Carta a Gema

0
21

Por María José Ferrero

  Gema, Hoy te escribo desde el lugar donde nace lo que cambia el mundo: la gratitud. Esta carta es para darte las gracias, Gema, por todo lo que has levantado con tus manos y tu fe. Porque cuando muchas callaban por miedo o costumbre, tú abriste una puerta y pusiste un letrero enorme: “Aquí cabemos todas”. Desde entonces, “Más Nosotras” no ha sido solo una revista: ha sido refugio, altavoz y puente. 

Te vi sostener historias como si fueran recién nacidas: con cuidado, con tiempo, con verdad. Te vi escuchar sin prisa, preguntar sin juicio y mirar sin morbo. Convertiste el Norte de Gran Canaria en un faro para muchas, y ese faro ya se ve mucho más lejos. No escribiste titulares; bordaste memorias. No buscaste fama; buscaste justicia. Y la justicia, contigo, suena a mujeres contando su vida con la cabeza en alto.

También diste un paso más y lo hiciste libro. Sesenta y ocho relatos latiendo, uno detrás de otro, como si el  corazón de todas marcara el mismo compás. No es casualidad: quien cree de verdad en la dignidad de las personas termina dejando huella en papel… y en la piel. Lo tuyo no es producir contenido: es construir comunidad. Lo tuyo no es “dirigir un proyecto”: es sostener una casa donde tantas encontramos ventana, mesa y voz.

Tus editoriales han sido venas abiertas de este tiempo: nos recordaste que renacer es posible, que el orgullo también es una forma de cuidado y que la clave es, literalmente, el NOSOTRAS. Cuando tú escribes, una sabe que no está sola.

No te conformas con señalar el dolor. Caminas con él, lo trabajas, lo transformas. No te asusta mirar de frente las heridas, ni acompañar a quien aún no sabe cómo ponerles nombre. Eres de las que se sientan al lado, escuchan sin interrumpir y luego tienden la mano para seguir adelante. Historia a historia, mujer a mujer, vas sembrando libertad, dignidad y esperanza. Porque para ti el cambio no se proclama: se construye, despacio, con respeto y verdad.

Yo, María José Ferrero, he visto de cerca lo que haces y a quién lo haces. He visto lágrimas hacerse palabra y palabra hacerse camino. He visto mujeres que llegaron rotas salir con sus pedazos ordenados para empezar de nuevo. He visto el respeto con el que miras el dolor y la alegría con la que celebras cada pequeño avance.

Gracias por tu firmeza sin gritos y tu ternura sin azúcar. Gracias por tu coherencia, por tu constancia, por tu ética. Gracias por sostener cuando parece que no se puede y por empujar cuando hace falta un poquito más. 

Gracias por darnos lenguaje y espacio. Y, sobre todo, gracias por recordarnos que el milagro de transformar no ocurre en los grandes escenarios, sino en la cercanía: una mujer contando su historia y otra que la escucha de verdad.

Que esta carta te abrace como tantas veces nos abrazaron tus páginas. Seguimos —juntas— haciendo lo que sabemos: convertir el dolor en luz y la luz en camino.

Con admiración y cariño,

María José Ferrero

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí