitario, sino un acto de amor y sororidad que el mundo entero valore y sostenga.

Por eso, con mi obra quiero aportar ese aliento que tanto necesitamos, ese empuje para poder salir adelante y sentirnos más arropadas. Porque no somos nuestras peores enemigas. Somos nuestras iguales y debemos respetarnos, querernos y acompañarnos sin juicio. Necesitamos erradicar el constructo de madre abnegada que nos mata en vida. La maternidad feminista no solo pone el foco en la madre y en sus criaturas, sino que desafía el sistema que nos quiere exhaustas y aisladas.

Maternar es político. Y juntas, cambiaremos la historia.

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