“Una voz, una grieta, un rayo de luz”

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Por Mel Ömana.

 Cada año, cuando llega el 25 de noviembre, me pasa lo mismo: siento una mezcla rara entre rabia e impulso. Rabia por todas las que ya no están (sobre todo porque se recuerdan hoy más que otros días) y por todas las que siguen atrapadas en un silencio que nunca eligieron. E Impulso porque sé que mi voz; la misma que un día pensé que no valía para nada, puede servir para abrir una grieta por donde entre un poco de luz.

No nací fuerte, ni rebelde, ni valiente. A muchas nos enseñaron desde pequeñas a no molestar, a no levantar mucho la voz, a no incomodar. En casa, en la calle, en el colegio… ese aprendizaje silencioso de “no seas demasiado”. Yo crecí viendo mujeres que sostenían el mundo mientras se deshacían por dentro. Crecí viendo lo que es el miedo. Y también lo que es la resistencia.

Con el tiempo entendí algo que marcó mi manera de cantar: la sumisión no se hereda, pero la valentía tampoco. Las dos se entrenan. Por eso en mi música insisto tanto en no agachar la cabeza, en no pedir permiso para existir, en no aceptar lo que te apaga.  No lo hago por estrategia artística; lo hago porque un día me di cuenta de que callarme me hacía daño. Y si a mí me dañaba, a otras también.

He conocido mujeres que, después de un concierto, se me han acercado temblando para decirme que una frase, una canción o un gesto les había despertado algo. Nada de eso es mérito mío. Es mérito suyo: su fuerza, su decisión, su momento. Yo solo empujo un poco. Pero escuchar a una mujer decir “me atreví” o “pedí ayuda” me recuerda por qué hago lo que hago.

Hoy quiero hablarles a las que están viviendo violencia: la visible y la que no deja moretones.  A las que sienten que no pueden irse porque no tienen dinero, o porque tienen hijos, o porque tienen miedo, o porque ya no confían en sí mismas. Sé que desde fuera todo suena fácil, y desde dentro todo se vuelve imposible pero te lo digo con el corazón y desde la verdad: no es culpa tuya. Y sobre todo: no estás sola.

Hay vida después del control, del grito, del empuje, del insulto, del chantaje, del miedo pegado a la piel. Lo sé porque lo he visto. Lo sé porque lo he vivido. Lo sé porque, aunque el camino sea lento, existe.  Y cuando das el primer paso, aunque sea pequeño, aunque sea solo pedir ayuda…el mundo empieza a abrirse.

Mi llamamiento hoy es para ti, mujer que estás leyendo esto y dudas de si lo que vives es violencia. Si duele, si te apaga, si te controla, si te hace esconderte, si te da miedo… entonces no es amor.

Pide ayuda. Cuéntalo. Busca una mano profesional, una amiga, una vecina, una institución. Lo que sea. Pero no te quedes sola en esa habitación sin aire.Y a todas las que ya salieron: que nadie les haga sentir que son “víctimas para siempre” Son, somos supervivientes. Son y somos creadoras de vida nueva. Son prueba viviente de que se puede volver a cantar, a respirar, a elegir, a amar y a ser. 

Hoy levanto la voz no solo como artista, sino como mujer. Por las que no pudieron. Por las que están luchando. Y por las que algún día, ojalá pronto, descubran que merecen una vida donde su nombre no sea un susurro, sino una declaración de fuerza.

Yo sigo cantando, entre otras cosas, por eso. Para que ninguna mujer vuelva a creerse pequeña. Para que ninguna tenga que pedir permiso para existir. Para que todas sepamos que no estamos solas.

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