María Dolores Guedes Socorro
Hay heridas que no se ven,
pero laten en la memoria de los pueblos.
Heridas que llevan nombre de mujer,
rostro de infancia interrumpida,
voz que un día fue apagada por la costumbre del miedo.
Sin embargo, ninguna sombra logra borrar del todo la luz.
Porque en cada silencio impuesto creció una raíz,
y en cada lágrima nació la semilla de una palabra nueva.
Una palabra que hoy se pronuncia en plural,
con el temblor y la certeza de quien ya no se calla.
No hablamos desde la herida,
hablamos desde la conciencia.
Desde el lugar sagrado donde una mujer se reconoce entera,
y decide que su cuerpo, su voz y su destino
no pertenecen a nadie más que a ella.
El dolor no debe heredarse,
ni el miedo formar parte de la educación.
Amar no puede ser sinónimo de renuncia,
ni la obediencia, un mandato disfrazado de virtud.
Hoy caminamos por ellas y con ellas.
Por las que no pudieron volver,
por las que aún dudan si huir o quedarse,
por las que transforman su llanto en fuego y su fuego en esperanza.
Que este 25 de noviembre no sea solo un día,
sino un compromiso.
Un pacto con la vida, con la equidad, con la memoria.
Porque el mundo será justo
solo cuando ninguna mujer tema al caer la noche,
y la palabra libertad deje de ser una promesa
para convertirse, al fin, en hogar.
—
María Dolores Guedes Socorro
Autora de Espejos de un alma inmortal — Editorial Te Publicamos (en venta en Lulu.com)
y Ecos de lo simple — Plataforma Diversidad Literaria
Distribuido por Erkal Distribuciones, Distriforma, Arnoia, Azeta y Cimadevilla.
