Mujeres migrantes: nuestras vecinas invisibles

0
40

Por Teresa Mayans.

Subdelegada del Gobierno de España en Las Palmas.

En nuestros barrios, en nuestro entorno, viven mujeres migrantes. Las vemos en la calle, en los parques, en los comercios de barrio, pero raramente cruzamos con ellas más que una mirada fugaz. Permanecen fuera de nuestro mundo y no sabemos qué mundo interior habitan.

Esto es aún más marcado con aquellas que provienen de otras culturas y religiones, o son de otras razas y ni dominan el idioma. El idioma es la primera barrera, pero no la única que las mantiene fuera de los espacios de convivencia. El aislamiento puede ser también emocional y cultural.

Aunque residan legalmente en España o incluso tengan nacionalidad, siguen viviendo aisladas pese a que forman parte del paisaje cotidiano. Con frecuencia dependen totalmente de sus parejas o familias para moverse, relacionarse o trabajar. En algunos casos, las familias o las parejas controlan sus salidas, su dinero o su entorno.

Estar aisladas, aun en medio de todos nosotros y nosotras, no tener redes de apoyo propias, significa no estar al tanto de sus derechos y, por tanto, no pedir ayuda si estos son vulnerados. Según datos recientes del informe Migradas, elaborado por el Ministerio de Inclusión y varias organizaciones sociales, un 63 % de las mujeres migrantes encuestadas en España ha sufrido algún tipo de violencia psicológica, económica o física. Y muchas de ellas nunca llegaron a denunciar por desconocimiento, por dependencia o por miedo.

España reconoce a todas las mujeres, sean o no nacionales, el derecho a vivir libres de violencia. La desinformación y la dependencia las sitúan en un terreno frágil, donde la amenaza se convierte en una forma de control. Y aunque estén rodeadas de gente, pueden vivir en una soledad absoluta.

Una medida esencial sería reforzar y ampliar los programas de integración vehiculados en la enseñanza del español, con horarios adaptados, espacios seguros y servicios de conciliación. Las asociaciones de mujeres migrantes y las entidades locales juegan un papel decisivo, porque son los lugares donde las mujeres pueden sentirse escuchadas y acompañadas. Allí pueden compartir experiencias, recibir orientación jurídica, apoyo psicológico y, sobre todo, descubrir que no están solas.

Pero la integración pasa también por el tejido humano, con espacios de encuentro y apoyo, con talleres, actividades culturales y sensibilización institucional y comunitaria, combatiendo estigmas sociales que ayuden a romper el silencio. Romper su aislamiento requiere escucha, acompañamiento y cercanía.

La verdadera igualdad por la que tanto hemos luchado hombres y mujeres de este país es la que pretende compartir el conocimiento y los derechos adquiridos, con tanta lucha y esfuerzo, con el resto de la humanidad y, como mínimo, con quienes habitan nuestros espacios y con quienes compartimos vida.

Porque solo la empatía de los seres humanos puede hacer visible lo que la sociedad aún no mira.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí