“LAS COSAS HECHAS EN LAS ALTURAS SABEN A CIELO”

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Por Neus Santiago (Artenara)

Salimos al anochecer. Nuestros amigos nos despedían, con pañuelo en mano, desde su barco, el Taka. Pusimos velas al viento y aproamos hacia el sur. Íbamos despacio, disfrutando del mar, de las vistas costeras y de los puertos donde atracábamos algunas noches que no pasábamos en el mar. Atravesamos los mares revueltos del Estrecho de Gibraltar y nos adentramos en el inmenso atlántico. Al cabo de unas semanas de haber salido tocamos tierra en La Graciosa y disfrutamos como niños paseando por sus calles de arena. Después llegamos a La Palma, que por aquel entonces era nuestro destino, pero al cabo de unos meses de cambios de rumbo en nuestras vidas llegamos al Muelle de Las Palmas y subimos al pueblo más alto de la isla: Artenara.

Los habitantes de la Cumbre de Gran Canaria dicen que al subir a Artenara «más altos que las nubes» se tiene un «subidón que te llega al corazón”. Quizás fue este subidón el que me acogió desde un primer momento… O quizás fue Sergio el que me arrastró hacia las entrañas de su querido pueblo de La Cumbre…

A mí, que soy hija de la Barcelona gris de los 60’s, del asfalto y el chirriar de los tranvías… A mí, que amo el campo como si quisiera recuperar unas raíces ancestrales que nunca llegué a conocer. Con amor por la Tierra, con ganas de trabajarla y ensuciarme las manos sin vergüenza. 

Aquí, en Artenara, he podido hacer realidad mis sueños: cultivar una huerta ecológica y poder cocinar en mi restaurante lo que yo misma cultivo. Decimos que «cuidamos la tierra para que ella nos cuide a nosotros». 

Poder alimentarse con lo que uno planta es una suerte que descubrí con la maternidad, con el abuelo de mis hijos alentándolos a plantar judías y llenarse de barro de pies a cabeza. Yo abrí los ojos y descubrí todo un mundo que me atrapó en aquel mismo instante. Espero que a mis hijos les quede algo de esta infancia ya remota.

Tener un huerto ecológico y poder alimentarse de él es todo un lujo y a la vez un acto revolucionario que a lo largo de los años he intentado transmitir a muchos niños y niñas con los que he trabajado en las escuelas a través de los huertos escolares. En este encuentro entre la Agricultura y la Alimentación nace la inspiración que ha sido el hilo conductor de mis experiencias de vida y mis proyectos. 

Desde hace cinco años, al lado de Sergio, hemos hecho realidad el proyecto de la BioCrepería, un pequeño restaurante familiar en el que los paladares más exigentes pueden gozar de una gastronomía unida a la Salud

AGRICULTURA, GASTRONOMÍA Y SALUD. Estos tres ejes son los que sustentan y justifican el proyecto de la Biocrepería RiscoCaido y también, como no, nuestra vida en Artenara. Un Restaurante, un Huerto, un proyecto pedagógico que tiene como objetivo la Salud de las personas y de la Madre Tierra. Es decir, una fórmula que va más allá de las puertas de dicha BioCrepería.

Y este “más allá” nos influye y, a la vez, es en el que queremos influir. Hay un entorno rural que, aunque sea de la llamada “España vaciada”, está lleno de riqueza, de naturaleza, de mujeres y gente como nosotros, con anhelos y proyectos. 

Nosotras, las mujeres, que somos más de hacer que de contar, nos esforzamos en difundir, explicar, educar si cabe… abrir mentes y conciencia desde nuestros pequeños espacios, como madres, parejas o “amigas de”…  Porque aquí está la parte más complicada del mundo en el que vivimos, de estas tierras en las que más carne y procesados cárnicos se consumen de toda Europa. Es importante tomar conciencia de las repercusiones que esta manera de alimentarse tiene para el Planeta y para nosotros mismos. A veces hablamos de cuidar el Planeta y el Medio Ambiente, y se nos olvida que nosotros formamos parte intrínseca de este Medio Ambiente. Nuestra salud es importante para nosotros y para nuestro entorno. 

Como cocinera sé bien que la Alimentación es una de las herramientas más poderosas que tenemos en nuestras manos. Comer y vivir de forma saludable es fácil, es rico y no es caro. 

En “la Biocrepe”  trabajo una Gastronomía ligada a la tierra, con verduras ecológicas de la huerta, con “papa negra”, judía “beteá”, maíz “piñas de millo”, haciendo adaptaciones más saludables de platos típicos canarios y también incluyendo recetas aprendidas de las mujeres de mi vida con las que he cocinado arroces, cocas, empanadillas y un sinfín de postres y dulces. El resultado es una cocina inspirada en adaptaciones de platos canarios con mezcla de tradiciones culinarias de otras partes del mundo y de mucha innovación.

Cuando pienso en un plato o en una receta… Es como un acto de inspiración. Sé dónde quiero llegar y lo que quiero conseguir. El camino es todo un juego que transcurre entre papeles, libros y saberes, llega al huerto plantando o recolectando, para seguir entre ollas y fogones. El resultado es una combinación de colores, olores y texturas que despiertan los sentidos y sorprenden casi siempre. 

Ha sido muy importante para mi reconocer que el núcleo del proyecto de la Biocrepería está en la cocina. Es el centro difusor de una alimentación saludable que se expande como una mancha de aceite. La particularidad es que en este núcleo o centro hay una chef, y soy mujer. Aquí hay un cuidado por las cosas bien hechas y por las personas. Hay saberes que se expanden entre mujeres. Nosotras somos las portadoras de semillas de conciencia, de un cambio en hábitos alimentarios que cuando se adquieren no tienen vuelta atrás

A mí me gusta explicar lo que hago, por qué lo hago y cómo lo hago. Una vez en el plato, la receta ya no es mía: es de quien la quiera saber. Transmitir este conocimiento es un placer para mí y sé que, si lo hago a través de mujeres que escuchan o grupos de mujeres que asisten a cursos o talleres que imparto, mi objetivo está asegurado: la mancha de aceite sigue su curso ya sin mí… Y ellas son la garantía.

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